Padres tóxicos: ¿eres uno de ellos? ¿cómo le afecta a tu hijo?

Padres tóxicos: ¿eres uno de ellos? ¿cómo le afecta a tu hijo?

El psicólogo Flavio Garlati, perito de oficio del Poder Judicial de Tucumán, reflexiona sobre las conductas que generan malestar.

CONTROLADORES. Algunos padres se involucran demasiado en la vida de los  hijos y los limitan.  CONTROLADORES. Algunos padres se involucran demasiado en la vida de los hijos y los limitan.

No existen las personas tóxicas sino las relaciones tóxicas. Sin embargo, los dueños de este tipo de vínculos ostetan algunos rasgos en común, como el egocentrismo; es decir, normalmente, suelen tener poca consideración por los sentimientos de los demás. Otras características suyas son la victimización; el pesimismo; la dependencia (el tóxico termina aislando al otro y separándolo de sus rutinas y amistades); el mal manejo de las emociones y un estado emocional fluctuante. Ahora bien, ¿qué pasa cuando se trata de una madre o de un padre? ¿Cómo afecta a un hijo? “El término ‘personas tóxica’ fue popularizado en la Argentina por el escritor Bernardo Stamateas con su libro Gente Tóxica, alrededor de 2010. El gran inconveniente de esta denominación es que se ataca la identidad de alguien y no aquellas conductas que generan malestar”, reflexiona el psicólogo Flavio Garlati, perito de oficio en el Poder Judicial de Tucumán.

Incluso al optar por esta categorización -prosigue Garlati- nos posicionamos en el lugar de víctimas. “Considero más adecuado pensar qué conductas del otro me generan malestar o me conectan con emociones negativas. Y evaluar si existen posibilidades de resolución”, insta.

- ¿Y si no encontramos solución?

- En ese caso, hay que tomar distancia de esa relación.

- Pero, ¿cómo se toma distancia de los padres?

- La mayoría de los padres quiere brindar a su hijo lo mejor. Pero a veces, se hace lo que se puede y con lo que se tiene (la historia vital, las inseguridades, las emociones, la economía y los conocimientos). En el caso de los hijos adultos, conviene pensar que los padres son los que nos han tocado y en consecuencia lidiar con ello. Cuando se trata de niños, éstos aprenden a adaptarse para convivir. Y en la adolescencia comienzan a advertirse los desequilibrios.

Consultado sobre una generalización realizada por la revista de psicología Mundopsicologos.com, Garlati apunta que este es un tema delicado. “Lo último que un padre o una madre quiere es que sus comportamientos resulten tóxicos. Muchas de las acciones inadecuadas que realizan son casi automáticas y se sustentan en sus historias familiares”, reitera. En esa calificación, al progenitor tóxico se le atribuyen las siguientes nueve características:

1, Es violento. El padre tóxico puede ser abusivo. De hecho, recurre a actos violentos cuando está enojado.

2, Abusa verbal y/o emocionalmente. Esto implica que el padre acaba menospreciando a su hijo. También usa la manipulación emocional para conseguir lo que quiere o para ejercer influencia.

3, Antepone sus necesidades. A menudo suele priorizarse a sí mismo.

4, Es controlador. Se involucra demasiado en la vida de su hijo, al punto que le limita la independencia. Además, busca que el niño se ajuste a la imagen de aquello que debería ser.

5, Usa castigos demasiado duros. La disciplina constituye una herramienta de crianza saludable cuando se usa correctamente. Pero aquí se acude a castigos desmesurados.

6, Siente celos. Este padre es celoso de las relaciones cercanas de su niño con otras personas.

7, No es comprensivo. Las decisiones de su hijo no le resultan atinadas.

8, Expresa todos sus problemas. Con este accionar, se acaba usando al niño como una válvula de escape de las emociones adultas.

9, No respeta los límites. Otra de las actitudes insanas es que, a pesar de que el hijo ha expresado o demostrado que tal cosa le hace daño, el padre continúa sobrepasando ese límite.

Tras esa guía, Garlati advierte que un padre que reacciona o se comporta de manera violenta sólo consigue que su niño desarrolle miedo, ansiedad e ira. “Si nosotros en la adultez descubrimos que desarrollamos esos patrones conductuales descriptos, deberíamos procurar no repetirlos”, enseña.

Del mismo modo, enseguida advierte que si notamos que nuestros propios padres nos generan rechazo, miedo, falta de afecto e incluso odio, quizás sea porque en durante nuestra crianza manifestaron algunas de esas conductas nocivas. “Como ya he mencionado, los padres nunca son tóxicos. Algunos de sus comportamientos sí pueden serlo y siempre se está a tiempo de cambiar”, concluye.

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