13 Diciembre 2022
Una reconocida confitería céntrica monteriza fue el escenario, según denuncia, del intercambio de golpes de puño entre el intendente y un concejal de nuestra ciudad. El bochornoso suceso, que llegó a conocimiento de los monterizos desparramados por el país y el mundo, vía redes sociales, nos colocó (una vez más) como centro de la desvergüenza de la que hacen gala nuestros “beneméritos” dirigentes. No nos olvidamos aún del concejal destituido por celebrar su cumpleaños en plena cuarentena, al frente mismo del hospital local, donde médicos y pacientes batallaban contra la mortal pandemia. El detonante de la riña habrían sido los reiterados cuestionamientos del concejal y su par, ambos de Acción Regional, en torno al arbitrario manejo de los fondos públicos, fundamentalmente a los de la cuestionada obra de la plaza principal. ¡Oh casualidad! Días antes, ambos concejales fueron víctimas de la imparable ola delictiva que azota Monteros y que, pareciera, condimentó también el encono entre dichos funcionarios. Es oportuno recalcar la absoluta falta de transparencia de los recursos que maneja la familia que está en estos momentos a cargo del municipio. Sí, porque ahora ya no se habla de individuos sino de grupos familiares, que toman los bienes del Estado como patrimonio personal, y por ende, hereditarios. A tal punto llega el sentido de “pertenencia”, que molesta sobremanera cualquier reclamo de rendición de cuentas, por más obvio que sea. Esa es la manera en que, actualmente, nuestros funcionarios conciben el manejo de la cosa pública. Pero esto pareciera ser sólo un detalle sin importancia para los miles de monterizos (y monterizas) que renuevan con su voto, las lamentables gestiones que después todos debemos sufrir. Una vez más se aplica el viejo y conocido refrán: “no tiene la culpa el chancho, sino el que le da de comer”.
Ricardo A. Rearte
Pasaje Díaz Vélez 66 - Monteros
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