Sor Lucía Caram, militante de la esperanza

Sor Lucía Caram, militante de la esperanza

“Sor Lucía” contó sobre su experiencia como parte de la misión en Ucrania, habló del dolor que produce un mundo cada vez más loco, que se preocupa por mandar armas para que Ucrania gane la guerra y se olvida de que, en una guerra, nadie gana.

 VUELTA AL PAGO. Sor Lucía llegó a Tucumán a visitar a su familia, aprovechando que está “entre misiones” en su trabajo de rescate en Ucrania. VUELTA AL PAGO. Sor Lucía llegó a Tucumán a visitar a su familia, aprovechando que está “entre misiones” en su trabajo de rescate en Ucrania. LA GACETA / FOTO DE JOSÉ NUNO
18 Agosto 2022

El convoy militar cruza la frontera hacia Leópolis, desde Polonia, con sirenas y luces. Va rodeado por camiones con armamento antimisiles y rueda a 180 kilómetros por hora para evitar ser un blanco fácil de los disparos rusos.

Arriba va una monja. Se llama Lucía Caram, es dominica, es tucumana y se fue a vivir a España hace 20 años, para ser religiosa de clausura. Un buen día, decidió cambiar de rumbo y abrir las puertas del convento para hacer trabajo social.

El Papa Francisco, del que habla como un amigo, le dijo “dale para adelante”, y ella le hizo caso.

“Empatía” es una palabra que repite cuando cuenta lo que hace. También “esperanza”, que defiende como una trinchera. “Soy una militante de la esperanza”, dice, aunque a veces cueste.

Es que ahora, además de manejar un banco de alimentos para que a nadie le falte un plato de comida -no todos son desocupados, sino parte del nuevo fenómeno de los “trabajadores pobres”, los que no llegan a fin de mes aunque tengan empleo- también participa y organiza las misiones para ayudar a salir de Ucrania a familias que escapan de las bombas, el miedo y la carestía.

“Sor Lucía”, estuvo en el estudio de LA GACETA Play y, en la entrevista, contó sobre su experiencia como parte de la misión en Ucrania. Habló del dolor que produce un mundo cada vez más loco, que se preocupa por mandar armas para que Ucrania gane la guerra y se olvida de que, en una guerra, “nadie gana”.

“En dos o tres semanas vamos a ver nuevos enfrentamientos en la primera línea, porque ahora están los soldados entrenando en la frontera con Polonia”, cuenta. Las bajas, en estos meses, de 250 por día, se multiplican si se cuentan los heridos.

Lejos del escenario de guerra, la “incontinencia verbal” (sus propias palabras) de Lucía no descansa. Habla de la corrupción, que afecta a Argentina pero también es una queja en España, la falta de horizontes de los jóvenes, la desesperación y la tristeza de quienes no tienen trabajo.

“Veo, en Tucumán, muchos jóvenes que se quieren ir del país y preguntan por esta nueva ley que ha entrado en vigor en España que permite trabajar a quienes entran como estudiantes, o viajar con contrato de trabajo”, explica.

La cuestión, señala, es que la situación del otro lado del Atlántico tampoco es paradisíaca. “España es un país envejecido”, dice. No sólo porque se ha reducido la natilidad, sino que “es la misma historia que acá”, suspira antes de pasar a quejarse de los planes sociales, otra vez una realidad ambos lados del océano. “En el banco de alimentos donde trabajo, en Manresa -explica-, nos encontramos con que mucha gente que recibe ayuda social, se acostumbra a eso y no vuelve a trabajar”.

“Eso no puede pasar, la administración tiene que reaccionar y hacer que la ayuda sea temporaria. Habrá gente que la necesite siempre, otra por un tiempo más largo, pero no puede ser que sea más fácil tramitar una ayuda, que insertarse en el trabajo”, insiste.

Sor Lucía habla del desencanto ante la corrupción como de los horrores que persiguen a los ciudadanos: “La corrupción está hiriendo de muerte a nuestra gente joven. Pero, qué le podemos pedir a nuestros jóvenes, si vemos que hay corruptos que nos comen la esperanza”.

Militar la esperanza no es fácil en lo que llama “una sociedad postcristiana”. “Lo que la gente valora y entiende son los hechos -explica- no las palabras. Cuando recibo a la gente, cuando abro un banco de alimentos, ofrezco esperanza”. De eso se trata, asegura.


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