Agua que has de beber...

“… Puedo decir ahora de qué silencio nace el agua y qué oro la moja…”

“Espero que me llueva”, Manuel J. Castilla


“Acá tenemos el agua más pura. La tomamos directamente del río”, dice una vecina allá arriba, en La Toma de Vipos. “¿Sin potabilizar?”, le preguntamos (olvidamos preguntarle el nombre). “Esta es pura. Debe ser porque hay poca gente. Yo vivo hace 50 años acá. Es un lugar hermoso. Medio aburrido nomás”.

De ese lugar, a 50 km al norte de San Miguel de Tucumán, vendrá el agua que –prometen- ha de resolver los problemas de provisión de líquido para beber del noroeste capitalino, parte de Yerba Buena, Tafí Viejo y sus intensamente pobladas áreas de influencia, y Tapia. El agua vendrá por el renovado acueducto prometido desde hace décadas para reemplazar el centenario conducto cuya capacidad está sobrepasada por la demanda y cuya vida útil está en crítico estado. El acueducto fue presentado en sociedad el jueves en una audiencia pública convocada a propósito de su posible impacto ambiental en Tafí Viejo. Se trata de una propuesta de infraestructura largamente esperada, que generó grandes ilusiones y bastantes inquietudes en los vecinos -mayormente de Vipos- que fueron a la presentación.

Al límite

Las ilusiones están claras. Se propone resolver los problemas de más del 10% de los tucumanos, muchos ubicados en las zonas más buscadas del Gran Tucumán, que están saturadas o se están saturando porque la urbanización avanzó en ascensor y la provisión de servicios fue en escalera. Norte de Yerba Buena, Cebil Redondo (Villa Carmela), Tafí Viejo (sobre todo áreas como Nueva Esperanza y Los Nogales, llenas de barrios nuevos) y Tapia. También la zona norte capitalina, que ya arrastra añejos problemas de provisión y de caudal. Todos lugares con la capacidad de sus pozos al límite (en la audiencia se mencionó que la capital tendrá en breve 90 pozos y que Tafí Viejo tiene 15). La capital incluso tuvo que compartir hace unos años el agua que recibía del Cadillal cuando se le hizo un corte al acueducto para desviar líquido al megabarrio Lomas de Tafí. El acueducto, que reemplazará al centenario tubo de acero de Vipos, que se está agrietando/rompiendo/desmoronando en muchas partes, duplicará el caudal y permitirá proveer de agua a 200.000 personas, llevará líquido a esas zonas altas que están en crisis (Tafí Viejo, Villa Muñecas, Villa Carmela) y les dará –al decir de Gerónimo Vargas Aignasse, jefe del Ente de obras hídricas y saneamiento (Enohsa) Norte Grande- “un descanso temporal” a la red de pozos del acuífero del Gran San Miguel. También permitirá ahorro energético porque se usará menos las bombas para sacar el agua de los pozos.

Así las cosas, y si se considera que se licitaría dentro de 45 días, y que se haría en 24 meses, parece una de las obras más grandes y de más utilidad en mucho tiempo. Va a costar 10.000 millones aportados por el Banco Interamericano de Desarrollo y no los pagará Tucumán. Parece un gran regalo. Además, la presentación permitió discurrir sobre los problemas de la evolución de estas zonas en los últimos tiempos mientras persistían los problemas de servicios. Vargas Aignasse mencionó el crecimiento de los barrios privados a los costados de la ruta 9 desde Los Nogales hasta Trancas y hasta de los problemas de las 1.000 familias del Corte (Yerba Buena) que padecen la falta de agua, e incluso criticó que, por los costos de estas obras –sólo un pozo cuesta 35-40 millones de pesos- “la política miró otras cosas”. Puede leerse esto como un sincericidio o como una frase mágica que acomoda el ánimo de la audiencia ante la presentación de una propuesta seductora, pero ayudó a pensar en la falta de previsión de futuro en la urbanización y el desarrollo. El vecino Héctor Gómez mencionó que la citrícola Citromax debió irse de la zona porque requería más agua y la cantidad de barrios de la zona exigió que se priorizara el líquido para consumo humano. “Esa regulación se la tiene que tomar como política de Estado”, dijo. Y Vargas Aignasse le dio la razón: “la política tiene que administrar eso”.

Temores por el caudal

Las inquietudes también eran claras. Las coincidencias comenzaron a difuminarse cuando comenzaron las preguntas de la gente de Vipos, que no recibirá agua del acueducto sino que les harán un pozo. ¿Está bien hecho el proyecto? Les dijeron que sí. ¿No se secará el río en los momentos críticos –de agosto a octubre, tiempo de sequía y cuando más se requiere para riego? Les dijeron que se proponen ayudarlos a mejorar la forma en que administran el agua –“tienen un sistema muy artesanal”, les dijo Vargas Aignasse, que aclaró que el acueducto no contempla obras de riego-. El ingeniero Juan Pablo Peralta, del Enohsa, aseguró que “esta obra no contempla dejar sin agua el río. Lo va a regular. Es una optimización del recurso”. El productor Gustavo Forsinito, que está ahí desde hace 25 años, se quedó escéptico: “esa es una sensación, no es lo que en la realidad ocurre”, dijo. El temor radicaba en que el sistema llamado de subálveos –pozos que sacan el agua subterránea que hay por debajo de la superficie del río- iba a secar el caudal en momentos críticos, como ocurre ahora, que los productores tienen que andar con escopeta para pelear por su agua, como dijo la vecina Victoria Braccamonte. “Va a haber recuperación del agua subalvear”, les dijo el gerente del ente regulador.

¿Quién tiene razón? ¿Los vecinos con su experiencia, o las promesas de los funcionarios? En La Toma de Vipos, parte alta del lugar, donde viven unas 50 personas –hay una escuela José Ignacio Thames, del mismo nombre que la de Yerba Buena- no creen que vaya a haber problemas. Rufino Acosta, encargado de la SAT para el cuidado del río Vipos y de las lagunas de depuración del agua, entre otras cosas, le dijo a LA GACETA que “hace 10 años se hicieron pozos para probar el caudal. Se sacaron con bombas 900 litros por segundo y el caudal superficial se mantenía sin problemas. No va a faltar el agua en esta zona”. Pero no es el sector de Vipos de Abajo, donde los productores andan peleándose con escopeta para regar unas 12.000 hectáreas.

Otra cuestión para pensar fue cuando preguntaron por el proyecto del acueducto, realizado por una consultora. Forsinito inquirió por qué se trabajaba con informes de 1967, siendo que la realidad es muy diferente. El arquitecto Claudio Cattáneo, de la Unidad Ejecutora Provincial, dijo que en un año recursos Hídricos va a tener nuevas mediciones y lo justificó en que en la Provincia no hay estudios de nada. Este problema ya había saltado en marzo, cuando la Nación le pidió a Tucumán un banco de proyectos y quedó en evidencia que las oficinas técnicas estaban sin el personal necesario para eso. Ya antes, cuando la comisión de emergencia por las inundaciones de La Madrid concluyó su labor, se pidió un plan integral hidrológico provincial. “No se hizo”, sentencia Eduardo Martel, vicedecano de Ciencias Exactas, uno de los responsables de esa comisión. ¿Con qué datos se estudió el proyecto del acueducto? Vargas Aignasse salió al paso afirmando que “la SAT tiene cabal conocimiento de los ciclos del río”. En todo caso, se sabrá dentro de un año, cuando Recursos Hídricos pueda aportar el informe que promete Cattáneo, pero estaríamos apostando con el carro delante del caballo: tenemos la plata para la obra y la estamos asignando antes de tener el estudio, aunque en la emergencia… Cuando el vecino Forsinito insistió en que le parecía que no iba a alcanzar el agua superficial para los productores, Vargas Aignasse le reiteró que “nosotros confiamos en el proyecto técnico. El sistema de riego que tienen ustedes es obsoleto… Lo dijo Tu Sam, puede fallar, pero no en este caso”.

Buscando estrategias

El ingeniero Franklin Adler, que afirma que la necesidad de esta obra “es inobjetable”, afirma en una publicación – “Prioridades en obras públicas hídricas. Una cuestión dilemática”- que fijar prioridades supone tener una estrategia para el futuro… “nada más ajeno a las preocupaciones de la clase política argentina, rica en diagnósticos, pero indigente en estrategias y planes. La improvisación suele ser el método”. Plantea que siempre falta un plan integral de desarrollo y que la provincia afronta un déficit de obras en “más de medio siglo de carencia de desarrollo económico y de falta de estrategias de crecimiento”. En el caso del agua, propone poner fuerte el acento en políticas de reducción drástica de las pérdidas en las redes públicas y en los consumos domiciliarios, que en la capital están en el orden de los 550 l por día por habitante, y en Yerba Buena mucho más.

Al final de la audiencia, último paso previo al llamado a licitación, quedó una gran expectativa que habría que reforzar con certezas. Martel piensa que falta tener planes directores, que “hacen que las obras importantes tengan su lógica y sea dinero bien gastado”. Adler cita a Jorge Sábato, que decía que más allá de que un proyecto sea desarrollado por el estado por sí mismo o por terceros, “tener capacidad de gerenciar es ineludible, y es un desafío”.

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