Esas (grandes) caídas
Esas (grandes) caídas

Las caídas simultáneas de Boca y de River en octavos de la Libertadores fueron un mazazo inesperado. No sólo para ellos, sino también para un fútbol argentino que, cada vez más, pierde competitividad ante Brasil, poder dominante en la región. El vecino tiene más ordenada su economía (tampoco precisa mucho para hacerlo). Tiene un campeonato Brasileirao más jerarquizado de sólo veinte clubes y mucho más dinero de la TV. Y tiene también una configuración de sus clubes que admite Sociedades Anónimas y dineros masivos. Los críticos del sistema brasileño advierten sin embargo que esos mismos clubes que hoy contratan a técnicos y jugadores que llegan de Europa son los que más deuda tienen. Y que si se va el mecenas, o si los ingresos no son los previstos por un fiasco deportivo, entonces el club queda desnudo. Como sea, Brasil gana 5-3 a Argentina en los ocho clasificados a cuartos de final de la Libertadores (no hay equipos de otros países). La cifra marca cierta paridad. Pero allí están los siete goles de Flamengo en la última fecha, los cinco de Palmeiras. Y Arturo Vidal, Hulk, Diego Costa y varios otros nombres que permiten afirmar que la diferencia es mucho mayor que ese 5-3.  

Hay un dato curioso. Brasil tiene una Confederación debilitada en el plano interno, a diferencia de una AFA que luce más poderosa a partir del poder que elaboró su presidente, Claudio “Chiqui” Tapia. Pero Brasil, aun así, mantiene una influencia y poder dentro de la Conmebol mucho mayor que el de la AFA. ¿Significa esto que acaso hubo alguna conspiración brasileña para perjudicar a Boca y a River y dejar a los dos más grandes de Argentina afuera de la Libertadores? Suena excesivo. La teoría conspirativa, tan presente siempre en el fútbol, creció especialmente después del VAR brasileño que anuló el gol que anotó Matías Suárez, y que había convalidado inicialmente el árbitro chileno Roberto Tobar, y que daba a River la posibilidad de ganar su duelo ante Vélez, el miércoles pasado en el Monumental. Fue dicho, fueron necesarias cuarenta y tres repeticiones para que el VAR insistiera una y otra vez y diera vuelta la opinión de Tobar, que seguía sin ver el brazo de Suárez supuestamente ayudando a que la pelota doblegara a Lucas Hoyos, el arquero de Vélez que tenía la acción de frente y en el momento no protestó absolutamente nada.  

Allí está la letra fría del reglamento que pretende legitimar la decisión. Y está también el factor humano que omiten los defensores de esa letra. Y los especialistas en lectura de imágenes que hablan de ralentizaciones y pausas, de ángulos de cámaras, teleobjetivos y cuadros filmados por segundo. Y de tecnología de VAR tan “obsoleta” que “cuesta entender” que no sea mejorada, a partir del dinero que mueve el fútbol. Todo para decir que, como escribió Claudio Villarruel en Perfil, lo que vemos entonces “es apenas un registro”, “sombras de la realidad”. Sin embargo, el VAR es tomado como justicia sagrada. No se equivoca. Lo pienso desde hace tiempo. El VAR, que modifica la naturaleza del juego, es un castigo necesario que se merece el fútbol después de que tantos errores y horrores pasaron a ser sospechosos. Y su acierto supera el noventa por ciento. ¿Acaso el propio Boca, que se sintió perjudicado con el penal sancionado a Marcos Rojo en la ida, no agradeció al VAR el penal a Guillermo “Pol” Fernández en la vuelta que insólitamente ignoró el árbitro uruguayo Andrés Matonte? ¿Fue la sangre en el rosto de “Pol” Fernández la que decidió ese penal?  

El Boca de la era Juan Román Riquelme tiene alguna prensa amiga, es cierto, pero es mucho más intensa la que focaliza los problemas. Se citó la partida inoportuna del “Toto” Salvio, que en rigor había perdido su puesto de titular indiscutido. También River negoció en plena Copa a Enzo Fernández. Y Julián Álvarez se iba sí o sí, aun si River hubiese superado a Vélez. No se citó eso sin embargo como una de las causas siquiera de la eliminación. El River del “Muñeco” Gallardo fue superado por Vélez en el balance de los 180 minutos. No se podría decir lo mismo de Boca con Corinthians. Pero Boca, con el apoyo de su gente en La Bombonera, jamás arrinconó a un rival diezmado y que le regaló terreno y pelota. Boca le creó apenas un par de situaciones claras de gol (River, aun jugando mal, siempre fue un equipo más valiente). El DT Sebastián Battaglia se sintió despedido ya en la conferencia de prensa, con declaraciones imprecisas que apuntaron a la dirigencia y a que “uno hace lo que puede con el plantel que tiene” (acaso el mejor de la Argentina). Es el Boca que, más allá de prensa amiga o enemiga, y de pujas políticas dentro del club, alimenta él mismo siempre la tensión. Y que, a la hora de la derrota, abre temporada de telenovela.

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