Con ustedes, el último pescador artesanal de perlas de Doha: Saad Ismail Al Jassim

Con ustedes, el último pescador artesanal de perlas de Doha: Saad Ismail Al Jassim

“Buceo para las perlas, buceo para poder comer, buceo por placer; siempre lo haré", cuenta el hombre de 87 años.

Con ustedes, el último pescador artesanal de perlas de Doha: Saad Ismail Al Jassim

Voy a intentar ser lo más honesto y objetivo posible en este viaje en el tiempo que les propongo hacer. Antes de comenzar voy a reconocer mi sana envidia a la evolución de este país cuyo tamaño apenas cubre la mitad de nuestro querido y tan intoxicado de vicios (se los dejo a su elección) Tucumán. Repito, me refiero a la evolución de Doha, a su mutación de ciudad vestida de caseríos hechos de barro dedicada al comercio de ganadería, al trueque y a la pesca de perlas, a este país futurista dueño de obras apenas imaginadas por mi cabeza en algún sueño delirante, gracias al descubrimiento de petróleo y gas en sus tierras.

Lo más impactante es que apenas pasaron 100 años desde aquella panorámica casi desértica a esta increíble transformación, acompañada de la más alta evolución tecnológica posible en el planeta.

A lo largo de estos años de transición quién jamás dejó de hacer lo que aprendió a los 18 fue Saad Ismail Al Jassim, el último pescador de perlas artesanal en actividad de Doha y del pequeño emirato.

Hoy, a los 87 Al Jassim me cuenta a su manera -nada simpática- que nunca dejará de bucear. “Buceo para las perlas, buceo para poder comer, buceo por placer; siempre lo haré, ¿me entiende?”.

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La mañana siguiente de haber llegado a la capital qatarí escuché por algún lado la historia del “último pescador de perlas”. Me habían comentado que tenía un negocio en la zona de Souq Waqif, el mercado que sirvió como piedra basal de los cimientos del país. Si para nuestros pueblos criollos el cabildo y la iglesia eran los eslabones principales de la cadena evolutiva, acá lo fue el Zoco.

Hice lo que debía, pero al revés: en vez de encarar los principales accesos y terminarlos, arrancaba por uno y justo antes de cruzar su límite elegía pasillos aledaños. Caprichoso, decidí encontrar la casa de Al Jassim sin ayuda de nadie.

Hasta que un día decidí romper mi propio GPS, me pierdo entre un local de alfombras y tejidos locales y me sorprendo del negocio que está pegado, como si hubieran encastrado una caja de madera con paneles de vidrios sucios, radios viejas sin partes funcionales y una ristra de varios collares… de perlas.

Con ustedes, el último pescador artesanal de perlas de Doha: Saad Ismail Al Jassim

En la fachada menos pensada, por lo que significa una perla, estaba lo que podemos suponer una joyería exclusiva. Lo que no ayudaría al dueño en este caso es que por fuera se parece a todo menos a una joyería de perlas.

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La tercera fue la vencida. Había pasado por el negocio de Saad y estaba explotado de mirones. Sentí que el ambiente no ayudaría, porque seguro el hombre iba a estar trabajando. Hasta que una mañana di en el clavo. O mejor dicho con la tabla de clavos de acero de medio metro de largo que Saad me exigió sacar y ver en uno de los laterales del mostrador que utiliza de escritorio.

Nuestra entrevista fue algo dictatorial, con poco margen de negociación. Me presenté, le dije que soy Argentino, tucumano y que en representación del diario LA GACETA estaba en Qatar haciendo la cobertura del Mundial de fútbol. “Espereme, ya estoy con usted”.

Fueron unos minutos los que aguardé hasta que Al Jasim logró unir la última perla.

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Mientras lo veo haciendo sus manualidades indago sobre la diferencia de precios entre un collar y otro. Los que estaban a mano iban desde 2.400 riales, algo así como 700 dólares, a los 650 riales. “No puedo decirle todo esto, son muchas perlas, son muchas numeraciones. Solo te digo que tienes que tener buen ojo cuando estás bajo el agua. No es fácil encontrarlas”, ok, me quedo con lo de “brillo y presentación diferentes”.

Justo cuando creo que este hombre de mar empieza a ablandarse, me cae un turco y lo saca de eje. La verdad, amigos, flojo el supuesto colega del canal de TV de Turquía. Ni permiso pidió y empezó a hablarle en árabe a Saad y a solicitarle una entrevista “ahorita mismo”. Leonardo, pintado.

Con ustedes, el último pescador artesanal de perlas de Doha: Saad Ismail Al Jassim

Lo bueno de este cascarrabias es su palabra. “No ve que lo estoy haciendo ahora. Espere o grabe lo que le digo a él en inglés”, no quisiera estar bajo el mando de Al Jasim. No es gritón ni contestón, es su forma de ser fría como témpano de hielo. Lo bueno, vale decirlo, es cómo te dice las cosas. Si no le gusta algo, no lo caretea. En fin, volvamos.

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Parpadeo los ojos porque veo en Al Jasim al Morfeo de Matrix. Me da a elegir dos caminos. “Quieres preguntar o yo contarte mi historia. Si eliges preguntar, no sacarás todo de mí”, o sea, ya saben cuál camino tomé.

“Si tengo que hablarles de un pescador de perlas, el buzo navega en un barco grande, integrado por el capitán, su ayudante, los buzos y sus respectivos ayudantes. Hay 3 cosas que necesitamos con nosotros: 1) el peso que te ayuda descender -una piedra grande con un ojal hecho grande hecho de piola para que entren los pies- y una cuerda que sostiene el ayudante para subirnos; 2) La red donde recolectamos las perlas; y 3) un clip que nos ponemos en la nariz para contener la respiración por dos minutos mientras buceamos a 14 metros de profundidad”, excelente.

Saad fue evidencia en estado puro. Mis ojos fueron testigos del lastre, la red y el clip que utilizaba. Hasta me mostró cómo se utiliza.

El pescador de perlas puede pasar hasta cuatro meses en altamar, buceando desde el amanecer hasta el atardecer. Realmente es un trabajo agotador que requiere de una dieta bastante precisa.

“Desayunamos dátiles con café árabe y para las comidas preparamos arroz con pescado y jarabe de dátiles, que es muy importante para los buzos, por tres razones: te da energía, te ayuda con la digestión y te quita la sed”.

El monólogo de Al Jasim corre a la par de dos señoras que se muestran indecisas sobre las perlas que desean modelar para su respectivos maridos. El empleado de Al Jasim les ofrece anillos a modo de ganga como para complementar. “Apenas 100 riales”, sí baratos pero se nota que no son de primera calidad como los collares que exhiben sus cuellos.

“Eso es todo lo que tengo”, me dice Saad y me echa fli. Lo bueno comenzó después…

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Entre las curiosidades de las vidriera del úinico local de perlas de Doha sobresalen varias fotos en blanco y negro de un señor de bigotes haciendo poses de fisicoculturismo. “Sí, soy fisicoculturista”, me responde el hombre como si aún estuviera en actividad. Hombre de pesas, hombre de mar, Al Jasim se mantiene en vida por sus pasiones. Hay más.

“Me he acostado en planchas con clavos de acero, me he acostado sobre vidrios rotos”, revela el dueño de este local que te invita a una búsqueda del tesoro de su propia existencia. De a puchitos, se fue soltando.

Con ustedes, el último pescador artesanal de perlas de Doha: Saad Ismail Al Jassim

En confianza, le pregunto a Saad sí enseñó a bucear. Me responde que no, entonces me pongo en papel de interesado en aprender el arte de la pesca de perlas y solicito ayuda. “Si sabés nadar, buscá a alguien que te enseñe a usar un snorkel y después hablamos de nuevo”, ok, ok ok, entendido.

Nos vemos en la próxima.

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