Con el enemigo en casa

Con adversarios afuera, pero con enemigos adentro. Es la síntesis para pintar los escenarios internos de los dos principales espacios políticos, nacionales y provinciales. En cada bando todos saben quién es el adversario externo al que hay que fustigar, atacar y debilitar. En ese propósito político todos se muestran unidos -por lo menos en los discursos, no tanto en la acción-; sin embargo, fronteras adentro conviven con el fuego amigo, o bien con enemigos en la casa propia que atentan conscientemente o deliberadamente en contra del propio bienestar. En ambos casos dañan al conjunto. Bastan un par de botones nacionales como muestra: Cristina cuestionando a Alberto -“Perón manejó la lapicera y no la soltó más desde la secretaría de Trabajo”, le dijo ayer-, erosionando aún más la imagen y el poco poder presidencial. O Gerardo Morales fustigando a Macri para reivindicar a la UCR como alternativa de poder. Y se supone que están en el mismo frente, peleando por una misma causa: la de doblegar al adversario, uno para continuar y otro para hacerse del poder en 2023.

También están los botoncitos tucumanos, como por ejemplo el inmensurable daño político que le hizo al oficialismo el ministro de Obras Públicas con sus pretensiones de disfrutar de cómodos sillones coloniales o de contar con recursos tecnológicos de avanzada en medio de una provincia sumida en la pobreza. Desatino o ingenuidad. Si fue “entregada” o no -ya se sabrá-, lo seguro es que la oposición no dejará pasar la ocasión de usar electoralmente este desbarajuste interno del Gobierno. Piensan en ellos, no en la gente; podría ser la consigna a cobrar fuerza porque sería creíble; más aún cuando el propio Jaldo le bajó el pulgar a las solicitudes del funcionario. La difusión que causó una polémica no le debe haber caído bien. El tranqueño no querrá ofrecerle flancos débiles o más banderas de lucha a los opositores para que afecten su objetivo de llegar al sillón de Lucas Córdoba con el voto popular.

En los corrillos del oficialismo se dice que aparecerán más expedientes con otras demandas sorprendentes de Soria. Habrá que ver si se concretan y si finalmente salen a la luz por una mano traviesa dentro del PE que fotografíe los expedientes, o bien porque el eventual trámite seguramente aparecerá luego en el Boletín Oficial o se hará público cuando intervenga el Tribunal de Cuentas. Antes o después, justificadas o no las peticiones para el funcionamiento de la cartera de Obras Públicas, el pecado político quedó en evidencia por ingenuidad propia o por picardía ajena, y ofreció en bandeja un motivo más para que el adversario golpee sin piedad al PE. Claro, tampoco puede dejar de hacerlo, sería toda una inocentada dejar pasar la oportunidad, ya que al mínimo error del adversario hay que maximizarlo.

Pero, así como en el oficialismo duermen con el enemigo, en la vereda de enfrente sucede lo mismo, aunque en Juntos por el Cambio el problema puertas adentro es cómo llegar a la unidad para enfrentar al PJ como una opción fortalecida. Allí no todos piensan igual respecto del mecanismo político y electoral a elegir para consolidarse como una alternativa de poder. En este caso se podría considerar que el enemigo interno actúa inconscientemente, porque acordar el método para elegir a sus candidatos es la verdadera encrucijada que tienen los integrantes de Juntos. Ponerse de acuerdo es el desafío, porque según lo que resuelva pueden fortalecerse como opción de gobierno o bien debilitarse. Y hasta fracturarse.

El miércoles, en Panorama Tucumano, el alfarista Rodolfo Ocaranza deslizó un concepto llamativo: “una interna no nos va a ordenar. No lo lograron las PASO, (porque) festejamos en dos o tres búnkers”. Es decir, para el PJS, lo central es cerrar un acuerdo político respecto de quiénes deben ser los candidatos para 2023, sin llegar a las urnas. Lo que de por sí sería problemático para la coalición opositora, más que nada porque una interna deja heridos y los heridos, a veces, no acompañan al ganador. No quedan ganas de respaldar a quienes se enfrentaron en una interna. Por pragmatismo es más conveniente el consenso, pacto o acuerdo de cúpulas; se evitan los roces, los enfrentamientos, los resentimientos, y se juega directamente la final con un ejército unido.

Bien podrían atender las palabras del papa Francisco, quien viene repitiendo: “la unidad es superior al conflicto”. Una frase que para Bergoglio es un principio que le sirve para analizar cuestiones políticas y hasta religiosas, según confiesa. Como lo dijo en una entrevista reciente: cuando se privilegian los conflictos se está dañando la unidad. El conflicto interno está latente en el frente opositor, se percibe la desconfianza entre sus principales actores; hasta alguno que otro piensa seriamente que no llegarán todos juntos a la final, que habrá deserciones en el camino por desavenencias. En ese marco, la unidad política, electoral y programática -y hasta ideológica- es el gran reto que enfrenta Juntos por el Cambio. La manera en que lo sortee anticipará los márgenes de un posible éxito en los comicios del año que viene.

La ley provincial de partidos políticos (5.454) determina que para la nominación de candidatos a cargos públicos provinciales, municipales y/o comunales los partidos políticos, frentes y/o alianzas electorales deben celebrar una elección interna. No establece si debe ser con interna abierta o cerrada, con los padrones de los partidos que conformen la coalición, o con los independientes jugando también. Encarar y resolver esta cuestión puede ser motivo de grieta entre los socios de Juntos. Si hay interna habrá heridos, y los heridos a veces tienen conductas peligrosas.

La misma ley establece que no es necesaria la elección si se presenta una lista única; o sea, si hay acuerdo tras la famosa lista de unidad; la unidad que, precisamente, deje atrás el conflicto. Será duro y problemático ponerse de acuerdo en cuanto a quiénes son los mejores candidatos para dar la batalla al oficialismo. Se deslizó que hay conversaciones entre algunos referentes de Juntos en las que se analizó esta situación; y se arrojó en la mesa la posibilidad de que cada uno de los jefes municipales que gobiernan cuatro ciudades sean los que definan qué hacer electoralmente en ese distrito. Y también que acepten promover a intendentes y comisionados rurales a aquellos dirigentes que en los papeles tengan más chances de ganar en sus respectivos territorios; es decir, jugarse por un solo postulante a un cargo electivo. Los acoples vendrán después.

Claro, esto es lo que hablan algunos, hay otros con una mirada diferente y que también querrán exponer sus puntos de vista. La UCR, por de pronto quiere recuperar si ascendencia como partido y estructura dentro de Juntos. En común, por ahora tienen al mismo adversario, aunque lo identifiquen de diferentes maneras: el oficialismo, el peronismo, el PJ, el Gobierno o los bandidos, al decir de la diputada Paula Omodeo, de CREO. Son demasiados actores de primer nivel en Juntos, de diferentes vertientes políticas, de ideologías distintas, y todos con ambiciones, Van a tener que poner a prueba la humildad y el desinterés y, además, soportar las presiones y las maniobras del oficialismo para no estallar y dividirse.

Ya deberían ir ensayando o bien suscribiendo un gran pacto de integración para asegurarse que nadie sacará los pies del plato y que aceptarán las reglas del juego internas que imponga el conjunto o la mayoría. A asegurarse lealtades y a comprometerse a un plan de acción electoral y de gobierno. A poner la firma y a generar hechos políticos, más allá de las críticas a la gestión del Gobierno, esa es la fácil. La difícil será aceptarse y convivir con el enemigo con el que se almuerza para enfrentar con más chances al adversario externo.

El oficialismo también tiene sus propios enemigos internos más allá de los efectos adversos por el expediente del radical Soria; pues siguen conviviendo manzuristas y jaldistas, una división que no cesó. Cada dirigente mira de reojo al que se sienta al lado. Más que unidad hay incertidumbre sobre el liderazgo político, hay inquietud por determinar si habrá un jefe político desde el 23 o si será una conducción bicéfala la que mandará en el PJ, y gestionará la provincia. La fórmula del anhelo: Jaldo-Manzur, es una especie de ruego de los peronistas por conocer qué deberán aguardar en términos políticos, y qué hacer en materia electoral.

Bien les vendría a los justicialistas otro principio al que recurre Bergoglio para superar el estado de incertidumbre e indefinición: “el todo es superior a la parte”. El propio Papa lo explica en términos sencillos: hay que buscar siempre la unidad del todo. Para los compañeros la unidad del todo sería el acuerdo definitivo entre Manzur y Jaldo.

En fin, cada lado, oficialistas y opositores, saben quién es el adversario a derrotar, el problema es que tienen enemigos en sus propios espacios que conspiran, consciente o inconscientemente, afectando las chances de cara a la votación que se viene. Tal vez valga para ambos espacios otro de los principios que menciona el Papa para que tomen nota, muy pragmático por cierto: la realidad es superior a la idea. Sencillo de entender; si quieres privilegiar los idealismos vas a chocar con la realidad, la realidad es dura y suele truncar aspiraciones.

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