Hay políticos que entienden mucho e ignoran poco de política exterior y son estadistas. Están, por el contrario, los que ignoran mucho y entienden poco y son (para tomar la nomenclatura que inmortalizó Lionel Messi en Qatar 2022) bobos. Y están los gobernantes argentinos, que son perfectos: no entienden nada. Legítimamente nada. Y no entender nada es una instancia sublime. Digna de sólo unos pocos. No cualquiera es capaz de no entender nada de nada.
La semana que termine expone en toda su dimensión esta inigualable condición lograda por el cuarto gobierno kirchnerista.
Con la celebración de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el oficialismo nacional intentó convertir a la Argentina en un “paraíso de dictadores”, para que los violadores de derechos humanos de la región vinieran a blanquear sus figuras (cada vez más penales) y a ensayar su discursito de víctimas del imperialismo.
Aprovechó la temporada Miguel Díaz-Canel, masivo encarcelador de cubanos que protestan por tener libertad de expresión y conexión a internet. La Revolución Francesa, la madre de las revoluciones, alumbró uno de los conceptos más reveladores de la historia: el moderno concepto de “lo público”. Lo privado ya existía: todos los súbditos de las monarquías absolutas conocían de sobra las privaciones. Pero después de 1789, surge un ámbito nuevo: ahora hay espacios que son “de todos”. Los gobiernos, en la modernidad, son emblemáticos en ese sentido: administran la república. La “res publicae”. La “cosa pública”.
Tributarios de aquel hecho histórico, los patriotas que concretaron la -precisamente- Revolución de Mayo consagraron el primer gobierno criollo al calor de la demanda de publicidad de los actos de gobierno: “el Pueblo quiere saber de qué se trata”.
Tras dos siglos de evolución social y política (presuntamente, claro está), la Argentina recibió con honores a un represor de la libertad de expresión y del derecho a reclamar ante las autoridades, que encarcela a quienes sólo piden poder saber y contar qué pasa en el régimen.
Daniel Ortega, que estableció que en Nicaragua es un crimen disputarle democráticamente la Presidencia (metió presos a todos los candidatos a jefes de Estado de la oposición), se bajó temprano del convite. También se ausentaron, por cierto, todos los organismos de derechos humanos de este país: ni una palabra dijeron sobre la invitación a los dictadores de la región. ¿Los nicaragüenses, los cubanos, y los venezolanos no tienen derecho a los derechos humanos?
Pero lo de Nicolás Maduro fue paradigmático. La vocera presidencial recitó un trabalenguas para evitar responder por qué este país, que durante el siglo XX sufrió casi un golpe de Estado por década, iba a ser anfitrión de un dictador caribeño que ha hecho de la persecución ideológica, los presos políticos y la violación de los derechos humanos la sagrada trinidad de su régimen. “No es que nos parece todo bien lo que está sucediendo, pero mucho menos nos parece todo mal”, dijo (para usar un verbo elegante) Gabriela Cerruti sobre el horror al cual la dictadura chavista somete a su pueblo. Queda claro: no entender nada es en sí mismo un arte.
“Está más que invitado”, aseguró después el presidente Alberto Fernández, exhibiendo orgulloso el doble estándar kirchnerista en materia de democracias. Acierta el Gobierno cuando repudia el golpismo bolsonarista contra el gobierno genuino de Luis Inácio “Lula” Da Silva. Pero es fabulosamente incoherente cuando avala la antidemocracia venezolana. Para el cuarto gobierno “K”, las penas son de nosotros y los autores de los golpes son ajenos…
Sin embargo, Maduro tampoco vino. A último momento canceló su viaje, porque desde dirigentes de la oposición hasta venezolanos asilados en la Argentina pidieron la detención del déspota. Con ello, Maduro completa su perfil: es un tirano con temores de tirano: el caso de Augusto Pinochet. En diciembre de 1998, quien había sido el sanguinario dictador de Chile viajó a Gran Bretaña para someterse a una operación. Cuando estaba internado, llegó la orden de detención del juez español Baltasar Garzón: genocidio, terrorismo internacional, torturas y desaparición de personas fueron algunos de los cargos formulados. Quedó detenido hasta marzo de 2000 y aunque retornó a Chile, su final estaba sellado: sus últimos años fueron un calvario judicial, infinitamente más benigno que el infierno al que sometió a miles de personas.
Hemiplejia mental
Como el cuarto gobierno kirchnerista tiene una perfección sin fisuras en materia de no entender nada de política exterior, decidió impulsar en la Celac un reclamo de institucionalidad. Décadas de relato maniqueo lo autoconvencieron de que nadie iba a darse cuenta de que Alberto Fernández y Cristina Kirchner son los líderes, también, del primer “fans club” de dictadores de la región. Pero, por desgracia para ellos, hay otros gobernantes latinoamericanos que no son bobos. Y que tampoco son perfectos ignorantes de las relaciones internacionales.
El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, reclamó que la Celac sea un foro internacional y no un “club de amigos ideológicos”. Luego se encargó de demostrar que ser gobernante y ser coherente no está vedado en otras naciones. En primer lugar, repudió que militantes de derecha, afines al ex presidente Jair Bolsonaro, tomaran por asalto las sedes de los tres poderes de Brasil en la capital de ese país. En segundo lugar, y luego de escuchar a algunos de sus pares proponer que en el documento final de la cumbre se incluyeran apelaciones a la democracia, a la institucionalidad y a los derechos humanos, hizo tronar el escarmiento. “Hay países acá que no respetan la democracia, los derechos humanos ni las instituciones. No tengamos una visión hemipléjica según la afinidad ideológica”, desenmascaró. No le hacía falta nombrar a Venezuela, Nicaragua ni Cuba. Esos países gobernados por amigos de Alberto y de Cristina que ayer nomás, en julio de 2022, se dejaron retratar, muy sonrientes en Managua, con Mohsen Rezai, funcionario iraní acusado de ser uno de los autores ideológicos del atentado contra la Argentina por medio de la voladura de la AMIA, que dejó 85 compatriotas muertos y más de 300 heridos.
Claro que algún defensor de la perfección kirchnerista en materia de nada entender sobre política exterior probablemente impugne al uruguayo por su filiación política de derecha. Pero por esas cosas de Mercurio retrógrado, otro presidente, en este caso militante del Partido Comunista, coincidió con las demandas de Lacalle Pou. Gabriel Boric, de Chile, reclamó, en primer lugar, la liberación de los “opositores que aún se encuentran detenidos de forma indigna” en Nicaragua. En segundo término, exigió elecciones libres en Venezuela.
A estas alturas, los lapsus en los que incurrió el Presidente de los argentinos son lógicos. El primero consistió en confundir a Maduro con su difunto predecesor. “No tengo noticias de que el presidente (Hugo) Chávez no vaya a venir”, dijo temprano, cuando la prensa ya sabía lo que él ignoraba: Maduro no venía. Chávez, comprensiblemente, tampoco. El segundo acto fallido fue demoledor: “Y con esto, inauguro la Cumbre de las Américas”, aseveró cuando, en realidad, estaba dando por iniciada la cumbre de la Celac. Alberto, de verdad, debe haber querido estar en otra parte: en otra cumbre. Y en otro tiempo. Uno en el que Chávez presidía Venezuela y él recibía órdenes de otro Kirchner: Néstor Carlos, de quien fue jefe de Gabinete.
Autoconstruyendo…
Esta soberbia muestra de no entender a la perfección la política exterior fue coronada por Sergio Massa. El ministro de Economía de la Argentina, en un hecho que sólo los perfectos pueden entender, subestimó a la hermana nación rioplatense. “Uruguay es el hermano menor del Mercosur”, declaró el ex intendente de Tigre.
Días antes, el Banco Central del Uruguay había dado a conocer los resultados de la encuesta de expectativas de inflación y de cotización del dólar para este año que realiza entre los agentes económicos de ese país. Respecto de la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC), el promedio arrojó que los uruguayos terminarán 2023 con una inflación del 7%. En 2022, por cierto, fue del 9%, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
En cuanto a la cotización con la moneda de Estados Unidos, los agentes económicos del vecino país creen que sufrirá un aumento de entre uno y cuatro pesos uruguayos. Por caso, el 26 de enero de 2022 la valuación era 1 dólar = 39,14 pesos uruguayos. La de ayer fue 1 dólar = 38,95 pesos uruguayos. Sí: la moneda oriental se apreció respecto de la estadounidense.
En Argentina, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, la inflación acumulada del año pasado fue del 94,8%. En enero de 2022, el dólar oficial cotizaba 104 pesos argentinos. Ayer, en las pizarras del Banco Nación, cerró en 184,25. El dólar “blue”, hace un año, cotizaba $ 220. Ayer cerró a $ 384. Menos mal que es ilegal…
Hay tanto por aprender de los hermanos menores… Pero mientras Massa confirmaba que, definitivamente, él es perfecto para el cuarto kirchnerismo, el propio Presidente de la Nación le daba una entrevista a un medio de Brasil para explicar que todo lo que pasa a la economía Argentina es responsabilidad, fundamentalmente, de los ciudadanos de este país. “Gran parte de la inflación es una que los economistas llaman ‘inflación autoconstruida’, que es la inflación que está en la cabeza de la gente. (…) La gente lee en el diario que va a subir el combustible entonces empiezan a aumentar por las dudas”, explicó.
El problema, claramente, es pensar. En un uno de los ocho países con mayor superficie del planeta, aumentan los combustibles (como el 4% de esta semana) y “la gente” razona que eso impactará en el costo de insumos, materias primas y mercaderías. Sólo la perfección del cuarto gobierno kirchnerista podía darse cuenta de que ahí estaba el problema: si alcanzaran el “Nirvana K” donde da la impresión de que no se entiende nada de nada, no habría angustia por el mañana, dolor por el presente ni mundanas preocupaciones como la de una vida digna. Una parte del funcionariado ha llegado a obtener esa “iluminación”. Por supuesto, los que no lo han hecho, los opositores, los cuestionan. Pero “los que han despertado” idean una Argentina donde no hay pobreza, donde la inflación es una “idea”, donde la inseguridad es una sensación, y donde impera la democracia en Venezuela, en Cuba y en Nicaragua.
“Parece Disneylandia”, dijo Lacalle Pou cuando le pidieron una opinión sobre la descalificación de Massa hacia su país. Pero se equivoca el uruguayo: el país que “autoconstruye” el pensamiento del cuarto gobierno “K” no “parece”: es. Disneylandia queda aquí. Por supuesto, nadie es perfecto (Lacalle Pou incluido). Con excepción de los que nos gobiernan…