Osvaldo Pugliese: “El tango es un árbol que siempre da frutos”

Osvaldo Pugliese: “El tango es un árbol que siempre da frutos”

El autor de “la yumba” fue uno de los músicos fundamentales del dos por cuatro. Hace 35 años, actuó en Tucumán, junto al “Polaco” Goyeneche.

AGRADECIMIENTO. Pugliese recordó que la noche que tocó en el Colón, le pídió perdón al público y le dedicó la actuación a su madre. AGRADECIMIENTO. Pugliese recordó que la noche que tocó en el Colón, le pídió perdón al público y le dedicó la actuación a su madre.

Una milonga serpentea por los gruesos lentes, despertando zorzales en los árboles de Villa Crespo. “La yumba” se escapa por los ojales del alma, buscando un pasado de boliches y orquestas, de celdas y fuelles, un sentimiento social. Es 2 de diciembre. Un purrete albea en el mundo ese sábado de 1905.

“Mi barrio era una de las orillas de Buenos Aires; fue creciendo alrededor de una fábrica del calzado. Mi padre era cortador de cuero, además de músico aficionado. Pero Villa Crespo era el emporio de la música popular. Uno salía de su casa, iba al café y seguro que allí iba a encontrar un trío, un cuarteto o un cantor de tangos. Nadie necesitaba cruzar las fronteras porque en ese pequeño país, el barrio, uno tenía todo. Me acuerdo que cuando uno se mudaba al centro lo despedíamos como si fuese a Japón. Todos pensábamos que no lo veríamos más”, evoca.

Las corcheas le brotan en el violín cuando se arrima a los 12 años. “Cuando terminé cuarto grado, le dije a mi papá que no quería ir más a la escuela. Me metió a laburar en una imprenta. Yo rascaba el violín. Un día llegué a casa y encontré un piano. ‘Tenés que estudiar’, me dijo mi viejo. Y estudié con Vicente Scaramuzza y con Antonio d’ Agostino”, dice.

Su madre da vueltas por la sala y se detiene. Osvaldo está traveseando las primeras melodías. “¡Al Colón, al Colón!”, le dice y lo besa en la frente. “Yo sé que más que una aspiración era un sueño, que con el tiempo se hizo realidad. Por eso, la noche en que toqué en el Colón, le pedí perdón al público y le dediqué la actuación a mi madre”, recuerda.

“Recuerdo”, “Retoños”, “Palpitando”, “Mi Tesoro”, y el fox-trot “Alaska” son sus primeras composiciones. El bandoneonista Domingo Faillac lo convoca. Tiene 14 años. El debut es en el Café de La Chancha. “El tango tiene dos facetas muy bien definidas: la melódica y la armónica o milonguera. Cuando tuve la ocasión de formar mi orquesta dije: ¿qué línea elijo? Y fue la milonguera; siempre permanecí fiel a esa tendencia. Si hice bien o mal es otra cosa, pero en mis sentimientos y conciencia siempre fui fiel a ella”, apunta.

En la cárcel

1936. La sensibilidad social lo acerca al partido Comunista, donde milita hasta el fin de sus días. “Yo tenía mi verdad y la lucha me daba la razón. Cuando uno opta por militar en un partido se expone a todas las satisfacciones y sinsabores de la cosa. Su ideología y militancia me hicieron cambiar el concepto de la vida”. Por sus ideas, Juan Domingo Perón lo manda a la cárcel, actitud que repite luego la Revolución Libertadora. Pero él casi nunca habla de esos percances. “No es un capital invertido que tiene que dar renta, por eso no me gusta vanagloriarme de las veces que me prohibieron o me encanaron. No creo que estar preso sea una virtud para andar proclamándola y hacer que la gente lo admire a uno por eso. Simplemente son avatares de la vida de militante”, sostiene.

1948. Lydia Elman le hace una zancadilla al corazón del troesma. La mirada del amor los lleva de su mano durante 47 años. Los triunfos no lo obnubilan; su orquesta sigue siendo una cooperativa donde todo se comparte por igual. Troilo, Cobián y Francisco de Caro son sus admirados. “Respeto a los profesionales y a los cantantes que se dedican al rock, pero no comparto el carácter de música nacional que le pretenden dar. Ahí no estoy de acuerdo. La juventud tiene que poner los pies en su propia tierra porque ahí hay hondas raíces que aún no conocen y por edad subestiman”, dice.

Proscripto por el peronismo en los 50, sus músicos dejan el piano vacío con un clavel rojo sobre el teclado. 1973. Lo invitan a tocar en una fiesta popular. Perón se le acerca: “Gracias por saber perdonar”, le dice. Tras la muerte del líder, López Rega lo prohíbe en la televisión. La negra noche de los argentinos llega con la cruenta dictadura militar. “Vivimos la época de los exiliados en Holanda. Yo le decía: ‘mirá que acá la comida es en dólares’, porque él invitaba y eran mesas grandes de diez, doce personas, y él me decía: ‘No te preocupes, ellos están peor que yo’”, cuenta Lydia.

Primavera tucumana

1987, 12 de septiembre. La primavera tucumana huele ya a dos por cuatro. El hotel República es testigo del encuentro. La timidez de los anteojos contrasta con el bigote verborrágico de Roberto Goyeneche, que no lo deja meter un bocadillo: “Disculpe, Polaco, la pregunta es para el maestro, déjelo que hable, luego le preguntaré a usted”. Los 82 años aprueban con su mirada, mientras el enfado se dibuja en el rostro del cantor. “Al tango hay que tomarlo como un proceso de desarrollo que viene desde su nacimiento. No se puede decir que recién ahora ha adquirido una factura musical. Desde la época de Villoldo, uno de los nombres clave, hasta Piazzolla, el tango se ha desarrollado con gran ímpetu y fuerza en sus partes melódicas y rítmicas. No lo podemos negar; está comprobado en el mundo entero. Lo que si hay son distintas etapas que dieron lugar a distintos intérpretes que le dieron con su talento una gran polenta, validez y categoría”, me dice. El memorable dúo, junto a la orquesta del maestro, se presentará ese domingo en el club Floresta.

1995. Julio arranca conflictuado. Bazterrica la porteña clínica, recibe su obstrucción intestinal. La afección cardíaca enturbia las mañanas. Los asuntos respiratorios también. Martes 25. “Más que la fama, importa situar a la gente dentro del corazón. Yo he trabajado desde pibe, y la gente ha simpatizado con este carcamán que soy, pero no me siento superior a nadie. Cuando veo a los que trabajan en la calle, con el martillo, con la pala, pienso siempre que son trabajadores y arquitectos de la vida… La soberanía nacional se defiende también con la cultura. El tango es un árbol que siempre va a dar frutos porque está viviendo en una tierra fértil, que es el alma popular”, piensan los 89 años de Osvaldo Pugliese, mientras “La yumba” y “Recuerdo” hacen cantar a la eternidad.

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