

El reciente festejo por los infantes fue el mejor ejemplo para graficar esto: la sobreexposición de los niños en las redes sociales. A la mayoría de las madres y los padres les gusta compartir imágenes de sus hijos cuando disfrutan de momentos felices, como el del domingo último, pero los adultos no siempre son del todo conscientes de los riesgos a los que se exponen con ciertos actos.
Los profesionales que trabajan tanto con la salud mental como con las diferentes herramientas tecnológicas coinciden en advertir que publicar demasiada información relacionada con los menores de edad en internet puede tener consecuencias inmediatas o a futuro. Y alertan sobre la necesidad de crear conciencia al respecto.
La psicóloga Florencia Lazarte, coordinadora del área de prevención del Programa para el estudio de las Adicciones (PUNA), explica en un artículo publicado en este diario que esta conducta -conocida como “shareting”- no es buena o mala, pero que sí es importante pensar que, si se va a compartir contenido de los hijos, hay muchos riesgos a futuro.
Uno de ellos llega en la etapa adolescente, cuando ya empiezan a tener conciencia y a generar su propia identidad. “Los profesionales de la salud mental estamos empezando a ver los efectos de este uso en las plataformas; nos encontramos con adolescentes con un quiebre en su autoestima muy grande, que los lleva a muchas conductas de riesgo”, remarca.
Es que toda esa exposición que crearon sus padres dieron lugar a una “huella digital” de los chicos. José Farhat, abogado y secretario de estado de Participación Ciudadana, lo define como una contradicción: “un padre se siente orgulloso y comparte la vida de su hijo, pero todo eso va creando una huella digital del infante, y a temprana edad ya le vamos generando un perfil humano digital; entonces es importante pensar cuáles son los límites de la privacidad, cuál es la vulnerabilidad del infante y cuál es el riesgo”.
Según apunta, aunque parezca ínfima, la cantidad de información que se brinda en las redes sociales es mucha y hay estudios que afirman que para 2030 va a ser tanta la información que se ha compartido sobre niños y niñas, que estas nuevas generaciones van a estar expuestas a suplantación digital, porque más allá del nombre, de los lugares a donde van, todo lo que hacemos va dejando una huella muy potente, y eso va a implicar una vulneración muy grande.
Publicar la foto de un niño acarrea también otros peligros que los adultos pasan por alto, como la posibilidad de que una imagen graciosa se convierta mañana en un motivo de acoso escolar o digital, o que una foto en traje de baño puede terminar en una página de pornografía infantil.
Es importante que las madres y los padres se detengan a pensar en todos estos riesgos a la hora de tomar la decisión de compartir o no determinados contenidos. Reforzar la privacidad de sus perfiles en las redes sociales es una opción para proteger la intimidad de la familia.
Otro aspecto a tener cuenta por los adultos responsables antes de caer en la tentación de exponer demasiada información en internet es que existe una normativa legal al respecto, como la Convención de los Derechos del Niño, que establece el derecho a la identidad, o la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos del Niño, que asegura el derecho a la vida privada y a la intimidad. Y los grandes responsables de velar por estos derechos son sus padres. Ser responsables en este sentido es fundamental.







