Claudia Piñeiro: “No hay que dejar de hablar”

Claudia Piñeiro: “No hay que dejar de hablar”

La autora de El tiempo de las moscas –su última novela- afirma que si bien a veces duda en escribir en las redes por las agresiones que recibe, no se debe ceder a la presión que busca que dejemos de hablar. En esta entrevista, Piñeiro habla sobre la regulación en internet, su participación en el debate público, las mujeres y la política en la literatura, la serie El reino –de la que es coautora- y la trama de su nuevo libro.

 Claudia Piñeiro Claudia Piñeiro
19 Marzo 2023

Claudia Piñeiro no necesita mayor presentación. Se ha convertido en referente del policial negro -multipremiada y traducida en varias lenguas- y también en una voz potente a contramano del conservadurismo, la estrechez y los rígidos lineamientos que reprimieron al género femenino, socavándolo de albedrío. Ese debe ser que encorsetó a la mujer durante siglos. Siguiendo un periplo parecido, en un avión se dijo que debía dejar su puesto como ejecutiva en una multinacional –viajaba a San Pablo por una auditoria-para dedicarse a escribir a tiempo completo. En 2005 pegó el salto con Las Viudas de los Jueves (Premio Clarín y película en 2009) y desde entonces, no bajó más. Sorprende quizá por eso, su natural amabilidad y predisposición para responder las preguntas a este cronista con una delgada voz de deshoras, teniendo en cuenta que se encuentra en Europa presentando El Tiempo de las moscas pero también “en plan familiar de vacaciones”. Lejos del huso horario y del vedetismo, Piñeiro agradece “el interés” y responde cada pregunta enviada por WhatsApp- la única forma posible, dadas las circunstancias-, casi como interactúa en las redes sociales que ahora repasan sus fotos en París y donde anuncia la segunda temporada de El Reino, la serie que co-escribió para Netflix.

Pero hablamos ahora del nuevo libro, una correlación de Tuya, otro suspense criminal publicado hace 18 años. En “el tiempo de las moscas” todo se ralentiza, cuenta el texto, pasa cuatro veces más lento que para las personas. Y todo sería diferente si dispusiéramos cuatro veces más de tiempo para pensar nuestros actos. Conocida por su precisión, Piñeiro debió tomar clases de criminología: para interiorizarse sobre un veneno tomó un curso de entomología forense, donde alguien una vez le dijo: “qué raro que una mujer se interese en estos temas”.

-El tiempo de las moscas es una continuación de un personaje, Inés Pereyra. ¿Por qué este personaje y esa trama? Hay cambios concretos entre el tiempo de Tuya y el del nuevo texto…

-Nunca había hecho una continuación. No estaba en los planes pero el escritor Guillermo Martínez, de quien soy muy amiga, fue a dar un curso a EE.UU. y llevó varias novelas latinoamericanas, entre ellas, Tuya. Y me dijo “tenés que seguir con este personaje”. Me lo planteé porque el personaje asesina a la amante de su marido y termina en la cárcel, y yo no conocía nada de ese mundo. El me recordó El Talentoso señor Ripley de Patricia Highsmith y el grado de empatía que tenemos con ese hombre pese a haber asesinado. Pensé: qué alta me dejó la vara. En la pandemia volví a pensarlo y me di cuenta que habían pasado 15 años y que la protagonista podía salir por buena conducta. Inés, este personaje tan machista y conservador sale a un mundo totalmente distinto por los cambios exponenciales que encuentra en la calle. Uno de esos cambios es su apellido: ahora es Experey, por su condición de ex. Su vida, que antes creyó perfecta, pasó a ser una vida artificial por sus vínculos con “mujeres reales” en la cárcel.

-Los tópicos del feminismo le son propios… ¿cuánto hay de ficción o de la autora en la construcción de un personaje como Inés?

-Casi todo es ficción. Lo que pasa es que una le presta diferentes cosas al personaje sin que eso signifique que se le parezca. En el caso de Inés hay cosas de su obsesión que yo conozco y comparto sin que yo sea ella. En la novela hay una mirada de la sociedad con los ojos de una mujer que sale de la cárcel a un mundo diferente donde las reglas de ser mujer cambiaron. Quizás sea afín a su sentimiento respecto a ciertas cosas. Algunas de esas reglas las acepta y otras disimula aunque no le guste. Creo que es una novela muy contemporánea. Yo quería contar la historia de Inés y La Manca -su amiga, una mujer golpeada por su padre-. Salen al aquí y al ahora y encuentran los grupos LGTB, entre otros temas relacionados con el género. El movimiento con sus contradicciones y con cuestionamientos hacia el afuera pero también hacia dentro.

-Hablando de cambios…hay varios en la literatura. ¿Se reconoce hoy parte de este fenómeno actual de las escritoras argentinas en el mundo?

-No creo que se trate de un boom o fenómeno. Yo creo que hay escritoras latinoamericanas que escriben extraordinariamente bien y que por ciertos cambios en el mundo las grandes editoriales y los jurados de los concursos han puesto el ojo en ellas por su talento y que es por eso que se leen en distintos idiomas. Las reglas de los hombres que mandaban han cambiado. El predominio de los hombres continúa pero las mujeres tenemos otra visibilidad: Mariana Enríquez, Selva Almada y Samanta Schweblin, Fernanda Melchor, Alejandra Costamagna, Pilar Quintana o Valeria Luiselli.

-¿Cómo fue incursionar en la televisión en El Reino? ¿Esperaba ese grado de repercusión, considerando el tema complejo que se aborda en la serie?

-Con Marcelo Piñeiro, con quien escribimos el guion, nos dimos cuenta de que iba a ser una serie con repercusión pero nunca imaginamos la masividad. Había trabajado con Ricardo Rodríguez, Mario Segade, Gustavo Belatti, grandes autores argentinos, pero fue mi primera vez en un streaming como Netflix. Mis libros se traducen bastante después en otras partes del mundo: la serie en cambio se estrenó en más de 70 países al mismo tiempo. El mismo día a la misma hora, una persona que hablaba en cualquier idioma podía estar viendo El Reino y eso me impactó mucho. Al estrenarse, te paraban en la calle para preguntarte de la serie.

-Tiene una postura asumida de compromiso respecto a muchos temas…

-La literatura es contar una historia, no mucho más que eso, pero nos permite explayarnos sobre temas que la exceden. En mi caso, cuando tomo una posición pública respecto al aborto, las leyes que pretendían el 2x1 para genocidas en Argentina, la Ley de Humedales, salimos a pelear porque sabíamos que teníamos las vías para hacerlo. Son formas de sentar una postura a largo plazo desde una convicción profunda. Al menos yo lo hago con algún tema urgente con el que que muchas personas necesitan de una voz escuchada diciendo, pidiendo o exigiendo, hago uso de esa posibilidad. Lo siento una responsabilidad que debo asumir.

-¿A quiénes admira?

-Un modelo referente siempre es el de José Saramago. Lo destaco por su coherencia con sus ideas y en lo que hizo en su vida fuera de la obra, sobre todo porque hay escritores o artistas que empiezan con unas ideas y terminan con otras, que tienen ciertas inconsistencias respecto a lo que decían cuando eran menos conocidos.

-Como otras personas públicas, participó en debates en Twitter y quedó expuesta a los eventuales troleos. ¿Qué reflexión hace de las redes sociales?

-Que existe una falta de regulación. Nosotros desde el feminismo venimos denunciando ataques tremendos. Cuando todo el mundo habla mal de alguien y luego ese alguien es agredido/a en la calle, lo escupen o lo insultan puede haber estado incentivado por las redes. Creo que ese odio se filtra a la realidad y me parece muy peligroso. Las redes no han podido responder a esto. Cada vez que hemos denunciado nos responden “no creemos que sea algo para cerrar la cuenta”. Yo he recibido videos explícitos de ataques sexuales a mujeres que me decían: esto te va a pasar, o mandan fotos de un Falcon verde diciendo “vamos a pasar por tu casa” y las redes no consideran que sean agresiones. Creo que esa falta de regulación a veces es a propósito, tal vez por el propio negocio. Si no nos cuidan ellos, tenemos que hacerlo nosotras. Yo a veces dudo en poner cosas que escribía porque después me tengo que aguantar un montón de agresiones gratuitas pero creo que así actúa el fascismo: intenta que uno deje de hablar. No hay que dejar de hablar. La extrema derecha difunde muchos temas solo para captar votos de esos fascistas y empoderar una creencia.

- Inevitablemente debo preguntarle sobre la política argentina… ¿De qué manera el país tiene incidencia o se filtra en su literatura?

-La política partidaria argentina no se me ha filtrado sino que he tomado a veces el contexto que podía registrarse en cualquier otra parte del mundo. Escribí, por ejemplo, de una forma de hacer política del tipo marquetinera, focus group y ese tipo de cosas. Pero al contar la sociedad también se debe referenciar la política y de alguna manera contás lo que pasa en tu país en términos de situación social. Un punto de vista que puede ser el de Inés en El Tiempo de las moscas o el de Mavi en Las Viudas de los Jueves o el de Alfredo en Catedrales sobre cómo la política moldea una sociedad. Son recortes de un punto de vista de la sociedad en su conjunto, cada uno en su momento.

© LA GACETA

Perfil

Claudia Piñeiro (Burzaco, 1960) es escritora, dramaturga y guionista. Publicó Las viudas de los jueves, Tuya, Elena sabe, Las grietas de Jara, Betibú, Un comunista en calzoncillos, Una suerte pequeña, Las maldiciones y Catedrales. El Tiempo de las moscas es su última novela. Entre otros premios, ha ganado el Clarín de Novela, el  LiBeraturpreis, el Sor Juana Inés de la Cruz, el Pepe Carvalho y el Dashiell Hammett. El año pasado fue finalista del International Booker Prize.  Es coguionista de la serie El reino. Varios de sus libros fueron llevados al cine. Es una de las escritoras de habla hispana más traducidas.

Por Sergio Silva Velázquez

Para LA GACETA - Tucumán

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