Del stream del “Kun” al Twitch de Luis Enrique: el cambio de paradigma comunicacional avanza en el fútbol

Del stream del “Kun” al Twitch de Luis Enrique: el cambio de paradigma comunicacional avanza en el fútbol

Los futbolistas se sienten cómodos en ese espacio protegido, se sueltan. ¿Por qué enojarse?

Del stream del “Kun” al Twitch de Luis Enrique: el cambio de paradigma comunicacional avanza en el fútbol

Lionel Messi y sus compañeros charlan con el Sergio “Kun” Agüero vía stream. Se ríen, cuentan alguna intimidad, cargan a Alejandro “Papu” Gómez por su corte de pelo, simulan una pelea por los vaivenes en el chat del grupo. La transmisión es capturada al vuelo y se convierte en contenido de canales deportivos, de YouTube, de toda clase de portales de noticias. El acceso de Agüero a un lugar al que la prensa no llega -la “cocina” de la Selección- lo convierte en una herramienta comunicacional clave y en tiempo real. Los futbolistas se sienten cómodos en ese espacio protegido, se sueltan. A fin de cuentas, están charlando con un amigo, tal vez sin saber -o sin que les importe- que esas imágenes son transmitidas casi en cadena nacional.

“A lo mejor, Luis Enrique renuncia en un stream”, afirma, casi fuera de sí, Josep Pedrerols. Se trata del conductor de “El Chiringuito”, el programa de debate futbolero más popular de España. La eliminación de la selección fue un disfrute para los muchachos de “El Chiringuito”, fuertes críticos de Luis Enrique. Pero, ¿qué era lo que más enojaba a Pedrerols y compañía? ¿Qué el DT no hiciera bien o su trabajo que hubiera decidido apelar al Twitch como vía de relacionarse en forma directa con el público? Las transmisiones de Luis Enrique, en pleno Mundial, alcanzaron una gran audiencia.

El miércoles, el día de la Selección nacional fue un hervidero de versiones acerca de la situación física de Rodrigo De Paul. Desde antes de la práctica ya se especulaba sobre su condición, todo reafirmado tras el entrenamiento (a puertas cerradas) en la Universidad de Qatar. Se dijo de todo: desde que estaba desgarrado y se perdía el resto del Mundial hasta que era apenas una molestia sin importancia. Ya caída la noche en Doha, el propio De Paul apeló a Instagram para postear: “Todo está bien”.

Si la guerra en Ucrania demostró la vigencia de la prensa desde su tradicional rol de aportar información chequeada y confiable, el Mundial de Qatar representa la otra cara de la moneda. Los cambios de paradigma en materia comunicacional se aceleran y aquí saltan a la vista. Los protagonistas establecen puentes de comunicación directos con el público; prescinden de los históricos intermediarios -los medios- para transmitir sus mensajes. Eso les permite establecer sus propias reglas, hablar de lo que quieren y cuando quieren, evitar la interpelación de una pregunta incómoda. A las audiencias, por ahora, las seduce este juego de sentirse cara a cara con sus personajes favoritos. A un clic de distancia.

El stream de Agüero con sus ex compañeros es el ejemplo más acabado. En ese espacio digital las reglas son otras; no hay un periodista que pregunta y un entrevistado que responde, se desarman las relaciones de poder y las jerarquías. Lo que el “Kun” propone es más bien la reproducción -en vivo- de una juntada de amigos, en la que prima la distensión. Por eso los jugadores entran y salen de cámara con total naturalidad. Nadie está obligado a hacer o a decir. Agüero invita y los demás participan a su manera. Sería un stream más de los millones que circulan segundo a segundo por la web, pero la realidad es que arrasa en el rating a cualquier otra producción periodística elaborada en Doha. Va más allá de ser una noticia simpática y convocante; se convierte en un contenido de altísima penetración multimedia.

Por las calles de Doha circulan, casi chocándose, influencers, youtubers y tiktokers de todo el mundo. Todo muestran más o menos lo mismo, la cuestión para ellos es cómo diferenciarse, cómo lograr que su video sea el más visto, el más likeado, el más viralizado. No es sencillo, sobre todo porque los temas se agotan. ¿Cuántas minihistorias más podrán elaborarse en los shoppings qataríes, montando un camello o en el mercado de Souq Waqif? De todos modos, hace tiempo la FIFA ha tomado nota del fenómeno y analiza cómo abordarlo. ¿Habrá en el próximo Mundial acreditaciones para quienes elaboran contenidos por fuera de los medios? Este debate está planteado.

El Gobierno de Qatar y las empresas involucradas en el negocio del Mundial extendieron miles de invitaciones a creadores de contenidos digitales independientes. No tienen acceso al sector de prensa, pero sí al “hospitality” en los estadios (los palcos VIP). Un posteo de 20 segundos en el Instagram o el TikTok de un influencer con millones de seguidores es la mejor publicidad imaginable. Contenidos, además, que escapan al escrutinio que el ojo de la prensa propone. Ningún invitado al Mundial andará posteando cómo viven en Qatar los inmigrantes; hacinados, sin derechos laborales y trabajando en condiciones de semiesclavitud.

Luis Enrique hizo punta en un terreno que ofrece ilimitadas posibilidades. No pasará mucho tiempo hasta que jugadores, entrenadores, dirigentes y cualquier otro protagonista ligado al mundo del fútbol inaugure su canal de Twitch y lo elija para comunicarse cara a cara con sus seguidores. Es lo que sucede desde hace años en todos los ámbitos de la vida en sociedad.

Para los medios se trata de un nuevo paradigma -uno más- que ofrece la apasionante época que nos toca transitar. La cuestión es qué camino elegir a partir del fenómeno. Puede ser el del enojo, como el de los periodistas de “El Chiringuito”; o la resignación de subirse a un stream como el del “Kun” Agüero para no quedarse afuera de la novedad; o la incredulidad (que es en realidad impotencia) por el impacto masivo que un influencer consigue con algún posteo de 30 segundos. Mucho se habla de estos temas en los centros de prensa en Qatar. Hay colegas de todo el mundo preocupados, temerosos por el futuro de la profesión, lo que deriva en una posición de absoluto rechazo, en especial a los influencers, a quienes ven como los potenciales (y banales) cronistas del futuro. Demasiada inquietud cuando la receta siempre estuvo a mano: insistir con el periodismo de calidad. La forma en la que cada protagonista decida comunicar sus mensajes seguirá cambiando de manera incesante.

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