Infancias felices: ¿por dónde se empieza?

En el Día Internacional de la Felicidad, una especialista explica qué hacer para que los chicos logren una vida adulta más armoniosa

A FUTURO. La contención brindada en la infancia condiciona la manera en que nuestros hijos lograrán resolver sus problemas durante la adultez. A FUTURO. La contención brindada en la infancia condiciona la manera en que nuestros hijos lograrán resolver sus problemas durante la adultez.
20 Marzo 2023

Desde 2013, cada 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad, declarado por las Naciones Unidas como reconocimiento del importante papel que desempeña la felicidad en la vida de todo el mundo. Se pretende así poner en valor la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y destacar la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno.

En este contexto, nos preguntamos cómo se logra la felicidad. ¿Es un estado permanente? ¿Son pequeños momentos? ¿Es una forma de ver la vida? ¿Por dónde se empieza? En busca de respuestas, la marca de indumentaria Rainbow consultó a la licenciada Natalia Guerendiain, psicóloga especializada en crianza, sobre cómo impacta tener una infancia feliz para luego poder construir una vida plena, relaciones sanas y un adecuado dominio de emociones.

La especialista, que acompaña niños y familias brindando herramientas respetuosas e información efectiva para construir vínculos sanos, afirma que la felicidad es un camino, una búsqueda; es gratitud: es alegrarse por los logros, por quiénes somos. No existe un estado permanente de felicidad.

Empezar por las bases

Asegura que, por sobre todas las cosas, los niños precisan amor incondicional, acompañamiento, sostén y conexión con un otro significativo. Deben estar inmersos en un ambiente lo más armonioso posible y desenvolverse en un clima emocional estable. Necesitan contar con una figura de apego seguro que los sostenga emocionalmente y tener a alguien en quien confiar para poder construir, a lo largo de sus vidas, relaciones sanas confiando en el mundo que los rodea. Así podrán explorar, aprender y tener una autoestima alta. Un niño con apego seguro tendrá mayores posibilidades de ser un adulto sano, que construya relaciones positivas con amigos, compañeros de trabajo, pareja, que explore el mundo que lo rodea.

Por otro lado, jugar es la actividad principal de un chico. Si juega, está sano. Porque la actividad lúdica es la puerta de entrada a la creatividad y es sanador. A través del juego los chicos aprenden y elaboran todo lo que les pasa: desde situaciones de crecimiento como dejar la teta o los pañales, hasta grandes cambios como mudanzas o la llegada de un hermanito.

Con los pares

Otro aspecto a destacar, a partir de los tres años, es la sociabilización con sus pares; la importancia de tener amigos, de interactuar y compartir intereses similares con niños de la misma edad.

Además, resulta fundamental que los adultos a cargo habiliten situaciones de aprendizaje: lectura de cuentos, tiempo para cantar y bailar, dibujar, pintar, etc. Ofrecer experiencias desde el arte, como herramienta para explorar el mundo, es una gran idea para potenciar la creatividad y dar rienda suelta a la imaginación. Los niños son creativos e imaginativos de base; hay que dejarlos ser para potenciarlos.

Por último, es sustancial que se conecten con la naturaleza, que aprendan a disfrutar al aire libre, que puedan ensuciarse, correr, trepar, caerse, volver a empezar.

Una construcción

La felicidad no es un hecho ni un estado permanente. Es una construcción, un trabajo de cada día. Y, en la niñez, es un trabajo conjunto entre el niño y el entorno que lo rodea. En este aspecto, Guerendiain considera importante aclarar que un niño feliz no es un niño que sonríe todo el día y se divierte. Sino que su felicidad estará dada por cómo transita las frustraciones, cómo atraviesa enojos y, por supuesto, por la contención y acompañamiento que le brindan los adultos.

Subrayó la importancia de que lo adultos pongan límites seguros que lo contengan y cuiden y que apoyen emocionalmente al niño para que pueda recuperarse de esos estados que no son tan gratos. Adultos que acompañen en elaborar los conflictos, buscar soluciones, reparar errores, que le den un papel activo al niño en su propia vida, en vez de solucionarles o evitarles todos los problemas.”

Como conclusión, la psicóloga agrega: “para que existan niños felices, necesitamos adultos presentes, conectados, que ofrezcan las posibilidades de crecimiento y juego que los pequeños necesitan, acompañando su gestión emocional, con empatía y límites sanos. Así, el niño podrá ser niño y florecer”.

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