Sexualmente hablando: Erección y lubricación

El mecanismo de erección en las personas con pene es el equivalente al de lubricación en las personas con vagina. Y ambos son considerados una señal inequívoca de excitación durante la respuesta sexual (lo cual es cierto, al menos desde un punto vista biológico). ¿En qué consisten?

La erección del pene se produce al hincharse los tres cilindros esponjosos ubicados en su interior. Esto ocurre por un aumento del riego sanguíneo en la zona genital, en respuesta a determinados estímulos o pensamientos que generan excitación. A su vez, temporalmente una función retiene la sangre que allí se ha localizado (lo cual es necesario para que se mantenga firme la erección).

Algo parecido pasa con la lubricación: un incremento en el flujo de sangre hacia los genitales, aumenta la presión en la zona, lo cual produce la salida de fluido (trasudado) hacia la superficie de la pared vaginal. Estar lubricada -o “mojada”, como suele decirse- es una condición fundamental para que la penetración y los movimientos del pene dentro de la vagina resulten placenteros y no dolorosos.

Mitos en común

Al tratarse de funciones análogas, no es de extrañar que compartan ciertos mitos o creencias erróneas. Una de ellas es la idea de que, tanto la erección como la lubricación, se dan de manera espontánea. ¿Pero es así? ¡No! Si bien no son fenómenos que se puedan manejar a voluntad, ya que obedecen a una reacción refleja, dependiente del sistema nervioso autónomo… igual de cierto es que, para que se produzcan, debe haber estímulos. Ya sea externos (que llegan a través de los cinco sentidos) o internos (como pensamientos o fantasías). Esto es muy importante, porque muchas personas que dicen presentar dificultades en la función eréctil o en la lubricación, en realidad no están recibiendo la estimulación que necesitan (la estimulación quizás está ausente, es inadecuada o demasiado breve).

Otra creencia errónea es pensar que siempre que hay estímulos sexuales, debe producirse la erección o la lubricación. Si bien los estímulos son condición, en muchos casos, aunque éstos se presenten no se da la respuesta esperada. La dificultad para lograr la lubricación vaginal no es infrecuente y puede darse por una gran variedad de motivos. El más conocido es la menopausia, pero también puede ocurrir en ciertos momentos del ciclo menstrual, o luego de un parto. Otras razones son la toma de anticonceptivos, antidepresivos y otros medicamentos; el consumo de alcohol o de algunas drogas y, desde luego, también a causa del estrés. De hecho, esta circunstancia no necesariamente implica que la persona no está excitada. Puede estarlo -y mucho- y aun así no tener lubricación.

En el caso de la erección es claro que puede fallar aun con la presencia de estímulos supuestamente eficaces. Por problemas vasculares y cardíacos, enfermedades neurológicas, deficiencias hormonales, lesiones en los órganos genitales, hipertensión, diabetes, entre muchas otras cuestiones. Lo mismo pasa con los efectos secundarios de ciertos medicamentos y con la ingesta de alcohol y tabaco (por mencionar sólo algunos factores de tipo orgánico).

Es falso también sacar la conclusión de que, si no hay lubricación o erección, quiere decir que no hay deseo. Incluso es bastante común justamente lo contrario: algunas personas, cuando tienen los primeros encuentros con alguien que les gusta mucho, se ponen ansiosas, temen fracasar, se preocupan por su desempeño o por la apariencia de su cuerpo. Una actitud que, lógicamente, les dificulta relajarse y entregarse a las sensaciones eróticas. Y por supuesto que en estas condiciones el cuerpo no puede responder como se espera, aunque haya un gran deseo y mucha atracción.

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