Los distintos rostros del certamen

Los distintos rostros del certamen

De repente, la línea roja del subte de Doha dejó de funcionar en la estación de Corniche y todos los pasajeros fuimos guiados por auxiliares durante ochocientos metros a la estación más cercana. Advertidas de que llegará una avalancha de aficionados, las autoridades del Mundial que comenzará hoy en Qatar decidieron vallar todas las estaciones. Hay que caminar y dar vueltas por cada una de las vallas. El zigzag, a veces de una punta a otra de la calle, puede ser insoportable, pero dará mayor seguridad en los horarios pico. Un ciudadano qatarí, inconfundible con su túnica blanca, se fastidió rápido y comenzó a correr las vallas para llegar más directo a la estación. Fue un símbolo de cómo hay ciudadanos en Doha enojados con un Mundial que modifica brutalmente las costumbres tranquilas de una ciudad que sigue en plena construcción y en la que las tareas urbanas corren por cuenta de la población extranjera (el 90 por ciento del total).

Una hora después, ya descendidos por fin del subte, el que no pudo arrancar fue al autobús atestado de pasajeros en el barrio suntuoso de La Perla. El conductor intentó una y otra vez. Y nada. Hasta que todos los pasajeros tuvimos que descender y subirnos al micro siguiente, apiñados como en cualquier salida laboral en Constitución en Buenos Aires, tipo seis de la tarde. Son postales menos glamorosas de la Qatar moderna, la sede algo insólita del primer Mundial árabe de la historia, algo que se percibe ya claramente en las calles de Doha, dominadas por ciudadanos indios, saudíes y de otras partes de la región.

Tampoco fue una postal glamorosa la de los periodistas obligados a permanecer horas y horas en el Centro de Prensa, sólo porque uno de los datos de su formulario contemplaba un error mínimo. No importaba que estuviera allí el sujeto, sus documentos, sus fechas, etc. No. Había que volver a consultar al Ministerio de Interior. De todos modos, los periodistas que pasamos largos meses informando y en algunos casos sufriendo la severidad y la burocracia de ciertos requisitos para acreditarnos para el Mundial fuimos sorprendidos en el ingreso por Migraciones. A varios ni siquiera nos sellaron los pasaportes. El aeropuerto estaba algo desbordado, lógico 48 horas antes del Mundial. Y todo aquel viejo discurso sobre seguridad, etc, etc, quedó vacío. “Me demoran más cuando ingreso a Uruguay que acá”, dijo uno de los aficionados. El Mundial tiene de todo. Desde ricachones que alternan partidos con playas extraordinarias de la región, hasta “buscas” que revenderán entradas y llegaron con miles de tatuajes de Messi o Neymar, para vender de modo clandestino por las calles de Doha.

Ya seguro de su condición de sede, Qatar se tomó hasta el último minuto para recordarle a la FIFA que aquí, un país islámico, el alcohol está prohibido en los escenarios públicos. Fue notable el modo en el que la FIFA debió comunicarle a uno de sus históricos patrocinadores (la cervecera estadounidense Budweiser, que le paga 75 millones de dólares cada cuatro años) que finalmente no podría vender su producto en los estadios, sino solo en los Fanfest. Fue notable porque en Mundiales anteriores, Budweiser impuso su ley FIFA para impedir que otros competidores pudieran afectarle el negocio, como sucedió, por ejemplo, en el Mundial de Brasil 2014, cuando la poderosa Brahma pretendió invadir su campo. Suele decirse que los países organizadores de Mundiales terminan cediendo soberanía y se convierten en Repúblicas Soberanas del Planeta FIFA. Bien, Qatar esperó hasta último momento para comunicarle a la FIFA que Budweiser no tenía permiso. Que el Islam está antes que el negocio.

Desapercibida en cierto modo para el ojo occidental, la noticia de la baja definitiva del atacante Sadio Mané fue un golpe no solo para Senegal, sino para ese mundo musulmán que por primera vez siente que la fiesta del Mundial se celebra en casa. Las decenas de hinchas que toman subtes, caminan y se reúnen aquí saben que el Mundial suele ser patrimonio de otros. Y, ciudadanos del Sur global al fin y al cabo, eligen como sus favoritos a la Argentina de Leo Messi y al Brasil de Neymar. Es notable. Ocho de cada diez consultas tienen esa respuesta. ¿Logrará Sudamérica poner fin a la hegemonía europea? Es el gran interrogante futbolero de un Mundial atípico, dominado especialmente en el Primer Mundo por noticias duras sobre las condiciones de los Derechos Humanos en el país sede. Pero un Mundial es ante todo fútbol. ¿Hasta qué punto impactarán en la selección argentina los cambios inesperados que debió realizar el DT Lionel Scaloni cuando todo parecía ir de modo casi ideal? ¿Cómo llegarán los jugadores que están muy justos físicamente para una competencia que, como mucho, dura apenas siete partidos? Leo Messi puede ser la postal soñada por la FIFA para cerrar polémicas sobre Qatar. Es notable el deseo de casi todo el fútbol para que el crack también tenga su Mundial. Podrá ser merecido. Pero habrá que saberlo ganar.

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