Punto de vista: La moneda común es el diablo de la botella

Punto de vista: La moneda común es el diablo de la botella

Por Gustavo F. Wallberg - columnista invitado.

05 Febrero 2023

El Ministerio de Economía de la Nación aclaró varias veces que la moneda del Mercosur, a llamarse “sur” (si naciera), sería moneda común y no única, un artificio para el comercio intrarregional y nada más. El peso y el real, por ejemplo, seguirían existiendo. La idea no es fomentar la integración sino aliviar la presión sobre las reservas del Banco Central de Argentina.

Ya hay una moneda común para el comercio exterior distinta de la propia de cada país y es el dólar. Pero dicha divisa es buscada para muchos otros propósitos, lo que puede generar problemas de escasez. Véase el comercio entre Argentina y Brasil en 2022. Tuvo un saldo negativo para Argentina estimado en 3.365 millones de dólares. Eso significa una demanda por dólares que termina impactando en las reservas del Central. Si la moneda estadounidense no hiciera falta ese monto no se detraería y las reservas serían mayores en dicha cifra.

Por ahora el gobierno y el BCRA dispusieron mecanismos para demorar o evitar el uso de la divisa, por ejemplo habilitar el acceso a ella varios meses después de lo usual en la práctica del comercio exterior. Quien no consiga espera (crédito) de su proveedor extranjero, o no compra o usa sus propios dólares. Esto último no estaría mal, si no se pusieran trabas a las operaciones que permiten conseguirlos como los diversos cupos cruzados a operar con dólares MEP, CCL, Cedear y dólar oficial. Es decir, que el Banco no intervenga no estaría mal si efectivamente no interviniera en nada, si el mercado de moneda extranjera operara libremente. Pero no lo hace. El Central ni entrega dólares ni los deja conseguir.

En ese contexto el gobierno argentino está negociando la flexibilización de algo que ya existe en el Mercosur, el Sistema de Pagos en Moneda Local (SML), que permite a los empresarios operar en el comercio exterior en su propia moneda. Si un argentino importa de Brasil usando el SML paga en pesos y el Banco Central de Brasil le entrega reales al exportador brasileño, y al revés para la exportación hacia Brasil. A la vez las operaciones son convertidas a dólares por los bancos centrales, se calculan los saldos y entre las entidades se pagan por la diferencia.

El importador no necesita adquirir dólares cada vez que hace una transacción, sus costos operativos son menores al no realizar cambios de moneda y las reservas del Central son más estables, aunque pese a sus ventajas no es un sistema muy utilizado. Y Argentina busca mayores plazos para liquidar la diferencia, así ganar tiempo en la decisión de a quién cargar el costo de retrasar o trabar la importación.

La moneda común funcionaría en ese marco. Sería un SML en el que los empresarios operarían en su moneda local pero la conciliación entre los Centrales se haría con sures, no con dólares, y aquel con saldo comercial positivo se quedaría con ellos. Así, en los bancos centrales no variarían las reservas en dólares. Suena bien para Argentina pues las reservas no bajarían en el saldo negativo, pero dudoso para Brasil pues no subirían. Además, está el inconveniente de qué hacer con el excedente de sures.

Tal vez usarlo dentro del mismo país, pero no luce razonable. Argentina tiene saldo negativo por lo que aquí no se vería ni un sur (en sentido figurado; la moneda sería sólo un registro contable). Y en Brasil el valor del real es muy estable y por lo tanto cumple las funciones de una moneda, no como el peso: medio de cambio, unidad de cuenta, depósito de valor y patrón de transacciones diferidas. En consecuencia, el Central brasileño acumularía sures sin sentido.

Una posibilidad para usar el sobrante es comprar más productos argentinos, pero ¿por qué si ya adquieren lo necesario? Únicamente si bajaran de precio, es decir, si valieran menos dólares o si el peso se devaluara en términos del sur. Como fuere, fomentar el equilibrio de balanza comercial se acerca al mercantilismo, control gubernamental del comercio exterior que no ayuda al desarrollo.

Otra posibilidad es buscar más países que quieran adherir al sur, y aquí aparece Robert Louis Stevenson, quien escribió, entre otros, el cuento “El diablo de la botella”. En el relato hay un demonio encerrado en una botella que concede todos los deseos a su poseedor, pero si éste muere siendo dueño del recipiente su alma irá al infierno. La clave es tener la botella el tiempo suficiente para satisfacer los principales deseos pero no tanto como para correr el riesgo de morir. Pero sacarse la botella de encima requiere venderla a menor precio del que se pagó por ella y en moneda acuñada. No parece problemático… hasta que se llega a las monedas de baja denominación. Así hay que pasarse el tiempo buscando a quién transferir la botella antes de que no sea posible venderla por falta de cambio.

Pues bien, a alguien hay que colocarle los sures. La moneda común funcionará mientras haya nuevo comercio que la use. En particular, si Brasil hace ingresar al acuerdo a un país con el que tenga saldo comercial negativo así le pasa los sures sobrantes de su comercio con Argentina. O a un grupo de países con los que en conjunto tenga saldo negativo para netear los sures. Así, Argentina y Brasil tratarían de vender un demonio que otorga el deseo de no depender del dólar (marketing de liberación del imperialismo mediante y consignas así) cuando en el fondo es un crédito encubierto sin vencimiento para que Argentina gane tiempo hasta encontrar cómo detener la sangría de dólares.

Aunque en realidad cómo hacerlo es sabido. Existen muchos ejemplos en el mundo, incluso en la región, y justamente Brasil es uno. El punto es animarse a pagar el costo de la tarea. Trabajar en serio en vez de buscar una botella mágica. O maldita.

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