De la competencia a la vida misma por la ruta 40

De la competencia a la vida misma por la ruta 40

“Soy polideportista”, se definió Benjamín Gianfrancisco. A los 38 años se subió a la bicicleta, no para ganar una carrera, sino para recorrer los miles de kilómetros del camino más famoso que une al país de norte a sur.

MENDOZA. Casi en la mitad del viaje, aprovechó el bello paisaje de Potrerillos.  MENDOZA. Casi en la mitad del viaje, aprovechó el bello paisaje de Potrerillos.

“Desde 1994 hasta la actualidad, la bici ha sido mi cable a tierra, mi psicóloga y hasta mi cómplice”, explicó Benjamín Gianfrancisco que recorrió la ruta 40 en 85 días. Ese vínculo con el ciclismo, su deporte de cabecera entre tanta actividad deportiva que practica, es lo que lo hizo elegirla para vivir la experiencia más emocionante de lo que va en su vida.

Identifica que la pandemia, entre todos los cachetazos que pegó universalmente, el que le dio a él, lo noqueó y despabiló al mismo tiempo. “Dos años antes se gestó esta idea y pensaba cuando llegó la pandemia: ‘¿por qué no te fuiste antes?’ A mí me marcó fuertemente. Un día de esos tan raros e inciertos se fue mamá; un punto de quiebre”, reconoció. Fue “el” empujón para motorizar la idea que se le ocurrió mientras llevaba pedaleados más de 200 kilómetros en unas cinco horas. Gianfrancisco iba en viaje, solo, hasta Catamarca, con más de 40 grados de calor, a ver a la Virgen del Valle un 8 de diciembre. “‘¿Y si salgo de viaje otra vez?’, me dije. ‘Debería ser algo mítico. Y… ¿qué ruta más mítica que la 40?’ Desde ahí hasta la catedral no pensé nada más”, relató.

De la competencia a la vida misma por la ruta 40

Al llegar, entre tantas cosas, le pidió a la Virgen del Valle que le diera fuerzas para hacerlo. Y es probable que la haya recibido porque cuando da el detalle de lo que recorrió, no es descabellado pensar que lo consiguió con ayuda divina. “Fueron miles de kilómetros, desde el altiplano en La Quiaca a más de 4.300 metros sobre el nivel del mar hasta el kilómetro cero de la ruta 40 en Cabo Vírgenes, a cero metros sobre el nivel del mar. Mi viaje finalizó 85 días después de haber salido de casa, haciendo un promedio de más de 100 kilómetros en cada sesión. En total estuve 91 días fuera de casa”, detalló.

De la competencia a la vida misma por la ruta 40

Ni el dolor que siente por la lesión que sufrió luego de un fuerte accidente practicando parapente, lo inhibió para concretar la travesía. “Quedé con una gran limitación en el pie izquierdo, ya que perdí una articulación y su movimiento se redujo a un 60 por ciento. Me dejó además artrosis crónica, lo cual genera mucho dolor constante. Ya aprendí a vivir con ello”, reveló el comerciante, que tiene un taller de bicicletas.

PARAPENTE. A 2.400 metros de altura, volando sobre el cerro San Javier, un lugar predilecto para Gianfrancisco. PARAPENTE. A 2.400 metros de altura, volando sobre el cerro San Javier, un lugar predilecto para Gianfrancisco.

Cuando Benjamín cuenta su relación con el deporte, es claro su idilio con la bicicleta, más que con la tabla de longboard, la vela del parapente o las zapatillas para correr por la montaña o la calle. Pero él no se pone un rótulo único. “Soy polideportista. Es un hábito que sigo construyendo todos los días junto a la alimentación y al estilo de vida que tengo vinculado a la montaña y a los deportes extremos”, reconoció Gianfrancisco. Al hombre de 38 años esa agitación que causa el deporte le construye lo que él llama “mi espacio personal”. “Disfruto mucho de andar solo, metido en la montaña, volando por el aire o recorriendo alguna ruta. Me lleva a pensar, a proyectar, es mi momento”, contó.

De la competencia a la vida misma por la ruta 40 META. El kilómetro 0 de la ruta 40, en Santa Cruz, fue el punto de llegada. De fondo, el faro.

El haber competido en diferentes deportes ayudó a terminar el viaje. “Claramente tengo un ritmo de pedaleo y una tolerancia al sufrimiento muy desarrollada que viene de la competencia. Sobre todo de los entrenamientos. Deportes como el parapente me llevaron a aprender de meteorología, a poder interpretar una condición climática, por ejemplo”, afirmó el atleta. Gianfrancisco, según su experiencia, sugiere evaluar siempre la posibilidad de pausar la competencia. “Sería algo así como bajarse del podio a tomarse los días con calma en la ruta y vivir un día a la vez”, recomendó. “En mis 29 años, desde que empecé a competir, tuve varios altibajos con la bicicleta. La primera vez me bajé a los 21 años, después de 12 sin parar. Para competir hay que estar muy preparado. No es solamente entrenarse”, explicó específicamente en referencia al ciclismo. “Hay que tener una buena bicicleta y los medios para solventar el gasto enorme que requiere. Es un deporte muy costoso y, al ser amateur, se gasta dinero constantemente y sin retribución económica. A veces es muy difícil de sostener”, advirtió.

EN CHUBUT. Una hidratación particular con un hielo formado en la Laguna Toro.   EN CHUBUT. Una hidratación particular con un hielo formado en la Laguna Toro.

El deporte “modo travesía” no le ganó al “modo competencia”. De hecho, esperó hasta último momento para presentarse hoy en una carrera por parejas en Metán. “Es de locos: recorrí todo un país y me chocó un auto a la vuelta de mi casa”, ironizó sobre el motivo que puso en duda su participación en la competencia.

MOUNTAIN BIKE. En la carrera del torneo local en Raco. MOUNTAIN BIKE. En la carrera del torneo local en Raco.

Gianfrancisco tuvo el accidente en San Javier mientras se entrenaba; el conductor se dio a la fuga. Esa experiencia, que le dejó una lesión como le pasó en el incidente del parapente, esta vez en uno de sus codos, tampoco lo alejó del deporte. Sigue pensando en que estará con buen ritmo en las próximas semanas. Volver al circuito local de cross country y correr en dupla la “Batalla de Tucumán” programada para el 25 de septiembre es lo que lo motiva en lo inmediato. “Competir es una pasión para mí”, no dudó en responder.

LONGBOARD. En acción durante la “Snake Skeleton, en Potrero de los Funes. LONGBOARD. En acción durante la “Snake Skeleton, en Potrero de los Funes.

La línea deportiva de tiempo de Gianfrancisco empieza a los nueve años y parece que será casi eterna. Tiene un ejemplo muy cercano para creer que puede ser así. “Mi ‘Tata’ es maratonista”, dijo con orgullo Benjamín. Su papá es Miguel Gianfrancisco, además de geólogo, “La Leyenda” -como se lo conoce- escribió el libro “Memorias de un corredor”. “Yo disfrutaba mucho de las carreras de calle, es algo que traigo por herencia. Desde niño crecí con ese deporte muy marcado en la familia. Aun en la actualidad, con 74 años, mi ‘viejo’ sigue compitiendo”, comentó con admiración.

Con el tiempo llegó el trail a la provincia. Caminar por la montaña, se volvió mucho más serio para quienes ya gozaban plenamente la actividad de manera recreativa. “Desde que comenzaron las carreras de aventura me inscribí también. En la que combinan bicicleta y pedestrismo, en equipo y en solitario inclusive”, detalló sobre la actividad.

En 2007, a Gianfrancisco lo cautivó el longboard. La práctica originada en la década del 50 se realiza descendiendo por caminos asfaltados sobre una tabla, un poco más larga que el skate. “Competí durante un tiempo asistiendo a eventos sudamericanos que formaban parte del circuido mundial IDF. Estuve en el medio de la categoría Open, la de mayor nivel y desde hace 13 años soy piloto de parapente”, comentó.

La sinceridad fue total por parte de Gianfrancisco cuando se le preguntó sobre la preparación. “Re mala. Salí con 62 kilos de equipaje. Pensaba que por el tiempo iba a necesitar más cosas que en viajes anteriores y me equivoqué. Necesitaba lo mínimo”, especificó. Entendió que la bicicleta tenía que estar liviana, cómoda y aerodinámica. “Lo resolví en las primeras tres semanas. Logré bajar la carga a 27, consiguiendo viajar muy cómodo y ligero”, explicó la solución.

“Mucha ropa, mi ordenador portátil que llevaba para ir descargando el material del documental”, fueron claves en el descarte del equipaje. Pese a ello, Gianfrancisco se las ingenió para reunir material audiovisual de su viaje. “Lo voy a publicar en unas semanas, a ver si logro motivar a alguien, como otros me motivaron con sus videos”, anheló. Algo de lo que se viene, incluido el plan de la vuelta al mundo en 2024, ya se puede apreciar en su Instagram @benjaenbicicleta.

“Estuvimos cerca de lo peor”, recordó Benjamín sobre el paso por Paicone, Jujuy. “La 40 recorre 11 kilómetros dentro del cañón de un río. Algo brutal de lindo, pero en época de lluvia, un peligro”, explicó. “Pasamos con Sergio, un amigo que me acompañó por el norte. La tormenta nos estaba superando, tenía miedo y la montaña sólo estaba ronroneando. ‘Si se pone a rugir… no la contamos’, pensé. Entre oraciones, ese día tuvimos una tregua de 30 minutos para refugiarnos en la carpa hasta que se vino la tormenta otra vez y gracias a Dios, puedo contar el relato”, agradeció Gianfrancisco. Más hacia el sur, el viento es la amenaza. “Las ráfagas son de más de 100 kilómetros por hora, sacuden la bicicleta y, cuando son de frente, no permiten avanzar”, describió. En una de las señales de advertencia, a 30 kilómetros de El Calafate, Gianfrancisco se trajo un simpático recuerdo fotográfico simulando ser llevado por el viento.

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