Un Gobierno que elige mal hasta a los enemigos

Un Gobierno que elige mal hasta a los enemigos

¿Cuánto más podremos los argentinos vivir a ambos lados de la grieta que nos separa cada vez más? Jorge Lanata se ufanó en una entrevista publicada el año pasado en LA GACETA de ser el creador, durante una entrega de los Martín Fierro, de esa expresión que ahora se escucha en cualquier ámbito: grieta. Estar siempre enfrentados. Que haya un abismo en, al menos, dos formas de ver un país y que cada uno puje por ganar espacio y, literalmente, arrojar al otro al vacío. Hoy casi todo es blanco o negro. Nos hemos acostumbrado a que no hay grises en este país. El ejemplo más claro tiene que ver con las coaliciones que desde hace años pugnan por el poder en La Argentina. El Frente de Todos, bajo la protección del paraguas justicialista, contra Juntos por el Cambio, con la Unión Cívica Radical, el PRO y la Coalición Cívica como puntales. Para una enorme masa del país, no parece haber hoy otras alternativas. Y entre ambas, la grieta. Y bandos.

Hay una paradoja, sin embargo, que parece encarnarse al menos en los gobiernos kirchneristas al seguir, aunque no lo quieran ni lo reconozcan, la teoría de Carl Schmitt para quien cualquier enfrentamiento público y cualquier oposición religiosa, moral, económica y social constituyen “política”, “siempre que tengan la fuerza suficiente para agrupar a las personas en amigos y enemigos”. Este jurista alemán en su obra de 1932, “El concepto de lo político”, considera que: “la esencia de las relaciones políticas se caracteriza por la presencia de un antagonismo concreto cuya consecuencia última es una agrupación según amigos y enemigos”. Para él, entonces, el enemigo es “el otro, el extraño, y para determinar su esencia basta con que sea existencialmente distinto y extraño en un sentido particularmente intensivo”. La idea del “Ellos” y el “Nosotros”. Y se habla de paradoja ya que los economistas del oficialismo repudian las teorías de Schmitt que hoy son más representadas por el liberalismo. Volviendo al principio, vivimos en la grieta. Y el Gobierno elige enemigos. Y más allá de una cuestión política, en la idea de medir fuerzas con quienes van a ser sus contrincantes en las próximas elecciones, parece tener especial predilección por acusar y avasallar a dos sectores muy fuertes de la sociedad: el campo y el sector privado. Las constantes peleas y el crecimiento de impuestos y retenciones a esos sectores así lo demuestra. Pero son justamente el campo y el sector privado los que motorizan la economía. Veamos algunos datos: si la población de Argentina fueran 100 personas, hoy 58 son económicamente inactivas. Entre ellos amas de casa, jubilados, niños y estudiantes. Las otras 42 personas son económicamente activas. De esas, hoy 6 son desempleados y 36 están ocupadas. De estas últimas, cuatro son autónomos y monotributistas, 11 son trabajadores informales (asalariados y cuentapropistas), ocho son asalariados formales y 13 son empleados públicos. Así, casi la mitad de las personas que trabajan en el sector privado, lo hacen en condiciones de informalidad, y los empleos públicos representan dos de cada seis trabajadores. Según los datos, que provienen de un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Laraf), hoy, en el sector público nacional trabajan casi 800.000 personas, entre entes descentralizados, universidades, fuerzas armadas, empleados de ministerios, poderes Judicial y Legislativo y empresas públicas. A ellos hay que sumarles casi 3,5 millones de personas que trabajan en las 24 provincias del país (incluyendo CABA), y el millón que trabaja en municipios. Es decir que del Estado viven aproximadamente casi 5,5 millones de personas. Es casi el 11% de la población. Pero a ellos, y el dato no es menor, hay que sumarles los planes sociales. Es decir, también dinero que sale directamente del Estado. Según un informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), el año pasado unos 28 millones de ciudadanos recibieron ingresos monetarios directos de parte del Estado nacional. De ese total, más de 12 millones reciben prestaciones sociales. ¿Qué pasa con el empleo privado? En la Argentina, hay 9,13 millones de trabajadores en alguna de las versiones de formalidad privada. Y como dato muy importante, dos de cada 10 trabajos de ese sector se generan en alguna cadena agroindustrial, según la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina. Es decir que el 24% del empleo privado nacional viene de la agroindustria, unos 3,7 millones de puestos de trabajo que generan las cadenas agroindustriales. Las cinco cadenas que más crean trabajo son: la de carne vacuna 12%; la de frutas, verduras, hortalizas y legumbres con 12%; trigo con un 10%; soja también aporta 10% y maíz 6%. Estas cinco cadenas juntas, generan la mitad de todo el empleo agroindustrial.

Entonces, en esa batalla. En ese “Ustedes” y “Nosotros” que se plantea a ambos lados de la grieta, el Gobierno pareciera apuntar al enemigo equivocado. En vez de apuntalar el trabajo por fuera de lo público, de fomentarlo para de una vez por todas dejar de ser una bolsa de trabajo en vez de incentivar que sean los privados los que puedan hacerse cargo de la mayor parte de masa salarial, elige atacarlo. Y para peor, no logra torcerle el brazo a la inflación, que se come el salario de los trabajadores. Hoy ya no se habla de que es pobre el que no tiene trabajo: entre 2017 y 2021, la pobreza entre ocupados pasó de 15,5% a 28,2%, según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA. Así, uno de los pilares de los que siempre se ufanó el Justicialismo, como el trabajo digno, se degrada. Con una inflación que en julio ya alcanzó los índices que se esperaban para diciembre, hoy el salario de los trabajadores se licúa y ese debería ser el verdadero enemigo. Seguramente muchos de quienes hoy integran el Gobierno deben haber leído a Sun Tzu. Lo que comenzó siendo un manual de guerra se transformó en un libro de estrategia política y comercial. Y allí se enseña: “conoce al enemigo mejor que a ti mismo”. Parece que al Gobierno justo le faltaba esa página.

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