Primero nos cuidemos, después nos indignemos

Primero nos cuidemos, después nos indignemos

Primero nos cuidemos, después nos indignemos

“Tucumán sumó 1.055 nuevos contagios de covid- 19 en las últimas 24 horas y llegó a los 163.156 casos de coronavirus, según confirmó el Ministerio de Salud de la Provincia. Además se informó de un total de 13 muertes en las últimas 24 horas. Tucumán llegó a los 2.750 fallecimientos registrados desde que comenzó la pandemia”.

La crónica es del 6 de julio de 2021, hace exactamente un año. Y viene a mostrar los cambios que se produjeron en estos 365 días que pasaron desde entonces. Ayer se registraron 370 casos, pero no hubo fallecidos. Y lo más importante, no hay aumentos en las internaciones, un número que llegó a poner en jaque tanto al sistema público como al privado en el peor momento de la pandemia. Todos estos datos tienen un denominador común: la eficacia de las vacunas. Y sobre eso no debería ya, a esta altura, haber discusión; sirven y salvan vidas.

A lo largo de esta pesadilla que ya dura 29 meses, desde que se confirmó el primer caso en nuestra provincia, los tucumanos pasamos por todos los estadios. Fuimos desde la sorpresa hasta el miedo, desde la ignorancia hasta el hartazgo, desde la desesperación hasta la indignación, pasando por la desazón y el abatimiento. El pésimo manejo político que se hizo en muchos casos con la pandemia, con la recordada fiesta de Olivos con el presidente Alberto Fernández y la primera dama Fabiola Yáñez rompiendo los protocolos que el mismo Gobierno había impuesto, influyeron, y mucho, en el humor general que mutó de un respetuoso temor ante una enfermedad desconocida a una irritación casi sin límites de una ciudadanía que ya estaba al borde de un ataque de nervios con los casos de los vacunatorios VIP, algo que nunca llegó a aclararse del todo y que a pesar de haber sido denunciado no registró avances en la Justicia.

Sin embargo, tal como sucedió en el resto del mundo, esa crispación dio lugar al resurgimiento de movimientos antivacunas que, claramente, atentan contra la posibilidad de terminar con la epidemia, y que al mismo tiempo trasladan sus mensajes ya no sólo a la posibilidad de combatir al coronavirus, sino a otras enfermedades, incluso algunas que se creían erradicadas. No por nada se comenzó a hablar nuevamente de patologías como la polio, la rubeola, las paperas, el sarampión, la tos ferina, la difteria o incluso la varicela. Así, por ejemplo, un informe realizado por la universidad de Wisconsin advierte que en relación a las teorías de la conspiración que surgieron durante la pandemia, el 28% de estadounidenses y un número significativo de personas de otros países creen que la verdad sobre los efectos dañinos de las vacunas se está “ocultando de forma deliberada”. Los índices de inoculación de adultos y adolescentes también bajaron en vacunas contra enfermedades como la gripe, la hepatitis, el sarampión, el tétanos o la culebrilla. Y en todo esto las redes sociales y ciertos medios de comunicación han contribuido a la creación de una coalición que incluye a los antivacunas, a los libertarios y a figuras políticas conservadoras. Se ven conspiraciones por todos lados, con la figura de los humanos como conejillos de Indias de los laboratorios.

En Tucumán, los mayores de 50 años tienen una cobertura del 97% de la vacuna contra la covid, y del 93% de la segunda dosis. Pero esos porcentajes bajan al 64% cuando se habla de la dosis adicional o del refuerzo (tercera). De 18 a 49 años, el 97% tiene colocada la primera dosis, el 87% la segunda y sólo el 32% el refuerzo o la adicional. Entre los adolescentes de 12 a 17 años alcanzan el 96% con la primera dosis, el 77% con la segunda y sólo el 35% la tercera o la adicional. Y los chicos de entre 3 y 11, los últimos a los que se les comenzó a aplicar, tienen el 75% la primera dosis, el 60% la segunda y el 12% la tercera o adicional. Un análisis que se hizo con respecto a los fallecidos por covid-19 muestra que de 14 pacientes fallecidos en el mes de junio solo uno de ellos, de más de 83 años y comorbilidades, tenía su esquema completo, nueve estaban con esquema incompleto y cuatro no tenían vacunas. “Por eso queremos remarcar que es importante tener el esquema completo para protegerse de hacer una enfermedad grave o mortal. Por lo tanto, si ya pasaron cuatro meses de la última dosis, es el momento de acudir a los nodos. La vacuna protege de hacer una enfermedad grave, pero pasado ese tiempo, de cuatro a seis meses los anticuerpos comienzan a descender y podemos hacer una enfermedad grave en caso de contagiarnos”, detalló el ministro de Salud, Luis Medina Ruiz. En cuanto a bronquiolitis, informó que la provincia está en una meseta en cuanto a casos, pero alta: “por eso pedimos que al ser esta una enfermedad que no tiene vacuna, y afecta a niños menores de dos años, tener precaución, evitar estar sin barbijo y lavarnos las manos al momento de acercarnos a los pequeños”.

En la Argentina, según datos del Ministerio de Salud, gracias a la vacunación masiva se logró erradicar la viruela, el sarampión desde 2000; el síndrome de rubeola congénita y la rubeola desde 2009; la difteria desde 2006 y el tétanos neonatal desde 2007. Y el avance de la vacunación contra la covid ya evitó que el número de 130.000 muertos fuera aún peor. Lo mismo sucedió en Tucumán, donde ya debimos lamentar más de 4.000 fallecidos. Esto porque las vacunas funcionan. Se repite: salvan vidas. El hartazgo y la indignación no debieran ser motivos para poner en segundo plano nuestra propia salud.

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