Cómo actuar cuando los niños dicen malas palabras

Las palabrotas están en internet, en las series, en la televisión y en la calle. Y los chicos aprenden. Qué podemos hacer los adultos. ¿Es mejor ignorarlos o retarlos?

Lucía Lozano
Por Lucía Lozano 21 Octubre 2022

Cuando tenía tres años, Joaquín hablaba muy poco. Ese no era el problema, según su mamá, Constanza. “La cuestión era que solo hablaba con malas palabras. Todo el tiempo repetía las mismas groserías y ya no sabíamos cómo manejarlo”, confiesa. Después de la visita al psicólogo, las groserías empezaron a mermar. “Realmente me daba mucha verguenza. No me gustan los chicos atrevidos. Yo calculo que había escuchado esas palabras en reuniones familiares, en las que hablamos sin advertir que los chicos son esponjas”, apunta.

Aunque son un signo de mala educación, las malas palabras tienen una fuerte presencia en la sociedad. Y los chicos aprenden. Tanto que no son pocos los psicólogos que reciben el planteo de papás que no saben que hacer, y que incluso están asustados de lo que dicen sus hijos. Muchos no saben cómo actuar.

Según los especialistas, hay una edad, entre los tres y los cinco años, en la que algunos chicos empiezan a decir palabrotas sin saber las implicaciones que tienen. Por ejemplo, cuando a esa edad le dice ‘tonta’ o ‘estúpida’ a su mamá no sabe lo que dice.

¿Qué podemos hacer los padres ante las groserías de nuestros hijos?

Lo primero que aclara Cecilia López, psicóloga especializada en infancia, es que la manera de hablar del niño es una identificación del seno de su familia. Si el adulto utiliza malas palabras, el niño seguramente también lo hará solo por identificarse por su necesidad de pertenecer a su familia. “El niño a veces no tiene idea que significa lo que dice, solo imita y repite. Cuando la manera de hablar es por imitación a su familia, son los adultos que lo rodean quienes tienen que cuidar su lenguaje para esperar que el niño lo haga; y no reprenderlo sin dar ese ejemplo”, explica.

Entonces, el primer consejo es: si no quieres que tu hijo diga groserías, no las digas.

También puede existir otro caso: cuando el niño las aprende desde sus grupos de pares (amigos) y no es parte de los valores familiares. “Ahí se les debe explicar el significado para que el niño comprenda la intención de esa palabra. Puede escuchar hablar a sus amigos así pero puede elegir libremente no imitarlos y seguir siendo su amigo” sostiene la profesional.

Transgresión

López sostiene que las malas palabras son una transgresión en la medida que no sea parte de las reglas de una familia. Sobretodo cuando tienen la intención de ofender o lastimar a alguien. “En las reglas humanas no se debe permitir a un niño agredir a nadie, ni siquiera a través de palabrotas. Es parte del aprendizaje y la adaptación social de un niño, remarca.

La psicóloga reconoce que los chicos pequeños son los más permeables para adquirir por imitación todo lo que hace y dice el mundo adulto que lo rodea. “Ellos no son conscientes de lo que dicen. No entienden los significados de las malas palabras, ya que no distinguen entre lo bueno y lo malo, recién lo hacen a partir de los siete años con la adquisición del juego reglado”, especifica.

El adulto, según López, debe ser el responsable de ayudar al niño a regular sus emociones. Y en ese aprendizaje debemos enseñarles que no es necesario usar las malas palabras para expresar los sentimientos.

No juzgar ni ofender

Algo muy importante es enseñarles que no deben insultar a otras personas. “La regla principal que todo niño tiene que aprender desde pequeño es que no se puede juzgar, ofender ni lastimar a nadie. Tenemos que enseñarles a nuestros hijos la importancia del respeto, por uno mismo y por los demás. Explicarles que hay palabras que pueden lastimar a alguien, y no están bien. Explicarles que, aunque estén de moda hablarlas, o porque lo hace un famoso y la gente se ríe, o porque aparece en la tele , en un grupo de colegio o de amigos, no significa que estén bien. Que ofenden y lastiman a otras personas”, remarca.

El segundo consejo claramente es: explicarles que las palabrotas tienen un efecto y es malo.

La tercera recomendación: no reírse cuando nuestro hijo dice alguna grosería. Por más graciosa que pueda resultar una expresión, festejarla es un error porque incita al niño a repetirla.

Por todas partes

Otro problema no menor es que las palabrotas están por todas partes. Incluso en forma de muletillas o como modo de expresar cariño o felicidad. Y los niños, naturalmente, lo captan, remarcan los expertos.

Las groserías están en la televisión, en las series, en internet (en los videos de you tube que los chicos ven a diario).

“Tenemos que cuidar nuestros modos de abordar cuando escuchamos hablar a los demás malas palabras; los adultos que se ríen frente a esto (personajes, programas de televisión, etcétera) tienen que evitar hacerlo delante de sus hijos. Y si no pueden, explicarles. Aunque otras personas hablen así, no significa que todos debemos hacerlo, pero tampoco debemos juzgarlo”, apunta López.

Margot Fusté, psicóloga especialista en niños, adolescentes y familias, explica en el diario español La Vanguardia que cuando los hijos crecen las palabrotas son también una forma de probar los límites: “Y, como padres, tenemos que ponerlos los límites. No hace falta gritar ni, por supuesto, contestar con otra grosería: es tan fácil como decir, claramente, que en esta familia no se acepta ese tipo de lenguaje”.

Hay que, además, presentarles alternativas: ayudarlos a reconstruir y a expresar lo que sienten de una forma diferente. Decirles: “En vez de hablar así: ¿no podrías decirlo de esta forma?’”, propone la psicóloga. También se les puede explicar qué significa esa palabrota (muchas veces ni lo saben) y sus connotaciones racistas, sexistas o hirientes hacia colectivos específicos.

Algunas ideas sobre cómo actuar ante una palabrota

Maritchu Seitún, licenciada en psicología y especialista en niños, explica en un video de you tube que lo mejor es enseñar con el ejemplo: ser coherente y no decir malas palabras frente a los chicos.

Es clave no sobredimensionar las malas palabras. Si uno les das trascendencia, las agigantas a los ojos de tu hijo, él va a disfrutar de lo prohibido. Evitar el “no” tajante, porque la infracción se vuelve todavía más atractiva.

Tampoco te rías, sugiere. Y hay que pedirle lo mismo al resto de la familia. Si todos le festejan la “gracia”, es poco probable que tu hijo abandone el juego.

La clave está en explicarle tranquilamente que las malas palabras pueden ofender a otras personas y que, por eso, es preferible que no las diga.

Otra estrategia que sugieren algunos psicólogos es ignorar al niño cuando dice una palabrota. Actuar como si no existiera. E incluso irse a otro lado. ¿Cuánto tiempo dejarlo solo? Los psicólogos suelen aplicar la regla de un minuto por año; es decir, el niño de cinco años se quedará unos cinco minutos sin padre o madre. Lo normal es que el niño busque a su mamá o a su papá. En ese momento, es cuando hay que explicarle con calma y seriedad que eso que dijo es una muy serio, que ha dolido y que no debe decirlo.

Fijar normas y límites claros, dentro o fuera de casa. Debemos explicar a los niños qué palabras son aceptables y cuáles no. Por qué no es correcto insultar y cómo deben tratar a sus hermanos, familiares, amigos y conocidos. Debemos explicar la importancia del respeto y de la tolerancia.

Como padre, ¿qué hacés cuando tu hijo dice una mala palabra?

“Depende de la edad del niño, si es muy chico no festejarla, ni reírse y hacer de cuenta que no dijo nada. Si persiste, enseñarle que no está bien. Si es un poco más grande, explicarle qué significa y que está mal decirla, y pedirle que no la vuelva a repetir”, sostiene Leandro Lencina.

“Darles el ejemplo es fundamental. En mi casa no decíamos malas palabras porque no las escuchábamos”, apunta Loló Robledo.

“El niño comienza a decirlas para expresar algo pero no sabe el significado. Lo hace por imitación . Después de cierta edad ya hay intencionalidad y conocimiento. Por eso me parece que el adulto debe poner atención a sus forma de expresión”, señala Lorena Juárez.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios