Caso Báez Sosa: “Se piensa sancionar y no prevenir la violencia juvenil”

Caso Báez Sosa: “Se piensa sancionar y no prevenir la violencia juvenil”

La opinión de Moeykens, juez de Menores, sobre el caso

“Si bien este fue un episodio que involucró a jóvenes deportistas (rugbiers), la violencia no es ni del rugby como deporte, ni juvenil por la situación etaria de los involucrados, sino más bien es social.Hay que trabajar sobre esa violencia social porque los chicos la consumen cotidianamente desde la primera infancia en la televisión, en los videojuegos y en los canales de streaming”. De esta manera analizó el caso del homicidio de Fernando Báez Sosa, por el cual hoy habrá sentencia, el juez Penal de Niños, Niñas y Adolescentes del Colegio de Jueces del Centro Judicial Capital, Federico Moeykens. “Por suerte no asistimos todos los días a episodios de violencia de esa naturaleza, en el que hay un muerto. No es la regla general. Pero lo que sí roza la regla es la violencia como forma de resolver un conflicto entre jóvenes”, dijo Moeykens. Este fue el diálogo

- ¿En qué debe ponerse énfasis para contrarestar este tipo de violencia?

- Hay trabajar sobre estadísticas, que el Estado comience a recolectarlas a través de las distintas áreas donde se desenvuelven los adolescentes y los jóvenes. Por ejemplo, ¿Tenemos idea de cuantas peleas hay cada a año a la salida de un boliche? ¿Hay muchos episodios, cuántos? ¿Dónde? ¿Y a la salida de los colegios? ¿Qué pasa con las fiestas privadas? ¿Cuál es la realidad en los clubes? Y me refiero a todos los deportes en este punto y no solo al rugby. Hay que trabajar sobre datos concretos como parte del abordaje que requiere la problemática de violencia juvenil en el país.

- ¿Cómo cree que se puede abordar la visibilidad de casos como el de Fernando Báez Sosa con jóvenes y adolescentes en general?

- Creo que las personas adultas, quienes trabajan en las instituciones públicas, las organizaciones no gubernamentales y las familias, tienen que empezar a transmitir que esto ya no es viable en una sociedad que ha avanzado en materia de derechos humanos y violencia. El trabajo con los jóvenes debe empezar en la familia y afianzarse paulatinamente en la escuela primaria a través de charlas, conversaciones, y fundamentalmente con casos concretos. Por ejemplo, la mediación escolar es una herramienta de justicia restaurativa útil para trabajar los conflictos que surgen en la escuela para cuya solución no sólo se trabaja con los involucrados directos sino con toda la comunidad en la búsqueda de una solución que pacifique, pero también, que repare y sobre todo reintegre al ofensor y al ofendido. Debemos fomentar que desde la primera edad comience a entenderse que la violencia surgida de un conflicto afecta a toda una comunidad, como una gota de tinta que contamina un vaso de agua. Parte del problema es también que no escuchamos a los chicos. La Convención de los Derechos del Niño en su artículo 12 habla de un derecho fundamental, el derecho a ser oído. ¿Cuánto escuchamos a los chicos? Creemos saber lo que necesitan pero no le damos la participación suficiente para crearles una verdadera “conciencia anti-violencia”. Empezar a desmembrar esto sería un auspicioso comienzo.

 - ¿Cuáles son los datos en Argentina con respecto a la violencia entre jóvenes? ¿Aumentan los casos de peleas juveniles?

- Lamentablemente no contamos con información precisa al respecto. Lo que pasó con Fernando Báez Sosa fue un caso de querer resolver un conflicto a través de la violencia. Eso pasa y es común. Sin ir más lejos, en el mes de octubre del año pasado, por ejemplo, se difundieron imágenes de una brutal pelea dentro de un boliche en el sur de la provincia donde no sólo estaban involucrados varones sino también mujeres. De todos modos, es claro que violencia entre los jóvenes varones para resolver los conflictos es más frecuente porque se ve como una forma de mostrar la masculinidad y allí tenemos otro problema puesto que el caso Báez Sosa nos debe interpelar también sobre el modo en el que concebimos la hombría y los significados de la misma profundamente arraigados a estos mandatos o esteriotipos. El problema es que el debate en la sociedad parece haberse estancado en que el crimen de Fernando no quede impune y nadie habla sobre qué hacer para que un hecho tan aberrante no vuelva a suceder; es decir, se piensa más en sancionar la violencia juvenil que en prevenirla. Como punto de partida aquí me parece necesario dirigir los discursos de prevención de la violencia de género a los varones y no solamente a los destinatarios de la violencia, que son generalmente las mujeres.

- ¿Cree que ahí están las causas de este tipo de delitos?

- Sin lugar a dudas, es el origen de la gran mayoría de los delitos, que por otra parte tienen como respuesta la más violenta que pueda dar el Estado: el castigo a través de una pena. El constante consumo de violencia por parte de los chicos, lo que ocurre en las redes sociales, repercute en su realidad diaria. Muchos de los episodios de violencia entre jóvenes, quizás la mayoría, hoy se originan a través de las redes sociales. Entonces me parece que una de las cuestiones por las que se tiene que empezar a trabajar, no sólo desde las instituciones del Estado, porque el Estado somos todos, la familia también, es identificar de qué manera podemos empezar a mitigar la violencia naturalizada en la sociedad y que le transmitimos a los jóvenes.

- ¿Qué rol les cabe al Estado y también a la sociedad para involucrarse y evitar estos casos? ¿Cuál es la forma de prevenirlos?

- En un Estado democrático de derecho y en un sistema republicano de gobierno, lo principal es empezar a trabajar sobre las causas que generan estos episodios de violencia que a veces terminan en un delito. Un homicidio, una lesión grave. Lo fundamental es la prevención. El Estado debe empezar a sensibilizar, a concientizar. Primero, sin lugar a dudas, las personas que son especialistas en cuestiones juveniles o en violencia juvenil, comenzar a transmitir que los conflictos se pueden resolver de otra manera. Creo que hay dos áreas fundamentales: la familia y la escuela, donde los chicos están a diario. Incluso cuando se aplica la justicia penal, porque es emplear el poder coercitivo del Estado, es aplicar también de alguna manera una violencia que está legitimada. No hay que etiquetar a los jóvenes ni estigmatizarlos, sino simplemente verificar qué sociedad futura queremos, porque esos chicos van a crecer algún día y van a seguir transmitiendo esa forma de resolver el conflicto a través de la violencia física. Las campañas de concientización y de sensibilización son importantes, el trabajo de los medios de comunicación también, el artículo 17 de la Convención de los Derechos del Niño involucra al periodismo en la publicación de noticias que tiendan a proteger los derechos humanos de los chicos y de manera de concientizar, de sensibilizar sobre su situación. No hay que esperar una sanción, una condena, porque nuestro Código Penal tiene penas muy duras y aún así los episodios violentos continúan. Creo que las medidas concretas son diálogo, concientización y sensibilización en la familia y en la escuela. Y donde no hay familia o escuela, donde hay un derecho vulnerado, tiene que estar el Estado a través del Sistema de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes.

- ¿Cree que estos casos de violencia juvenil pueden prevenirse a través de penas ejemplificadoras?

- No caben dudas de que desde que empezó el juicio, el trato mediático de los jóvenes acusados fue cuanto menos el de monstruos irredimibles y, a partir de allí, la mayoría de la sociedad influenciada por esta corriente sienta su confianza en la prisión perpetua como una solución al caso. Decir que una prisión perpetua a ocho jóvenes no repara el sufrimiento de la familia de Fernando Báez Sosa se asimila rápidamente con defender la impunidad. Pero es necesario hacer el esfuerzo de escuchar los matices. Si hay pruebas, debe haber condenas. ¿Qué se gana situando a estos jóvenes rugbiers, conocidos en Zárate por sus costumbres violentas, como personas excepcionalmente malas que se deben excluir para siempre de la sociedad? ¿Será que es una manera de evitar una pregunta más profunda sobre las violencias cotidianas? ¿Decidir que ocho jóvenes de 20 años no saldrán de la cárcel durante medio siglo eliminará la violencia callejera, los asesinatos en patota? Nadie quiere escuchar estas preguntas, pero creo que es necesario hacerlas. Por encima de la ley penal y el Código Penal están la Constitución Nacional y tratados internacionales que dicen que las penas deben resocializar a las personas. A partir de allí me pregunto ¿Cómo vamos a resocializar a una persona cuando tiene 20 años, si le das perpetua? Plantear estos matices que presenta el caso no implica justificar la acción violenta de ocho jóvenes. El pedido de justicia por Fernando Báez Sosa no debe ser solo un show mediático repetido en todos los canales, sino también una oportunidad para que como sociedad nos interpelemos sobre qué debemos cambiar para evitar que estos delitos vuelvan a repetirse.

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