El humor, bandera de una generación automedicada

Cuatro actrices asumen ser “Las herederas de la aspirineta”, con dirección de Cristina Idiarte.

CON SOBREDOSIS. Marcela Manov, Lula Puyg, Luciana Dimarso y Belén Mercado protagonizan una comedia hecha desde la mirada de la mujer. prensa CON SOBREDOSIS. Marcela Manov, Lula Puyg, Luciana Dimarso y Belén Mercado protagonizan una comedia hecha desde la mirada de la mujer. prensa

Proponen que entre el escenario y la platea se concrete “un viaje lisérgico por décadas de la que somos parte, porque las secuelas de una generación automedicada se notan”. Son cuatro mujeres decididas a mantener “un encuentro de humor, una charla de amigas (las tuyas, las mías), un desopilante momento de personas que se animan a todo”. Y tras bambalinas hay más de ellas, todas sumadas en el mismo objetivo.

Esta noche, a las 21.30, “Las herederas de la aspirineta” volverán al Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265), con las actuaciones de Belén Mercado, Marcela Manov, Luciana Dimarso y Lula Puyg, la producción de Pilar Romagnoli y Carolina Bloise, la asistencia de Paula Marcoux y las coreografías de Eugenia Rufino. Y para articular tanta locura y desborde, está la directora salteña Cristina Idiarte, ya en diálogo con LA GACETA.

- ¿Cómo es el planteo?

- Quisimos contar la relación de cuatro amigas en una edad donde todo adquiere una importancia diferente, arquetipos de mujeres que sostienen el vínculo y se divierten. Un encuentro de humor, un desopilante momento de seres que se animan a todo. La máxima que nos acompañó durante todo el proceso fue reír mucho: queríamos trabajar sobre el humor, el sentido de lo que nos reímos y nuestro recorrido para hacer de esta obra algo hilarante.

- ¿Sobre qué herramientas dramáticas trabajamos?

- La idea era tomar una época a modo de empatía con el público al que va dirigida la obra, crear a partir de eso un universo vintage de música, imágenes y mucha lembranza (como dicen los brasileros), ese recuerdo feliz, calentito. Los cuadros tienen mucho de construcción de las actrices, y a eso le sumás textos divertidos que fuimos creando en este proceso, es un buen combo. La herramienta por excelencia fue el humor. Si nos hacía reír, iba.

- ¿Sos parte de esa generación automedicada?

- ¡Totalmente! Soy de una generación automedicada que sostiene que lo pasado es la causa de lo que somos, pero también soy de la generación “bisagra”, la de los cambios tecnológicos, la de la aparición de las redes, internet, televisión a color, feminismo, etcétera...

- ¿Cuáles sobredosis te hicieron amar el teatro?

- Creo que ese amor vino innato. No recuerdo un comienzo, siempre hice teatro. Sí tiene una sobredosis de adrenalina que me encanta, y siento que cada vez es más necesaria. Es mi única relación a largo plazo, a veces tóxica pero fantásticamente honesta.

- ¿El humor es el mejor remedio que tenemos en el botiquín?

- Sí, creo firmemente en eso que decía Frida Kahlo: “reír nos hizo invencibles. No como los que ganan, sino como los que nunca se rinden”. Para mí es mi trinchera; desde el humor, resisto.

- ¿Reírse de uno mismo es parte esencial para la cura de lo que sea?

- Si, pero reírse en serio, honestamente. No de “opa alegre”, como diría el Cuchi Leguizamón. Es muy difícil, pero se entrena, se analiza, se vive. También se hace lo que se puede.

- La obra se anuncia como “un viaje lisérgico por décadas de la que somos parte”. ¿Eso confirma o desmiente que el pasado fue mejor?

- Siempre el pasado está teñido de nuestra mirada, para mí siempre lo mejor está por venir. Y no de tonta optimista, sino que elijo ese lugar, me aferro a la alegría como soporte. Pero para tener esta mirada, mi pasado debería haber sido alegre… o por lo menos divertido. Y creo que lo fue, mis arrugas lo atestiguan.

- ¿Cómo surgió y se desarrolló esta propuesta?

- Como surgen las cosas más locas, las productoras me llamaron un domingo a la noche y me propusieron dirigir una obra en Tucumán; yo dije que si instantáneamente (las reglas de la improvisación: nunca decir no), y acá estamos. Hubo ensayos por zoom, viajes alocados, aventuras, impros, construcción del texto, ensayos en el teatro y ¡zas! El estreno. Trabajar con grosas actrices que se animan a jugar y a reírse de sí mismas, arriba de un escenario; con una asistente de dirección y con una directora coreográfica fue un gran honor. Euge supo decodificar cada una de las intenciones y decisiones de esta obra, llena de recuerdos y lugares felices, pero muy alocada. Punto aparte las productoras, a las que no se les pasa una y están donde tienen que estar en el proceso, en la necesidad. Me encantó este equipo de trabajo, conocernos trabajando. Todas herederas de esa generación automedicada.

- ¿La mirada actual de la mujer empoderada le permite desafiar las herencias?

- Siempre desafiamos las herencias, antes y ahora, es un proceso lento pero que vale la pena. Hoy desafiamos las cargas, las herencias, el patriarcado, todo. Porque tenemos la suerte de ser testigos de un tiempo histórico que nos pertenece y del que somos parte. Nuestra trinchera es el teatro, para hablar de procesos nos gusta pensarlos desde la alegría.

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