Claudia Zurita solo tomaba unos tragos cuando iba alguna fiesta. Hasta que llegó la pandemia y los confinamientos, y se habituó a servirse media copa de vino cada noche. Cuando todos en su casa se iba a acostar, pasar un ratito saboreando esa bebida le permitía “desconectarse” de la rutina que se había vuelto agobiante puertas adentro. La mujer de 44 años, que es docente, confiesa que nunca antes se le hubiera ocurrido beber alcohol un día de semana o estando sola. Pero ahora, se acostumbró y lo hace casi todas las noches. Incluso empezó a estudiar sobre distintas variedades de vino.
No es la única. Son muchas las personas que a partir del cambio de ritmo en la vida cotidiana que trajo la pandemia incorporaron este hábito. “Tomo una copa de vino por día. Disfruto mucho de ese momento. Como sigo haciendo home office y voy a la oficina dos veces por semana, puedo beber a la noche o al mediodía, porque se que después no tengo que salir manejando”, admite Mariano Acuña, de 35 años.
Las estadísticas del Instituto Nacional del Vino (INV) confirman que durante la pandemia se produjo un aumento de consumo diario, aunque de todas formas se consume mucho menos que en décadas pasadas. También un estudio realizado por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (Sedronar), del que participó nuestra provincia, corrobora que más personas beben alcohol en soledad.
El trabajo, llamado “Modificaciones de las prácticas de consumo de sustancias, mostró que entre los adultos el consumo de alcohol aumentó en cuanto a la cantidad ingerida y a la frecuencia. Esta práctica, que se incorporó a momentos del día en los que antes no se consumía, se vinculó a “bajar” el día o reducir el estrés.
En la investigación hay relatos referidos a situaciones de consumo en soledad y los motivos fueron diversos: desde tomar en momentos de ocio, disfrute, tranquilidad e introspección, hasta motivaciones asociadas a disminuir malestares, angustia o ansiedad.
“Con el trabajo remoto no hay problema con tomar al mediodía o a la noche, si total no hay que movilizarse de la casa”, opinó uno de los participantes del estudio. Incorporar una copa de vino al almuerzo es vinculado “al placer y al ocio”, o a “cambiar el día”. Muchas personas comentaron que en algunas ocasiones el consumo de alcohol se asoció a reducir la angustia y la incertidumbre o a explorar momentos en soledad.
“Antes de la cuarentena, tomaba cerveza una o dos veces por semana, con amigos y con mi familia. En la cuarentena bajé el consumo de esa bebida e incorporé una copa de vino en alguna comida puntual. Mi reflexión es que ahora tomo menos, pero disfruto más. Antes bebía cuando me juntaba con gente y no realmente por gusto”, evalúa Valentina, de 31 años.
En la balanza
Se nota en los negocios donde venden vinos y también en los consultorios médicos: desde la pandemia se ve una corriente de nuevos consumidores y de gente que se acercó a esta bebida.
Una investigación que hizo la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) marcó que en la pandemia aumentó el 20% el consumo de alcohol, sobre todo vino y cerveza. También la mayoría de las personas subió de peso.
“Lo vemos todos los días en el consultorio”, afirma la doctora Eliana María Rodríguez, que es nutricionista y codirectora de la Diplomatura en Obesidad y Trastornos de la conducta alimentaria, de la Unsta.
“Si bien el consumo de alcohol, y especialmente de vino, se convirtió en un hábito más instalado sobre todo en la pandemia, hay un punto que mucha gente no tiene en cuenta: es una bebida que porta calorías. De hecho, aporta más calorías que los hidratos de carbono y las proteínas, pero menos que las grasas”, precisó. Y luego aclaró: “pero no dejan de ser calorías vacías porque no hay aportes de nutrientes; entonces, aquellas personas que se encuentren en plan para descenso de peso o en un régimen, es importante que controlen tanto la cantidad como la frecuencia de esas bebidas, ya que va a influir provocando que el paciente no baje de peso o incluso, si las cantidades son excesivas, que empiecen a aumentar sus valores en la balanza”.
Aunque no se trate de un consumo problemático beber una copa por día, esto tiene un impacto frente a la pandemia de obesidad, sostienen los expertos: una copa puede tener entre 100 y 200 calorías o más, dependiendo la graduación.
“Mi recomendación es que si una persona no toma vino, no empiece”, aclara Francisco Donofrio, médico nutricionista y referente del programa de atención integral de obesidad de la provincia. “El vino tiene alcohol, que es un tóxico hepático. Está contraindicado en pacientes con hipertensión arterial. Si la persona ya consume, el consejo es que tome una sola copa”, remarca. Entre los consejos de los médicos figuran nunca tomar alcohol con sed ni con hambre. Tampoco tomarlo fuera de la comida ni como un mecanismo de desconexión. Y disfrutar sorbo a sorbo. Nunca tomar un trago de un solo tirón.
La copa de Favaloro
Muchas personas que incorporaron el consumo diario de alcohol tras la pandemia lo primero que reflotan es que René Favaloro recomendaba la copa de vino por los beneficios cardiovasculares.
“Hay una gran discusión hoy en día con el tema del alcohol; lo cierto es que no hay estudio randomizado, serio y grande, que demuestre que el consumir una copa diaria de alcohol disminuye los eventos cardiovaculares o el riesgo cardiovascular. Lo revisamos hace poco a nivel de la Sociedad Argentina de Cardiología. Sí hay estudios pequeños que sostienen que el alcohol, y sobre todo el vino tinto, tiene propiedades que son beneficiosas. El vino tinto tiene los llamados polifenoles, que tiene una propiedad antioxidante. También evita que el colesterol malo se deposite en las arterias y que haya proceso de acumulación de grasas. Sin embargo, todo esto que puede ser beneficioso para el organismo es contrarrestado por el efecto nocivo del alcohol y hoy se sabe que no se puede recomendar a las personas que tomen todos los días una copa”, sostiene el cardiólogo Luis Aguinaga, presidente de la Federación Argentina de Cardiología (FAC). “Además, la acumulación de alcohol es tóxica y trae otros perjuicios”, concluyó.
Un misterio
¿Qué es la paradoja francesa?
Uno de los grandes misterios que sigue sin resolverse es el de la paradoja francesa, comenta el cardiólogo Luis Aguinaga. En nutrición y medicina se refiere al hecho de que los franceses, a pesar de tener un alto consumo de grasas (sobre todo quesos grasos) y una presencia diaria de alcohol, presentan una menor tasa de muerte por problemas cardíacos que otros pueblos que también abusan de estos alimentos (por ejemplo, los británicos y estadounidenses).
Estudios comparativos realizados en los años 70 y 80 revelaron esta excepcionalidad francesa que da lugar a todo tipo de especulación y que es el argumento favorito de los defensores del vino.
“La controversia con este tema está instalada. Lo cierto es que estos supuestos beneficios no han sido probados por un estudio serio; no hay evidencias sólidas para sostener esto”, insiste Aguinaga. Cuando le preguntan si es bueno o no tomar una copa de vino al día, su respuesta es no.
Investigación
Consumir más de 100 gramos de alcohol a la semana es riesgoso
¿En qué medida el consumo de alcohol puede ser bueno o malo? El doctor Francisco Donofrio, médico nutricionista, sostiene que este interrogante podría ser aclaradas a partir de una investigación publicada en la revista “The Lancet”, basada en la evidencia aportada por 83 estudios prospectivos, en 19 países industrializados, en el cual participaron cerca de 600.000 personas que consumían alcohol regularmente.
Luego de considerar la cantidad de alcohol que consumieron los participantes durante un año, se estableció que el consumo seguro de alcohol no debería ser superior a 100 gramos (g) semanales, es decir, la cantidad aportada por cinco copas de vino (una botella) o 2,5 litros de cerveza (cinco latas). Los autores identificaron que, por cada 100 g de alcohol consumido por semana, el riesgo de desarrollar un accidente cerebrovascular aumenta en 14%, mientras que el riesgo para enfermedad coronaria (excluyendo infarto al miocardio) aumenta en 6%, insuficiencia cardiaca en 9%, enfermedad hipertensiva fatal en 24% y el riesgo de aneurisma aórtico fatal en 15%.
Sin embargo, el consumo de 100 g de alcohol se asoció con 6% de riesgo menor de desarrollar infarto al miocardio, siendo esta la única patología para la cual el consumo de alcohol podría ser un factor protector. Este estudio también reportó que las personas que consumen entre 100 y 200 g de alcohol por semana disminuyen su esperanza de vida en aproximadamente 6 meses; los que consumen entre 200 y 350 g por semana disminuyen su esperanza de vida en uno o dos años; y los que consumen más de 350 g por semana presentan una disminución de cuatro a cinco años en su esperanza de vida.