Apuesten: ¿cuánto falta para que vandalicen el nuevo puente?

Apuesten: ¿cuánto falta para que vandalicen el nuevo puente?

 la gaceta / foto de DIEGO ARAOZ la gaceta / foto de DIEGO ARAOZ

Por cuestión de segundos el nuevo puente de la Mate de Luna se salvó de ser vandalizado esta semana. Un grupo de vecinos lo advirtió justo cuando una pareja -aerosol en mano- se aprestaba a pulverizar el blanco de los pilares. Bastaron un par de gritos para frenarlos, pero se sabe que es cuestión de tiempo: al menor descuido harán de las suyas. La estructura que cruza la avenida uniendo Ciudadela y barrio El Bosque cuenta con vigilancia (y hasta ascensorista), pero nunca será suficiente. Lo curioso es que desde la vereda de Amador Lucero, instalados en un bar, tres parroquianos salieron en defensa de nuestros aprendices de Banksy. “Así destruyen la cultura grafitera”, le recriminó una joven a una vecina, que no entendía muy bien de qué le estaban hablando. En Tucumán -ya se dijo- hay que rebobinar y empezar de nuevo.

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Hay obras públicas de jerarquía y a otras se le notan las costuras. El puente de la Mate de Luna superó las expectativas y hasta se convirtió en un atractivo turístico/social. Las novias y las quinceañeras hacen una parada en la ruta hacia la fiesta de turno para sacarse fotos y hay “puntos selfie” de lo más concurridos. Además, está funcionando como una extensión del circuito de paseo nacido en el parque Avellaneda, arrastrando de paso la movida comercial y edilicia de la zona. Y todo por la sencilla razón de que es lindo y está bien hecho. Que el municipio haya demorado 14 meses en inaugurarlo -Alfredo Toscano prometió que estaría listo en mayo del año pasado- no es un dato para barrer bajo la alfombra. Pero en este caso, mirando el vaso medio lleno, convengamos que la tarea quedó aprobada. Resta dotar de mayor funcionalidad a las plazoletas: en la de Amador Lucero había juegos infantiles y los chicos los extrañan; en Thames primera cuadra todo es ganancia, porque la vieja platabanda estaba a punto de transformarse en un basural.

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Sin seguridad ni mantenimiento no hay obra pública que aguante. Y entendiendo a la obra pública como una inversión orientada a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, cuidar esa inversión resulta prioritario. Con mucha más razón si las iniciativas jerarquizan una ciudad a la que le falta, precisamente, jerarquía. Tarea difícil de cara a una tucumanidad acostumbrada a ensuciar, deslucir, romper, robar y ultrajar el patrimonio urbano. Es la vieja historia de la manta corta: nunca alcanza para tapar la cabeza y los pies, así que algo se pierde en el camino. Haría falta un ejército para proteger y mantener tantos bienes que la ciudad posee, No se puede todo; ¿cuándo empieza a colaborar el ciudadano de a pie?

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Claro que si la obra pública es de calidad dura más. Su propia y noble naturaleza colabora en la pulseada contra los fanáticos de la devastación. El municipio capitalino se apresta a anunciar un plan de pavimentación, lo que está muy bien a la luz del pésimo estado de calles y avenidas. Siguiendo este hilo, es de esperar que los materiales elegidos sean de primera; de lo contrario sucederá como en la mayoría de los arreglos que vienen haciéndose: durarán lo que un suspiro. Para una gestión que lleva siete años -y formando parte el intendente Germán Alfaro del gabinete de su predecesor, Domingo Amaya- no hay margen para las excusas ni para las explicaciones. Le quedan más de 12 meses al Lord Mayor para dejar una San Miguel de Tucumán por la que transitar no sea privativo de las 4x4.

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Hablando de obras, hay abundante publicidad -sobre todo en redes sociales- anticipando las bondades del paseo comercial que reemplazará al Mercado del Norte. Para el Intendente esta no es una obra más; pretende que sea un símbolo de su legado para la ciudad. Alfaro no quiere dejar el cargo sin llevarse una carpeta de realizaciones transformadoras, y la foto de este shopping (aunque la recomendación es no usar la palabra) será la que ilustre la tapa de ese dossier. La plaza Independencia se remodeló en plena pandemia y, una vez retirada la cartelería que la ocultaba, quedó al descubierto de una sociedad que la analizó a partir de un mar de prejuicios. Lo que hubo allí fue una mala praxis comunicacional: una buena obra mal vendida. Los ojos neutrales -los numerosos turistas que pasaron estas vacaciones por Tucumán- llenaron de elogios a la plaza, escenario de puestas teatrales y musicales durante las tardes de julio. Pero no hay caso con la plaza, empezaron a criticarla sin haberla visto siquiera y la sensación es que no hay marcha atrás. “¿Qué esperaban? ¿Fuentes con patos?”, ironizó Federico Türpe en su columna. Y sí, se ve que hay quienes esperaban algo así. La cuestión es que, tanto con el futuro paseo comercial como con cualquier otra obra pública, el municipio no está dispuesto a tropezar otra vez con la piedra de la (des)información.

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La remodelación de la antigua estación El Provincial, que había quedado como una bonita cáscara vacía, se llenará de contenido a partir del acuerdo con nuevas franquicias que están listas para desembarcar en Tucumán. En esa imprescindible mirada al sur que la ciudad necesita el desarrollo comercial es una pata importante, pero dista de ser la única. El Provincial no deja de ser una puerta de entrada al área más postergada de la capital, justamente las barriadas de las que provienen el Intendente y su esposa, la senadora Beatriz Ávila. Futuras gestiones deberán multiplicar los planes para que las decenas de miles de tucumanos que viven más allá de la avenida Kirchner se sientan en igualdad de condiciones con vecinos más beneficiados por, justamente, la inversión.

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El antiguo puente de la Mate de Luna, ya un recuerdo a esta altura, fue removido a causa de los problemas estructurales que amenazaban con hacerlo colapsar. Hay un gemelo de aquel puente en pie, cruzando la avenida Benjamín Aráoz a la altura del 300. LA GACETA constató hace unos días el deplorable estado en el que se encuentra. No sólo está bloqueado, por lo que no puede usarse; luce abandonado y hasta contribuye a la contaminación visual. Por otro lado se dispara una pregunta: si ambos puentes se instalaron al mismo tiempo, a ninguno se le hizo el mantenimiento necesario, y uno se retiró porque no daba más, ¿el otro -el que cruza el parque 9 de Julio- no corre riesgos de ningún tipo?

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Una de las mejores noticias que proporcionó el municipio en lo que va del año fue la intención de hacer una nueva plaza, aprovechando el predio en el que funcionaba la Dirección de Urbanidad e Higiene (Las Piedras y Alberdi). Algún día tendrá que resolverse la situación del inmueble de El Buen Pastor (Salta y Mendoza), esquina que también podría aprovecharse para planificar un espacio verde. O al menos con algo de verde alrededor. Al paso que vamos, lo más probable es que alguna de esas paredes se venga abajo. No es una profecía, sino una pizca de sentido común.

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