El adversario de los radicales

La reciente convención de la UCR reveló la coexistencia de dos visiones internas en el radicalismo tucumano; una de ellas se impuso por un puñado de votos definiendo una línea de acción partidaria. Sin embargo, el resultado no determinó el fortalecimiento de esa expresión política de cara al proceso electoral del año entrante, sólo mostró que un sector interno consiguió más respaldo que otro, por una diferencia de cinco votos, 33 a 28. Democráticamente suficiente, pero los números descubren la existencia de una tensión política subterránea que se mantendrá por lo menos hasta que el calendario electoral obligue a las definiciones políticas.

¿Esa visión que prevaleció es la que llevará a la UCR al poder en la provincia o es la que pone en riesgo la existencia de Juntos por el Cambio en Tucumán?

El resultado del plenario fue sostenido por aquellos que están convencidos de que se trata de un primer paso en el largo camino de revitalización del partido radical en el plano local. Ya lo analizaremos mas adelante. Pero, como hubo duros cuestionamientos al socio de mayor poder territorial en la coalición -el intendente del principal municipio tucumano, principal bastión electoral de la oposición y donde reside casi la mitad de la población de la provincia-, la resolución vino a poner tirantez en las relaciones internas entre la UCR y el PJS.

Alguno que otro discurso encendido en el plenario de los correligionarios apuntaron al oficialismo en la persona de Jaldo que, por ser Gobierno y el adversario a enfrentar y vencer, eran políticamente lógicos. Sin embargo, cuestionar en duros términos a Alfaro justamente por un rasgo que lo define por sus orígenes peronistas -la justicia social- no sólo confirma que es el principal contendiente del radicalismo en la interna de Juntos por el Cambio sino que, además, le imprime cierto sesgo antiperonista a las objeciones. Altamente riesgoso si es que se aspira a consolidar a la alianza.

¿Sólo chicanas?

Más que abrir puertas para ampliar la coalición opositora se estarían poniendo obstáculos por motivos ideológicos para presentarse ante la ciudadanía como una verdadera opción de poder en 2023. Si se trataron solamente de chicanas para condimentar con un poco de picante la interna de JxC -para fortalecer a un candidato y para debilitar a otro, indirectamente-, bien podrían incorporarse en ese mismo marco las réplicas de colaboradores del jefe municipal, que salieron a sostener que algunos radicales juegan en favor del tranqueño. Es decir, que juegan en contra de los intereses del conjunto.

Como detrás de toda ironía subyace una porción de verdad, habrá que prestarle atención a los términos en que se desarrolle la sociedad entre los radicales y los alfaristas, porque sólo pueden darse el lujo de tensionar hasta un cierto punto las formas de negociar o de alcanzar acuerdos; después, únicamente, puede sobrevenir el pacto o la fractura.

Es que la votación en la convención radical dejó al descubierto dos posturas internas, una en apariencia más inflexible que la otra; y la que se imponga al final del proceso marcará la suerte de Juntos por el Cambio y delineará el futuro de varios dirigentes políticos.

También es válido interpretar que unos privilegian el fortalecimiento del partido y que otros se preocupan por el futuro de la alianza en la provincia; es otra forma de observar las dos líneas de acción existentes en la UCR. En ese marco empezaron a funcionar nuevas sociedades políticas en el radicalismo, donde algunos prefieren hablar de una dirigencia nueva que se enfrenta a estructuras antiguas. La otra sugiere que hay apuros irracionales, juveniles, u otros intereses ajenos al partido.

Todo está por verse en el escenario de los correligionarios; pero con la normalización del partido -que estuvo tres años intervenido- y con lo resuelto por la convención, el radicalismo provincial se puso en movimiento. Habrá que ver a dónde llega, y quien resulta ser más influyente en la vida partidaria de la UCR.

Los comicios del año que viene serán la primera prueba seria para la UCR y revelarán quién tuvo o no la razón.

La situación lleva a preguntar ¿cómo habrán observado desde el Gobierno el desarrollo de la convención radical? Seguramente, más allá de reiterar que no se meten en internas ajenas, habrán sonreído con el resultado por más que implique un empate técnico en términos políticos, ya que al postular como candidato a gobernador a Roberto Sánchez se le niega tal posibilidad a Alfaro en el espacio. O sea, genera un distanciamiento que puede derivar en un eventual enfrentamiento y posterior quiebre. Que se quiebre pero que no se doble.

Esa sola posibilidad ya es festejada por anticipado por el oficialismo. Lo puso en evidencia Claudio Viña, funcionario municipal, cuando deslizó que algunos radicales parecen jugar para Jaldo. En el alfarismo reniegan porque en el centenario partido algunos referentes sindican como un enemigo al intendente, sin entender que son socios en una coalición que intenta desde 2015 desplazar al PJ del poder.

El propio Germán Alfaro arrojó una definición al respecto: “a un dirigente político lo mínimo que se le puede pedir es que distinga al adversario. Algunos dirigentes de la UCR confunden el adversario; cuando lo confunden es porque en tu ADN te falta la vocación de poder, te conformas con dos o tres bancas, con dos o tres intendencias; y para transformar esta provincia hay que ser Gobierno”.

Contundente, y también con ironía, el líder del PJS refiere que se equivocan los correligionarios que lo consideran como un enemigo interno y reitera tácitamente que no será él quien rompa esa sociedad. Al mismo tiempo acusa de que hay sectores radicales que no tienen una verdadera vocación de poder; que prefieren quedarse con sus “quintitas” de poder, con los pocos espacios ganados, y no soñar en grande. Los desafía a arriesgarse.

Alfaro se cuidó de mencionar en su análisis al diputado nacional Sánchez, con quien debería cerrar un acuerdo político de cara a las elecciones o bien integrar la fórmula gubernamental para pensar en un posible éxito electoral. No agrede a quien puede necesitar. El intendente, a su manera, construye poder en base a no dejar a nadie afuera, lo suyo es armar lentamente, sin expulsar.

En ese esquema no le debe haber agradado la resolución institucional de la UCR al nominar al concepcionense a la gobernación; porque básicamente la decisión institucional limita la acción política. Y aún hay tiempo para negociaciones y tratativas, por lo menos hasta que el Poder Ejecutivo convoque a elecciones. Sánchez trató de minimizar el acontecimiento: “no hay que alarmar tanto”, dijo. Pero las alarmas se encendieron; junto con la desconfianza.

Vale decir que en la situación que se presenta hoy por hoy la oposición, donde todos se miran con desconfianza y sospechan sobre las reales intenciones de las movidas políticas, al PJ le conviene citar lo más pronto posible a la votación porque desacomodaría y desarticularía aún más a los integrantes de Juntos por el Cambio. Apurarían el desmadre. Posible diáspora en el horizonte, dirían.

Claro que el Gobierno provincial no sólo está mirando a la oposición para resolver la fecha de la elección sino que, además, está atendiendo a las variables nacionales que pueden decidir el rumbo político de Manzur. Porque la fecha será resuelta entre Jaldo y el jefe de Gabinete, es a ellos a los que les debe convenir la citación a los tucumanos para que vayan a las urnas. Ergo: perjudicar, en teoría, a los opositores.

Con el bussismo, no

En la convención radical se impuso una visión ideológica también, porque una designación en especial en la comisión de acción política prácticamente le cierra las puertas a la incorporación de Fuerza Republicana a Juntos por el Cambio. Se trata de la incorporación de Aurora “Tatá” Pisarello, hija de Ángel Gerardo Pisarello, quien fuera secuestrado el 24 de junio de 1976, durante la dictadura militar. “Tatá” fue candidata a vicegobernadora por el Frente Evolución para la Democracia Social, a cuyo frente estaba el dirigente Ariel García, a quien le responden muchos de los convencionales radicales, los que se identificaron usando una boina blanca en el plenario.

Los que aprobaron esa integración de la comisión de acción política entienden que el legislador Ricardo Bussi no puede ser parte de la coalición opositora, menos ahora que se asoció a Javier Milei, quien niega a los 30.000 desaparecidos. Lo resolvió la convención de la UCR, no una mesa provincial de Juntos por el Cambio. Un partido menos.

También este grupo interno apunta a su manera a revalorizar a la UCR, a convertirla en cabeza de la coalición opositora, a hacer pesar la estructura partidaria y la cantidad de afiliados sobre el resto de los componente de Juntos por el Cambio a la hora de armar las listas para los comicios, ya sea por consenso, por encuestas o por internas, como sugirió a nivel nacional la mesa de JxC. Interna cerrada debería ser.

La propuesta “Sánchez gobernador” se enmarca en esa línea de acción, la de imponer presencia partidaria, so pena de tensar las relaciones internas o de poner aparentemente en riesgo a la propia coalición. De alguna forma se pasó de la mera intención política de la candidatura de Sanchez es innegociable a la formalidad institucional de Sánchez es el único candidato a gobernador de la UCR.

No queremos ser furgón de cola de nadie; deslizó un radical de la Capital, apuntando que deben ser los conductores del proceso político y electoral en la coalición. De alguna forma, este sector del radicalismo tucumano va a contramano del comportamiento radical de los últimos años que en el plano nacional se limitó a servir a los intereses de Macri, o sea ser el furgón de cola del PRO. En Tucumán, algunos radicales quieren hacerse fuertes a partir de la postulación de Sánchez y que el resto se sume a esa propuesta.

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