Putin: síndrome del conquistador

Putin: síndrome del conquistador

24 Octubre 2022

Carlos Duguech

Analista internacional

Casi 23 millones de Km2 y una población de 180 millones (1914) conformaban el Imperio Ruso de los Zares en el Siglo XIX. Uno de los estados más grandes del mundo con pie en dos continentes: Europa y Asia. La hegemonía del zarismo concluyó dramáticamente con el asesinato del Zar Romanov y toda su familia (su esposa, y sus hijos, cuatro mujeres y un varón).

La revolución “bolchevique” (comunista) de 1917 -siendo Vladimir Lenin quien se erigió en el líder absoluto imponiendo en la ex Rusia Zarista el esquema revolucionario de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922- perduró hasta 1991. La conformaban 15 repúblicas, incluida Rusia. La disolución de ese esquema que rigió por casi siete décadas (por la gran incidencia de la preststroika y la glasnot de Gorbachov, el líder democratizador) no pocas veces fue motivo de lamentos de Putin. Sus palabras reiteraban, casi siempre, el mismo calificativo: “La disolución de la URSS, para mí y al igual que para la mayoría de los ciudadanos, fue una tragedia”. Una “tragedia” que no perturbó su planificación silenciosa montando urdimbres sobre las que aprendió a entretejer planes ambiciosos, secretos, sólo visibles para él mismo.

URSS, tragedia: Putin dixit

Destinado desde 1985 hasta 1989 como integrante de la KGB en la RDA (República Democrática Alemana) no era espía en un país capitalista, lo que le hubiera obligado a pasar desapercibido lo más que hubiese podido, totalmente. Era en la Alemania comunista donde con precisión –a la luz de su actual comportamiento despótico como presidente de Rusia (desde 2012)- tramó paso a paso su futuro, con el apoyo inicial de Boris Yeltsin que lo designa vicepresidente en su vuelta a Moscú desde la Alemania del Este. Una tarea de “espionaje” liviana “entre los suyos” que -anticipo opinión- le habría permitido asomarse durante esos cuatro años “aburridos” a contemplar en tiempo real la vida del “occidente capitalista”. Por ello, las reiteradas lamentaciones de un enemigo de la prensa libre como es Putin (¡Si lo sabrá Dimitri Muratov, Nobel de la paz 2021 cofundador y editor censurado del diario independiente moscovita Novaya Gazeta!) son de una falsedad total. Nada hizo en ningún momento para resucitar el sistema soviético. Sí se dedicó a la acumulación de poder con una fórmula estalinista, la del autodefinido “hombre de acero”. El sangriento dictador que fue Stalin, pese a que se le adjudica haber industrializado fuertemente a la URSS, centró su accionar en el culto a la personalidad. Y a someter a los enemigos, o a los sospechosos de serlo, a sus famosas “purgas” a miembros del partido que suponía traicioneros. Algunos fueron ejecutados y por lo menos trescientos mil desplazados a campos de concentración y de trabajo del Gulag. Putin se tienta con su larga permanencia en el poder y para ello instaló una fórmula: alterna con Dmitri Medvedev los turnos de presidente de Rusia y de presidente del gobierno. Una vez uno y otra vez otro.

Síndrome claro y potente

La acumulación de poder de Putin se basa en el ejercicio continuado del gobierno, imponiendo a la vez restricciones a la prensa. A la libertad de opinión. Si hay una prueba –cuasi grotesca- frente a la realidad que no se puede tapar con nada, es la denominación que le da a la invasión guerrera contra un país soberano: “Operación especial, por el militarismo y el nazismo en Ucrania”. Nunca utilizó la palabra “guerra”. Recién luego de cinco meses de accionar guerrero salvaje sobre poblaciones en Ucrania, cuando va a Irán en julio último. Es recibido por el presidente Ebrahim Raisi y con el líder supremo de ese país teocrático, el ayatolá Alí Jamenei. Concretó compra de drones iraníes, ya se sabe. Durante esa incursión en Irán fue por primera vez que Putin utilizó la palabra guerra para su violenta en Ucrania. Increíblemente se expresó como una confesión ante quien necesitaba le comprendiera: “Nadie está favor de la guerra. La pérdida de vidas de gente corriente es una gran tragedia…” Y también repitió la palabra guerra en ocasión de dirigirse en su mensaje a su nación del 21 de septiembre convocando a 300 mil reservistas para la guerra con Ucrania. Ya dejó de ser prohibida la palabra guerra en Rusia. ¡Y se animó a la amenaza nuclear!

El síndrome del conquistador, a sangre y fuego. Sin nada que limite o desbarranque sus estrategias elaboradas más allá de lo que uno imagina puede esperarse del presidente de un país respecto de otro, vecino. País con el que Rusia convivió en ese montaje tan abarcativo y funcional que fue la ex Unión Soviética. Porque la guerra de Putin contra Ucrania es de invasión, de conquista, sin previa declaración de guerra en la que se aduzcan las razones de esas determinación. Putin no puede dejar de percibir un mundo en el que la Rusia eterna, la del imperio Zarista o la de las quince naciones de una URSS poderosa, se esfume. Pretende ser el restaurador del imperio ruso, ve más allá de la realidad que lo envuelve a él y a todos los rusos,

Y como casi siempre ocurre, está escrito en los libretos que utilizan estos superhombres iluminados por el fuego y los ruidos de las metrallas que reparten muerte y destrucción. El “imperio” de su elaborada arquitectura absolutista desmorona sus cúspides y el ruido que ensordece la realidad da cuenta de tan despreciable perversidad que la mente humana puede albergar. Adolf Hitler, José Stalin, Saddam Hussein, modelos a evitar, entre muchos otros. Y , Putin.

El partido de un solo arco

La cercanía temporal de lo que se definirá futbolísticamente en Qatar va tiñendo casi todo con el lenguaje futbolístico mundial. Esta columna no es la excepción. La guerra de invasión (y conquista) lanzada el 24 de febrero por Putin es como una final con un sólo arco: el de Ucrania. El 100% de los bombardeos y otras acciones guerreras rusas se desarrollan en el mediocampo ucraniano donde se emplaza el único “arco”. Salvo esporádicos golpes ucranianos en la frontera con Rusia, las fuerzas armadas de Ucrania se debaten en defensa en su propio territorio de la violencia guerrera con la que insiste Putin. Toda la memoria que tenemos de las dos guerras mundiales que manchó para siempre el suelo y “la cultura” europeos, muestran imágenes de mapas cambiantes donde las acciones bélicas se desarrollaban en todos los territorios de los países o imperios involucrados.

Lejos Hiroshima-Nagasaki

Setenta y siete años nos separan de las pruebas de campo que desarrolló EEUU con las dos únicas bombas “atómicas” (así las llamaban antes) lanzadas sobre Japón. Nadie ignora lo sucedido. En esas casi ocho décadas la tecnología progresó como un vendaval en casi todos los campos. En la aeronáutica, en el automovilismo, en las comunicaciones, en la medicina, etc. Y hasta se habla,como si fuera tan corriente como una moneda, de la inteligencia, esta vez “artificial”. Dicho esto para sólo imaginar que cualquier bomba atómica “modelo 2022” (“ojiva nuclear”) tiene una potencia destructora que ni imaginaron el físico Openheimer y los demás científicos del proyecto Manhattan” que un 16 de julio de 1945 probaron en laboratorio (Nuevo México, en Álamo Gordo, EEUU) la primera bomba atómica. Imaginar la potencia destructora de las nuevas armas con las últimas tecnologías, ojalá nunca la compruebe en hechos la Humanidad.

Temido General Invierno

El nombre que consagró el invierno ruso de casi cinco meses (desde noviembre de cada año) sobrevuela este tiempo de la guerra rusa contra Ucrania. Los apoyos en armamento y recursos monetarios de Europa (y de EEUU) pueden comenzar a debilitarse. Sobremanera los de Europa ya que sus poblaciones están sintiendo cómo repercute en sus economías y su menguante disposición de bienes necesarios para el diario vivir (alimentos, energía, etc.). Este invierno, que ya está en al zaguán anunciando su llegada en Ucrania y Rusia modificará profundamente las estrategias guerreras de los dos bandos. Las acciones bélicas ya no serán las mismas. Y los apoyos a Ucrania de los países que lo están haciendo, seguramente se verán afectados. Tal vez, la inminencia del General Invierno predisponga severamente a las partes involucradas a un cese el fuego, primario, y a una intervención de terceros (instituciones como la ONU y países dispuestos). Para coadyuvar a una solución que resulte al menos un statu quo en esta guerra de peligroso pronóstico. ¿Por qué? Porque Putin amenazó con el arma nuclear, nada menos.

Comentarios