Calladitos, los hombres de Intendencia de la Legislatura aprovecharon el mismo día en que los legisladores aprobaban una prórroga de la ley de forestación para talar en la base los 12 tarcos y lapachos que se habían plantado en 2009 cuando se inauguró el suntuoso edificio de la calle Muñecas. Aunque lo hicieron en silencio –quieren montar una estructura metálica para colgar media sombra a fin de cubrir un poco la playa de estacionamiento- la mutilación arbórea circuló por redes sociales, y de muy mala manera: con las clásicas críticas demoledoras a la política en general y con comparaciones brutales: circularon las fotos de los equipos oficiales tucumanos en la Cumbre del Clima (COP27) en Egipto junto con las de los árboles talados, como diciendo “¿Ven? Así se gasta nuestra plata... res non verba”.
La posible plantación reparadora
En los pasillos legislativos se habló del tema. Sólo los opositores hicieron alguna declaración. En la nota titulada “No queda más que la indignación”, tras el reclamo de Pedro Buiatti, de los Amigos del Árbol, que dice que la ley de arbolado urbano duerme el sueño de los justos por falta de reglamentación, el legislador alfarista Raúl Pellegrini dijo que “no ha sido lo correcto” y planteó que habrá que hacer una plantación de árboles porque “todos los legisladores tenemos que responder por lo que ocurre en la legislatura”. Y sí. A todos los miden con la vara crítica que denosta la política y castiga cuando se cometen barrabasadas como el arboricidio. Un legislador oficialista, pidiendo anonimato –porque no quiere ser la cara del castigo- dijo que es una decisión administrativa. Los que están en la Intendencia legislativa –Claudio Pérez y Alejandro Martínez- tendrán que darles explicaciones al menos a los legisladores, que dijeron que van a pedir el plan de la obra… ya con los árboles talados. En esas charlas de pasillos dijeron que tienen que “plantar por lo menos una plaza”.
“Tucumán, Nuestro Jardín”
Pero de plantaciones está llena la historia política y administrativa tucumana. Si nos vamos a 2015 encontraremos los afiches que llenaban Tucumán con la promesa de que se iba a reforestar con 1,5 millón ejemplares para el período 2015-2019. O sea prácticamente un árbol por cada habitante de la provincia. El plan se llamaba “Tucumán, Nuestro Jardín”, y no era gratis: tenía un financiamiento de $ 3,9 millones de entonces (unos 400.000 dólares). “Queremos que Tucumán vuelva a ser el jardín de la república” había dicho el gobernador Juan Manzur en 2017. Dos años después, una producción de LA GACETA daba cuenta de que se habían plantado muchísimos ejemplares -324.649 en toda la provincia, según un informe del Ministerio de Desarrollo Productivo- pero que una cantidad mayoritaria había sido vandalizada o se habían secado por falta de riego. Las explicaciones fueron curiosas. Eduardo Dietrich, entonces director de Flora y Fauna de la Provincia, dijo en 2019 que hubo problemas climáticos. “Algunos también se pueden haber secado. En invierno no llueve durante varios meses seguidos y el árbol necesita agua”. Juan Carlos Parajón, director del Vivero de la provincia, manifestó que la iniciativa fue “víctima” de ladrones y de vándalos. “En el acceso Sur volvimos al día siguiente (de la colocación) y los árboles ya no estaban”. Carlos Assán, secretario de Saneamiento y Mejoramiento de Espacios Públicos, afirmó: “los árboles no duraron una semana por causa del vandalismo, que los rompe. Además, los autos que pasaban se los llevaban”. Y Parajón cerró el círculo: advirtió que el esfuerzo no servirá de nada si la sociedad los destruye. “No podemos estar vigilando durante 24 horas”. Ese fue el destino de la iniciativa del 1,5 millón de árboles, para la que se invirtió unos 400.000 dólares.
Ninguno de esos árboles eran los 12 talados oficialmente en la Legislatura.
Dos lapachos para “Climactivo”
En 2016 el Gobierno organizó el Foro Climático Internacional del Bicentenario, “Climactivo”, que se mantuvo durante varios años. Asistieron 6.000 personas, quienes participaron en distintos plenarios y talleres temáticos. Las conclusiones de los talleres fueron volcadas en la Declaración Climática del Bicentenario, suscripta por los ministros de Educación, Salud Pública y Desarrollo Productivo, con el compromiso de comenzar 12 líneas de acción climática. En el acto de apertura se plantaron dos lapachos en el parque 9 de Julio. ¿Qué habrá sido de esos arbolitos?
En 2017 la Provincia participó del Programa Fortalecimiento de Capacidades en Bajas Emisiones (LECB), del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, a través del Taller de Capacitación en Inventario de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y medidas de mitigación. Como resultado del taller se identificó como meta específica de mitigación la eliminación de la quema de caña de azúcar y de rastrojos, que es método tradicional de cosecha y preparación del suelo para cultivo. No hay mucho que acotar al respecto. Todos los años se difunden los mapas satelitales de quemas entre julio y octubre en la provincia.
En 2016 la Secretaría de Medio Ambiente, los municipios de Tafí Viejo y Yerba Buena y las comunas rurales pedemontanas firmaron un acta intención interjurisdiccional para el ordenamiento ambiental del piedemonte tucumano, que también fue suscripta por la Secretaría de Gestión Pública y Planeamiento, por la Secretaría de Grandes Comunas de la Provincia y por el Observatorio de Fenómenos Urbanos y Territoriales de la FAU-UNT. Lo poco que se sabe de eso es que Tafí Viejo ha crecido en gestión ambiental pero el resto no tiene demasiado para aportar: los countries han seguido prosperando en el piedemonte allí donde no hay demasiadas reglas de ordenamiento, con excepción de la saturada Villa Carmela que espera que se resuelva el problema de la falta de agua para ver si autoriza más emprendimientos inmobiliarios.
Censos de árboles
Volviendo a los árboles, tanto la capital como Yerba Buena están enfrascadas en censar la cantidad y el estado de sus ejemplares. Según datos de 2013, hay 17.000 en Yerba Buena y 300.000 en San Miguel de Tucumán. “Los árboles urbanos juegan un importante papel en la salud medioambiental y humana. Por ello, los parámetros de arbolado son ineludibles en la planificación urbana actual. En realidad, su urgencia es cada vez mayor”, dijo en abril a LA GACETA el ingeniero agrónomo Alfredo Grau, uno de los editores de la Guía de Arbolado de Tucumán. “Berlín es un ejemplo de una ciudad bien arbolada: tiene 3,7 millones de habitantes y alrededor de 1,4 millones de árboles de buen tamaño. Podríamos decir que cuenta con un árbol cada dos habitantes; es un buen valor”.
¿Eso indica que la capital tucumana está relativamente bien? De eso se agarrarían los responsables taladores de la Legislatura, y los que hicieron volar los árboles del cercano Colegio Nacional, hace varios meses. Pero una pata que le falta a este relevamiento es el estado de los árboles urbanos, que cada tanto dan lugar a sustos, como el que se cayó sobre dos autos en la avenida Aconquija hace tres semanas- o a emergencias terribles, como el que se abatió sobre una niña en el parque Avellaneda en diciembre, o la rama que causó la muerte de un cadete en el Liceo Militar, hace cuatro semanas. ¿Es todo cuestión de fatalidad, imprevisible? El registro que están haciendo del estado de árboles –atacados por plagas o con las raíces debilitadas por los trabajos de empresas privadas o estatales de servicios- indica que se presume que se pueden prever estos accidentes.
Los desmontes salvajes
Y hay otra cuestión sobre los árboles que tiene una huella invisible pero que incide en la economía y la vida comunitaria: el desmonte salvaje, descontrolado, al que aluden las autoridades en las emergencias. Como el que ha causado el socavón en Alto El Puesto y en otros pueblos de la zona de La Invernada, donde habrá que invertir millones en traslado de familias, en canalización y en plantación de árboles. También la espantosa inundación de La Madrid de 2017 tiene como causas fuertes el desmonte en la zona alta de la montaña y la desaparición de los bañados entre los ríos Marapa y San Francisco. ¿Cómo van a reforestar esas zonas y cómo van a cuidar el crecimiento de los árboles a lo largo de una década? Habrá que pedir que no vayan Dietrich, Assán o Parajón a decir que “no podemos estar vigilando las 24 horas”. También hay iniciativas privadas, como la de Maderplak que, con el programa Conscientes, propone replantar 28.000 árboles en San Javier. ¿Quién los cuidará? Falta alguien que supere la impotencia que mostraron esos funcionarios.
El Estado debe transformarse a sí mismo
En su presentación en el ciclo de debates políticos de la UNT, el doctor en Antropología y estudioso de los movimientos sociales Alejandro Grimson ha planteado específicamente el valor del Estado para encarar sin intereses particulares los problemas y los desafíos globales de la comunidad. “No hay un sector, el proletariado, la burguesía nacional, que pueda comandar el proceso de desarrollo integral. Es la política, el Estado, pero la paradoja es que el Estado es el que puede liderar esta transformación pero para transformar el país tiene que transformarse a sí mismo, porque todos tenemos conocimiento de los defectos y las limitaciones acerca de la eficacia del Estado”, dijo.
Es decir que el que representa al Estado –ya sea del Ejecutivo, del Legislativo o del Judicial- tiene esa responsabilidad colectiva sobre sus espaldas. Por eso talar un arbolito en la Legislatura tiene una gravedad simbólica inapelable. Muestra absolutamente que tantas declaraciones de plantaciones de árboles no tienen sustento si esos taladores actúan impunemente. No les interesa el problema global comunitario, sino sólo buscar una sombra para sus autos. Es una cuestión de actitud.








