Inspiradas en Bariloche, inventaron alfajores delicatessen para Tucumán

Inspiradas en Bariloche, inventaron alfajores delicatessen para Tucumán

Julia Apestey y Mariana Íñigo son las creadoras de Mush, un emprendimiento de alimentos premium que pretende reflejar “lo mejor de la provincia”.

EL PAQUETE FORMA PARTE DEL PRODUCTO. Mariana Íñigo (izquierda) y Julia Apestey envuelven los Mush y los colocan en las bolsas que diseñaron. EL PAQUETE FORMA PARTE DEL PRODUCTO. Mariana Íñigo (izquierda) y Julia Apestey envuelven los Mush y los colocan en las bolsas que diseñaron.

En un viaje a Bariloche se les prendió la lamparita. Julia Apestey y Mariana Íñigo estaban comiendo ese chocolate delicioso que caracteriza a las orillas del lago Nahuel Huapi cuando se dieron cuenta de que a Tucumán le faltaba un producto similar. Estas dos amigas -ambas diseñadoras gráficas de 42 años- volvieron a sus hogares y comenzaron a investigar. Hablaron con emprendedores que las estimularon y con emprendedores que las desanimaron. Corrigieron el modelo de negocio y se asustaron con la perspectiva de lidiar con un clima económico adverso. Probaron recetas e ingredientes, y en septiembre de 2021 se decidieron a salir al mercado. Todavía no pasó un año desde ese lanzamiento, y los Mush ya encarnan con sus texturas y sabores la consigna que Íñigo y Apestey habían imaginado en el Sur: un alfajor capaz de reflejar “lo mejor de la provincia”.

Ese gusto tucumano sabe a producto recién fabricado con las materias primas de mayor calidad de la Argentina y viene en una presentación de 75 gramos que no pasa inadvertida. Papeles metalizados de dos colores, uno para el negro y otro para el blanco, envuelven a estos “alfajores de autora” rellenos con un colchón de aproximadamente cinco centímetros de dulce de leche con una marca que desconcierta: no remite a nada local. Las madres de este proyecto refieren que sólo buscaron una palabra corta y fácil de recordar, y que así les salió Mush. Pero resulta que, ¡oh casualidad!, en inglés este vocablo tiene algunas acepciones que se ajustan al espíritu del emprendimiento: designa a un tipo de masa blanda; a un pudín estadounidense, y al libro o la película que trata sobre el amor de un modo sentimental.

En la forma de elegir el nombre está cifrada la filosofía de este emprendimiento de alfajores delicatessen. Apestey e Íñigo coinciden en que se hicieron socias naturalmente por compartir “una energía” y una cierta mirada estética, y que en Mush hay mucho de un dejarse llevar por ese estilo compartido. Y de creer que esta visión sobre qué es o debe ser “lo mejor de la provincia”, y plasmarlo en un alfajor, podía abrirse paso en un rubro donde abunda la competencia. Las emprendedoras cuentan que se debatían acerca de si convenía o no jugarse hasta que optaron por testear su hipótesis. “Un día aceptamos que había que vivir con la crisis económica y empezamos a producir: la respuesta de la gente nos llevó hasta aquí. ¡Fue una locura!”, cuentan desde su cocina pequeña ubicada en Yerba Buena.

El clima, un enemigo

Primero le apuntaron al turismo: siguiendo la huella barilochense, pensaron que debían hacer un producto que los visitantes quisieran llevarse a casa Creyeron incluso que debían instalarse en la villa de Tafí del Valle. Pero luego la realidad hizo su tarea y decidieron arrancar con la estructura mínima: un negocio que les llevara la mitad de la jornada y les permitiera mantener sus respectivas ocupaciones matutinas. Con ese fin, alquilaron un local para cocinar y se dispusieron a conquistar en primera instancia el paladar de los residentes permanentes a los que podían llegar mediante la publicidad de boca a oído y las redes sociales.

No es que Tafí y las montañas hayan desaparecido del horizonte de Mush, sino que Íñigo y Apestey entendieron que, para subir hasta allí, había que arrancar desde el llano. Las emprendedoras mantienen ese norte en parte porque las temperaturas elevadas del verano son herejes de la elaboración de alimentos frescos, particularmente del chocolate. “El clima es nuestro gran adversario. Por eso tenemos en mente mudar la fabricación a algún lugar frío. Entre las ideas que barajamos es incorporar otra línea de productos de estación que resista mejor al calor”, refiere Íñigo.

Aunque Apestey está más pendiente de la producción, e Íñigo atiende la imagen y la comunicación, las dos trabajan codo a codo para que Mush sea un alimento artesanal. Ese detallismo perfeccionista impone una barrera de alrededor de 1.200 alfajores mensuales que se los sacan de las manos tan pronto como terminan de empaquetarlos. La impronta personal de las dueñas está siendo puesta a prueba por la demanda creciente y la necesidad de incorporar colaboradores.

“No es fácil incrementar la cantidad y, al mismo tiempo, mantener la calidad. Nosotros queremos seguir deleitándonos y deleitar porque sabemos que así se consigue hacer la diferencia y destacarnos. Pensamos que nuestros clientes quieren lucirse”, apunta Apestey, quien durante la pandemia encontró la base de la receta que usan en un curso de chocolatería con el pastelero Luciano García. Las tapas de los alfajores provienen de una versión propia de la masa que, según dicen, explica el éxito de los Mush.

“Pese a que todo es manual y artesanal, hemos buscado una cuota de distinción y de originalidad”, acota Íñigo. Con esos parámetros, crear más no depende sólo de ampliar el staff, sino también de adquirir máquinas y espacio, aunque ellas no ven una tienda propia en el corto plazo. Las propietarias de Mush son conscientes de que su estrategia no puede ser “ir por todo”, y, por ello, hoy priorizan la provisión a almacenes, comercios y servicios de gastronomía para acontecimientos antes que la comercialización minorista, que requiere de tiempo y una logística que les resulta muy costosa. Aún así, reciben pedidos de pocas unidades y de vez en cuando sacan promociones para su comunidad de seguidores.

El proceso de hacer alfajores delicatessen llevó a estas dos amigas a desplegar facetas complementarias y a equilibrarse mutuamente. Saben que la fuerza para crecer depende de ellas, y encontraron la manera de estar tranquilas y de seguir avanzando hacia la ambición de generar un manjar inolvidable tanto por sus sabores como por los paisajes y momentos que evoca. Apestey e Íñigo se entusiasman cuando vuelven a aquel instante de Bariloche que las movió a emprender en Tucumán. Una pizca de esa inspiración aporta el efecto mágico a los alfajores Mush.

La receta de mush

1) Conocer los riesgos de emprender, pero no fijar la atención en las ideas negativas.

2) Asumir que la Argentina vive en una crisis permanente.

3) Confiar en el proyecto y dejarse llevar por él.

4) Aceptar las limitaciones logísticas y poner el foco en la producción.

5) Deleitarse con lo que se hace: que sea algo diferente.

El emprendimiento en Instagram: mush_chocolateria

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