El pueblo donde el cielo llovizna lumbre

El pueblo donde el cielo llovizna lumbre

Pedro Páramo y Comala, un murmullo de polvo desde el otro lado del río de la muerte. Por Carmen Perilli - Para LA GACETA - TUCUMÁN

19 Marzo 2023

Cuando Juan Rulfo terminó su única novela en 1955 quiso titularla Los murmullos pero le advirtieron que ese nombre ya existía. Ese contratiempo produjo uno de los títulos más impactantes, Pedro Páramo. 159 páginas donde se hilvanan numerosas fibras: la búsqueda del padre, el fracaso de la revolución, la presencia de la muerte, la fuerza del amor, la importancia de la memoria. Un libro con estructura de mito que parece dejar fuera la historia. Juan Villoro señala que la historia mexicana abraza ese pueblo con nombre de infierno, Comala. Una literatura marcada por el imaginario revolucionario que, al mismo tiempo, aprovecha los resortes de la gran literatura fantástica. La trama está llena de viajes hacia ninguna parte: “El camino sube o baja según se va o se viene”. Comienza con la impactante frase “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Juan Preciado, el Telémaco mexicano, es un niño abandonado. Por una promesa a la madre viene a cobrarse el olvido. Rulfo no concede nada al lector, salvo indicios. Abundio que abre y cierra el libro, y resulta ser otro hijo del caudillo. Salvo en los recuerdos idealizados de Dolores Preciado, Comala es un desierto triste donde ya no quedan más que restos del poder del caudillo: “Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera la boca del infierno”. No hay gente, sólo fantasmas, almas en penas “este pueblo sin ruidos” cubierto por yerba mala. La geografía es irreal: “La llanura parecía una laguna transparente”. “Todo parecía como estar en espera de algo”. Había estrellas fugaces. “Caían como si el cielo estuviera lloviznando lumbre”. Un mundo poblado donde se cierne una curiosa neblina. “Se me perdió el pueblo. Había mucha neblina o no sé qué…”

Poco a poco el muchacho acepta que está en un mundo lejano y hasta su cuerpo suelta amarras. La historia del líder se desgrana de a poco y reúne el ansia de violencia y amor. La poca gente desaparece “como si no existiera”. Todas las mujeres giran a su alrededor, todos los hijos son suyos y sólo uno, Miguel, lleva su nombre. Se apropia de las tierras, elimina a sus enemigos, compra al padre Rentería pero no puede reducir a Susana San Juan. El pueblo está lleno de gritos, ruidos, susurros, pláticas, ecos, canciones lejanas aunque las calles están solas. Damiana Cisneros le dice “Este pueblo está lleno de ecos”. Y aunque no hay árboles se siente el ruido de las hojas. Lo alojan los hermanos incestuosos, pero se siente mal. “Y es que no había aire”. Dorotea, que comparte la tumba, le cuenta que lo hallaron tirado y Juan Preciado por fin acepta: “Me mataron los murmullos”. En ese momento comprendemos que todo el texto transcurre en una suerte de purgatorio donde se encuentran esos espectros, despojados de todo. “Ya déjate de miedos” le dice la mujer. Todos están desposeídos, sólo poseen la culpa que los condena a vagar sin derecho a la muerte y a salir de Comala: “Hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo”. Juan Preciado escucha los cuentos, entre ellas la de Susana San Juan, la mujer mítica que arde de amor por Florencio. Pedro Páramo, ese rencor vivo, sufre de un amor no correspondido. Ante la indiferencia del pueblo por su duelo decide cruzarse de brazos y dejarlo morir de hambre hasta que Abundio lo mata. Acaba desmoronándose como un montón de piedras.

Para Carlos Fuentes “Pedro Páramo se resume en el espectro de nuestro país: un murmullo de polvo desde el otro lado del río de la muerte”. El camino elegido es la precariedad, la cercanía de la palabra al silencio, trabaja con la pobreza y la escasez. Un libro renovador cuya modernidad es deslumbrante. Cuando recibió el Premio Nacional de Literatura Juan Rulfo dijo “No recuerdo quién dijo que el hombre es una pura nada. No algo, no cualquier cosa, sino una pura nada”. “Desviviéndonos por conocer, aunque sea un tantico de la vida”.

© LA GACETA

Carmen Perilli - Doctora en Letras, especialista en Literatura latinoamericana

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