Si algo se extrañó en la cancha fue el calor del desierto

Si algo se extrañó en la cancha fue el calor del desierto

Al duelo inaugural le faltó fiesta en las tribunas; sólo Ecuador puso la música ante una Qatar que no estuvo nunca en partido

CONFIANZA CIEGA. En Ecuador están felices con el trabajo del técnico argentino Gustavo Alfaro. Al equipo ya le pusieron “Alfaroneta”. CONFIANZA CIEGA. En Ecuador están felices con el trabajo del técnico argentino Gustavo Alfaro. Al equipo ya le pusieron “Alfaroneta”.

Como si hubieran acordado términos en una charla previa, como la de los técnicos a sus jugadores antes de salir a la cancha, las dos aficiones, la del local y la de los visitantes, acomodaron a sus “hinchas más gritones” con una geometría diferente. Qatar optó por un rectángulo y Ecuador, con mayor cantidad de camisetas, por un cuadrado, ambos enfrentados a la vista en las plateas bajas.

Esa era la postal tomada desde la zona de pupitres de la prensa, antes, durante y después de un partido sin equivalencias en el que el campeón de Asia quizás no fue tal y quedó en posición de sparring en decadencia, sin pólvora en las manos para relanzar su carrera profesional a peleas por el título.

Era sabido que el dueño de casa no tenía mucho vuelo en las acciones de las casas de apuestas. Se habló mucho en la previa al partido inaugural de sus probabilidades, de su esperanza en dar la sorpresa y lograr el segundo lugar del Grupo A. Mencionarlo hoy con el diario del lunes en la mano suena tan ilusorio como imaginar un elefante volar sin haber tomado impulso antes. Ni una ni otra. imposible.

En cambio la duda entre los hinchas de Ecuador era saber qué había en la cabeza del entrenador Gustavo Alfaro. Qué táctica pensaba proponer. “Si hacemos un gol de entrada podemos golear. Si no, podemos sufrir; se tirá atrás y nos complicamos el partido”, fue el análisis de un NN que contó con el apoyo familiar al entregarle su concepto a LA GACETA, viaje en metro mediante. Faltaba el café y la conversación hubiera durado más que el viaje hasta Al Bayt.

Lo curioso de esta apertura mundialista no fue el fútbol, tampoco el partido. Si de sinceridad se trata, lo destacable fueron los primeros minutos de Ecuador, sus dos goles, y que el primer gol del Mundial 2022 fue intervenido por el VAR.

Enner Valencia había aportado al primer presagio del amigo que nos cruzamos en el tren. A los 3 minutos había roto la débil defensa local con una hermosa ejecución. Hubo festejo generalizado, rezos y toda la parsimonia de la mayor emoción del fútbol: el gol. Era el primero del Mundial, el primero de Ecuador.

De hecho, la pelota ya estaba en el círculo central lista para abrir de nuevo. Pero pasó lo que Ecuador no hubiera querido, que el juez italiano Orsato escuche a su conciencia por uno de sus auriculares y ésta le diga que vuelva todo atrás porque la jugada de valencia estaba inhabilitada por fuera de juego. La diferencia entre gol y no gol fue un pelo no depilado en la rodilla del delantero del Fenerbahce turco. Eso. Y como pasa en Argentina, hubo que esperar cual parto natural el resultado.

No podemos indagar demasiado en si las gargantas de los “barras” necesitaban alcohol o no para jamás cortar su aliento. Bastaba con recordar lo que dijo el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, “los aficionados pueden sobrevivir tres horas sin tomar cerveza, como ocurre en España, Francia y Escocia”, ¿será?

No sé si el Pro o Cambiemos participó de la gesta del cántico central de los fanáticos de Ecuador, quizás algo hubo. Su estribillo preferido fue el conocido “sí, se puede…” Lo bueno para ellos es que el partido se resolvió tan rápido que ni flash pudo alcanzarlo en el pique corto. “Sí se pudo…”. Un minuto después de decretada la media hora de juego, un doblete de Valencia había consumido toda esperanza qatarí. Si el primero no era anulado, pelota para Enner…

Y les digo consumado porque lo que pudo haber significado el descuento para Qatar tendrá un alumno eternamente rindiendo en el marzo escolar, “cabezazo recto al arco rival”. Almoez Ali, en una soledad absoluta, como años atrás debe haber sido la imagen de esta zona del desierto ahora convertida en un gigantesco estadio de fútbol y próximamente en ciudad, se comió el gol del 1-2. Solito, insisto, solito él y su alma, despilfarró una de las dos grandes oportunidades de Qatar. Justo cuando se apagaba el primer tiempo, y otro cuando las vales del cronómetro ya ardían.

Chau partido inaugural del Mundial, ahora se nos viene el bailongo. Todo muy lindo, pero se extraña un poco más de calor en las tribunas.

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