Qatar 2022: Un amor de Rusia a Buenos Aires sin escalas

Qatar 2022: Un amor de Rusia a Buenos Aires sin escalas

Gustavo Dos Reis y Ana se conocieron en el último Mundial y a pesar de la distancia, apostaron al amor y dieron el “sí”

OTRO MUNDIAL. Tras haberse conocido en Rusia, Gustavo y Ana celebraron la victoria de Argentina. OTRO MUNDIAL. Tras haberse conocido en Rusia, Gustavo y Ana celebraron la victoria de Argentina.

A Gustavo Dos Reis y a Ana los conocí durante un vivo para LA GACETA en Tik Tok. Era la noche de apertura del FIFA Fanfestival de Doha y yo estaba cebado con mi primer vivo con los seguidores del diario, mostrándoles el show de Maluma. Iba “serpenteando” entre la multitud buscando camisetas argentinas y Gustavo, fue algo así como un lucero entre tantos internacionales que intentaban seguirle el ritmo sin suerte a la figura colombiana. Imaginen entonar un estribillo en español, cuando el oído está acostumbrado a tu idioma de origen, la mayoría árabe. Mmmm.

Entonces me encuentro de “pechito” con la pareja de argentinos, o al menos eso pensé por la “pilcha” de “Gus”. “Yo sí soy argentino, de Avellaneda”, me dice. “Ella no, pero entre los dos podemos contarte nuestra historia de amor”, esa melodía fue como mostrarle sangre a Drácula. Obvio que sí, amigos.

Quedamos en vernos otro día por el zoco. Yo estaba en vivo y ellos ya se iban. Estaban fundidos del cansancio.

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Ya les hablé acerca del zoco, el único sitio de Doha a donde fui un par de veces. Todavía no pude perderme por sus pasadizos internos. Allí brotan los negocios con venta de productos locales y restaurantes típicos de la región. En uno de ellos, puedo asegurar (perdón viejita querida) haber desintegrado mi paladar, con un hummus con castañas de cajú (carne de cordero y oliva). De otro planeta.

Con “Any” y “Gus” nos juntamos en un “barcito”. Su techo está decorado con banderas de países relativamente vecinos y su pequeña cocina estoqueada con unas tartas tan infartantes como el humus. Tuve la suerte de probar una laminada en café y una mousse tan suave y sutil, como el gol de “Leo” (Messi) a México.

Pedimos una limonada de menta y una máquina del tiempo. La historia de “Gus” y “Any” se remonta a cuatro y medio atrás. Fue durante el Mundial de Rusia 2018, el flechazo.

“Recién llegado al hotel de Moscú, una ‘pocilga’ que ni te cuento, bajo con mi amigo Cristian a recorrer la ciudad. Lo único bueno de la covacha era su ubicación, porque hasta los ronquidos de las habitaciones contiguas escuchábamos. Salgo del hotel y me cruzo con ‘Any’. Fue un flechazo inmediato. Le dije a Cristian que siga solo”, la mirada sincera apuntando hacia sus esposa, y ella devolviéndosela, era todo lo que necesitaba para confirmar que Cupido está en todos lados y sabe unir cuando el idioma es una barrera.

“Te juro que si el traductor del celular se quedaba sin batería, lo mismo nos entendíamos con la mirada”.

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En ese tiempo “Any” dedicaba sus horas despiertas a trabajar. Es personal trainer y en aquel entonces daba clases en dos gimnasios que tenía a personal de diferentes embajadas, una de ellas, la de República Checa. En sus ratos libres, la pareja aprovechaba para saber un poco más el uno del otro. Entremedio, los partidos de la Selección. “Yo seguí con mis amigos, la amistad es sagrada y no iba a dejarlos colgados. Vimos los partidos, viajamos y cuando nos eliminaron me vine nuevamente a Moscú. Decidí cancelar el pasaje y me quedé una semana más”.

La despedida fue como toda película romántica con final incierto. Gustavo debía regresar, la agencia de autos necesitaba del jefe. Sin embargo, nunca dejaron de estar en contacto. “Quedamos en volver a vernos y como era difícil que le den la visa para ingresar al país coordinamos para vernos en un punto de Suecia. Yo tenía que viajar a Londres por cuestiones laborales, así que me quedaba cerquita”, y así, en ese primer reencuentro post mundial, la relación cambió título de amor de verano a amor quizás para toda la vida. “Estuvimos 10 días, pero yo tenía que volver por trabajo. Ahí ya estábamos muy enganchados y yo ‘metejoneado’ con ella. Lo peor era que no sabía si iba a volver a verla”..

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“Es un poco difícil entender a los argentinos. Primero, no usan ni ‘las eres’ ni ‘el vosotros’. Es otra forma de hablar”, se queja un poco de los tonos “Any”. Pasaron tres años desde que vive en Buenos Aires y todavía le cuesta un poco.

Gustavo la describe como una mujer súper luchadora. “Ella fue quien más hizo sacrificios por la pareja, desde empezar a tomar clases de español en una academia hasta dejar su vida allá”. Ella interrumpe y aclara. “Para él hubiera sido muy difícil mudarse a Rusia. El idioma es complicado”.

Un “no me venís a buscar” fue la bandera verde de Gustavo para viajar nuevamente a Moscú, conocer a sus futuros suegros en una ciudad de Siberia y armar las maletas. La promesa fue que todos los años iba a volver.

Sucedió en la pandemia; los encerró en la casa de Avellaneda y la promesa quedó en veremos. A nosotros nos sirvió para fortalecer la pareja, pero también la podría haber destruido”, explica Gustavo. “Seguimos tan enamorados como el primer día”, aporta Ana.

Y justo cuando la covid-19 cede, estalla la guerra de Rusia con Ucrania. “No estoy de acuerdo, creo que los rusos no estamos de acuerdo. Es una obsesión de nuestro presidente Putin”, se lamenta. El gobierno ruso anticipó que en caso de ser necesario, sus ciudadanos deben reportarse al ejército. Y eso es lo que más le preocupa a “Any”. Tiene familiares con edad para enlistarse.

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Gustavo pudo cumplir su palabra de volver a Rusia, antes de que la pareja pisara suelo qatarí. Fue complicado por el cierre de la mayoría de las rutas aéreas. Solo había una de entrada, por Estambul, Turquía, y otra de salida, por Dubai.

Le pregunto a Gustavo si no sintió miedo de ingresar y después no poder salir. “Por lo que ella hizo por la pareja yo no podía decir que no. Se lo debía”.

El 30 de agosto pasado el señor y la señora Dos Reis, dieron el sí en un registro civil de Avellaneda. Las hijas de “Gus”, Belén (21) y Carolina (19), estuvieron más contentas que los flamantes recién casados.

Hoy, la vida los tiene recorriendo los estadios, apoyando a la Selección. Cuando este nuevo sueño mundial concluya, emprenderán el regreso a casa. Gustavo seguirá al comando de la concesionaria y Ana, de las clases online de fitness a sus alumnos de Rusia.

Nada cambió en el trabajo, salvo el pequeño gran detalle que gracias a un Mundial, se juraron amor eterno y piensan pasar el resto de sus días juntos.

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