Massa sigue apostando al “plan Aguantar” al cierre de un año tormentoso

Massa sigue apostando al “plan Aguantar” al cierre de un año tormentoso

La inflación y el dólar siguen siendo los ejes estructurales de la economía argentina

Inflación y dólar siguen siendo las principales preocupaciones del Gobierno al cierre de un año traumático para la economía. El dólar blue cierra una semana con más baja y termina en torno de los $ 312, mientras que las cotizaciones financieras lo superan en precios (MEP a $ 318 y Contado con Liquidación cerca de los $ 326). La demanda de divisas seguirá al alza en la medida que se aproximen las vacaciones del verano. La necesidad de dólares para fortalecer las reservas del Banco Central ha llevado al equipo económico que lidera el ministro Sergio Massa a apostar a la liquidación de soja para captar aquellas divisas, ofreciéndole a los agroexportadores un tipo de cambio de $ 230 por unidad. Los economistas advierten que, si bien es probable que se obtengan los U$S 3.000 millones que se captarían por la medida, el “dólar soja 2” no deja de ser otra pesada carga hacia el futuro. “El dólar soja, más tarde o más temprano, pasará a ser el dólar oficial, lo cual implicará una devaluación del orden del 30%, con el consiguiente impacto sobre los precios internos”, anticipa Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano.

En la Argentina siguen prevaleciendo los tironeos políticos y los desafíos económicos, y en ese sentido el “dólar soja 2” en las últimas ruedas está despertando preocupaciones a partir de una menor liquidación y saldos en la acumulación de reservas, crucial para las metas del FMI y como “puente” hasta la próxima cosecha, aún cuando la severa sequía continúa siendo un condicionante respecto de la oferta futura, señala por su parte, el economista Gustavo Ber.

Mientras se evalúa la dinámica del “dólar soja 2”, en especial tras los amargos resultados de las últimas ruedas, el Banco Central podría estar una vez más inclinado a acelerar el ritmo del “crawling-peg”, en busca de achicar los efectos monetarios por los tipos de cambios diferenciales, mientras se espera el próximo dato de inflación y por ahora se decide mantener las tasas, indica el analista de mercado. “Aunque en medio de idas y vueltas, los dólares financieros vuelven a verse por momentos más presionados a partir de una mayor demanda por cobertura, algo previsible frente a la montaña de “roll-over” de deuda por delante y las necesidades de financiamiento fiscal - acentuadas a fin de año - en medio de un menor apetito por pesos”, puntualiza Ber.

A un año de finalizar su gestión, el actual gobierno no explicitó un programa de estabilización y crecimiento económico. Se fue actuando sobre la marcha, pero no hubo el agregado de previsibilidad para un adecuado proceso de toma de decisiones. Por eso es que se habla del “plan aguantar”, afirma a LA GACETA el economista Eduardo Robinson. En el mercado y en el mundo empresario surgen varios interrogantes. Por ejemplo, ¿cuánto tiempo puede ganar Massa con este esquema? ¿La Argentina podrá cumplir la meta del 60% de inflación en 2023 heredando casi 100% en este año que se va? ¿Podrá evitarse una devaluación del dólar oficial? ¿Habrá menores restricciones a las importaciones? ¿Podrá evitarse una reestructuración de la deuda interna en pesos? ¿Habrá mayor ajuste fiscal en un año electoral? Contestar todos estos interrogantes no es sencillo. Por ahora, el propio ministro de Economía anticipó que el Índice de Precios al Consumidor de noviembre tiende a reducir su expansión. “Bajar la inflación es más efectivo que los aumentos de salarios para recuperar poder adquisitivo”, acotó.

Sin embargo, Robinson señala que, hasta ahora, no se han resuelto ninguno de los problemas fundamentales que tenía y tiene la economía argentina. Por ejemplo, expone, si bien durante 2020 se logró reestructurar la deuda con los bonistas, a juzgar por el indicador riesgo país, no se logró restablecer la confianza. En consecuencia, la Argentina aún está fuera de los mercados de deuda voluntaria internacional. La reestructuración logró postergar vencimientos que empezarán a ser exigibles a partir de 2024, pero no fue suficiente esa postergación de pagos para recuperar confianza, y el problema central es que es una economía que desde hace más de una década está estancada, sintetiza el consultor. Robinson detalla otras cuestiones pendientes:

-El PBI per cápita no crece. Por lo tanto, las dudas que genera la sostenibilidad de la deuda, aún no se han despejado. Por ello el gobierno debe recurrir al financiamiento vía emisión de moneda o colocaciones crecientes de deuda en el raquítico mercado de capitales local. Con las consecuencias que ello trae de presiones inflacionarias en el primer caso y de estrangulamiento a la inversión privada en el segundo.

-El acuerdo con el FMI, rechazado por una parte del propio gobierno hacia fines de marzo pasado, tampoco logró recuperar confianza dada la pobreza en materia de reformas estructurales que implico. Sólo metas cuantitativas de emisión monetaria, reservas internaciones y déficit fiscal. Pero, no es un acuerdo que haya mejorado la visión de largo plazo de la economía. La economía argentina perdió el rumbo del crecimiento y la competitividad. Es una economía estancada, que no atrae inversiones y que por lo tanto, no puede ampliar su capacidad productiva, sólo tiende a crecer el tamaña del sector público en todos sus niveles lo que lleva a un déficit crónico del sector público y que en los últimos años se ha tornado infinanciable, puntualiza.

-Para cubrir el déficit el gobierno recurre a la emisión de moneda, lo que termina impactando en tasas de inflación crecientes. No es la guerra, es la política económica que genera inflación. El relativo estancamiento de la producción de bienes y servicios, con emisión monetaria y caída de la demanda de dinero, es lo que lleva a la suba de precios. Una economía que funciona sin objetivos de competitividad, cuyo principal requisito es precisamente la estabilidad macroeconómica. Que no pudo resolver el problema de la restricción externa, es decir, la falta de dólares para mantener un flujo adecuado de importaciones, pese a los múltiples cepos que existen.

-Como no tiene un plan consistente y al mismo tiempo no tiene dólares suficientes en las reservas del Banco Central, diseña dólares a medida. Así el llamado dólar soja, que implica comprar reservas al costo de emitir y hacer crecer el pasivo monetario remunerado del Central, finaliza Robinson.

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