Hacia dónde va el dólar
Hacia dónde va el dólar

El precio del dólar es una preocupación casi permanente en Argentina, aunque hoy no haya uno solo. Porque existe un llamado Mercado Único y Libre de Cambios que no es único (son al menos quince) ni libre (hay cupos y restricciones para operar) y casi ni mercado (el principal actor es el Estado y por lo tanto el grado de libertad de los intercambios es mínimo). Y aunque tal vez no haya unanimidad en las consecuencias de tal esquema casi la hay en que no puede ser permanente. De allí las especulaciones sobre el precio futuro de la divisa.

Una surge de analizar el tipo de cambio real, que es el poder de compra interno de los dólares. El caso sencillo toma sólo el comercio exterior. Si los precios domésticos crecen más rápido que los del mundo los bienes nacionales se hacen relativamente más caros que los importados. En consecuencia, se demandan más productos extranjeros. Si pasa eso se demandan más dólares, con lo que el tipo de cambio nominal aumenta hasta que el mayor precio de la moneda extranjera iguale el precio en pesos de los bienes importados con el de los domésticos. Es decir, el precio del dólar subiría por la diferencia entre la inflación interna y la internacional de modo de mantener la situación del comercio exterior. Hacia allí tendería el tipo de cambio en situaciones de normalidad. Si la intervención estatal lo mantuviera fijo o con una variación menor a la diferencia mencionada habría un atraso cambiario, en el que cada dólar podría comprar menos dentro del país por no compensar la pérdida de poder adquisitivo del peso con una mayor cotización. Entre los varios problemas que traería para la economía estaría la pérdida de competitividad de las exportaciones.

El comercio internacional no es lo único para el mercado cambiario, pero es central para este tipo de análisis. Otro mercado relevante, el de inversiones fijas, se mueve más despacio que el comercial de modo que su adaptación y sus efectos son de más largo plazo. Y del mercado financiero, por su volatilidad, puede pensarse una influencia pasajera sobre el tipo de cambio real en un país como Argentina donde no hay continuidad de políticas económicas.

Pero si el atraso cambiario trae problemas, ¿por qué se lo busca? Porque hay quienes creen que el dólar es causa de inflación y pretenden fijarlo para combatirla, pero como bien muestra la experiencia, incluyendo a Jorge Rafael Videla con José Alfredo Martínez de Hoz y Cristina Fernández con Axel Kicillof, no es así e incluso puede ser al revés. Y también porque durante un tiempo da beneficios al consumidor pues abarata los artículos importados y los viajes al exterior, generando bienestar que aunque no sea sostenible suma votos.

¿Qué pasa cuando se devalúa o se libera el mercado cambiario? Primero, debe advertirse que el Banco Central devalúa todos los días. A un ritmo mensual menor que la inflación, lo que acrecienta el atraso, pero más rápido que meses antes. Tal vez en 2023 el gobierno caiga en la tentación de pedir que se frenen esas devaluaciones para usar el atraso como carta electoral, pero habrá que ver si se puede. Depende de las reservas del BCRA.

Y si no se puede, valgan algunos cálculos. El último mes de cierta normalidad cambiaria, sin cepos, trabas ni mayores incertidumbres fue julio de 2019.

Desde entonces el índice del tipo de cambio real multilateral que elabora el Banco Central, que computa las monedas de los países con los que se comercia desde Argentina, muestra hasta octubre de 2022, último dato disponible, una caída de casi 20 por ciento.

Para volver a la situación de julio de 2019 debería haber una suba del precio del dólar del 24 por ciento. Para octubre de este año hubiera sido un dólar mayorista a 189,21 pesos por unidad, cuando estaba a 152,59 en promedio. Si el gobierno lograra para marzo su objetivo de una tasa porcentual de variación mensual del IPC que comience con tres (y que sea más bien 3,5 que 35) podría especularse con un dólar mayorista no atrasado para entonces de unos 235-240 pesos por unidad. Claro, en un país normal. Como Argentina no lo es, los varios dólares que hoy tienen mayor cotización que la mostrada se deben a incertidumbre, reglamentaciones y restricciones que generan escasez artificial.

Ahora bien, el tipo de cambio real implica en el mediano y largo plazo una adaptación a las condiciones de fondo de la economía y por eso suele tomarse como guía un promedio de años anteriores. Tal método tiene el problema de que conviven períodos de economía muy intervenida con otros no tanto, pero vale la pena hacer la especulación. Comparando con el promedio de los diez años anteriores a julio de 2019, octubre de 2022 estaba un 19 por ciento abajo, lo que implica un ajuste a la suba de casi 24 por ciento. Estos resultados mostrarían que julio de 2019 es un buen punto de referencia pues tenía un tipo de cambio real muy similar al de la década anterior.

Por cierto, si la liberación fuera forzada por las circunstancias, como una corrida contra el peso y la imposibilidad del Banco Central de detenerla, en vez de ser parte de un plan integral lanzado por políticos confiables, debe esperarse una sobrerreacción como en 2002. El fin del uno a uno multiplicó por cuatro el precio del dólar, que descendió luego hacia fin de año pero sin llegar a ser inferior a 1,40 peso por dólar, la cotización que hubiera recuperado a fines de 2001 el valor real de inicios de los 90. De allí que la estimación expuesta y sus actualizaciones pueden considerarse un piso para cualquier flexibilización del esquema actual.

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