Marina Cavalletti: "La victimización no es interesante para hacer literatura"

Marina Cavalletti: "La victimización no es interesante para hacer literatura"

A los 10 años fue sometida a una gran cirugía en el Hospital Garraham y tuvo un largo y duro postoperatorio. Sobre esa base Marina Cavalletti construyó un poemario único.

Marina Cavalletti Marina Cavalletti FOTO CAROLINA VERA.
23 Junio 2022

Por Daniel Medina


"¿Cómo contener los  abismos que se desencadenan cuando el propio cuerpo es un altar de sacrificio?". La pregunta se la realiza Leopoldo Castilla, tras leer Hospital Pediátrico, poemario con el que Marina Cavalletti obtuvo el primer premio en el Concurso Literario Nacional de Cuento y Poesía Adolfo Bioy Casares.

El libro aborda una etapa de la vida de Marina: cuando tenía 10 años, a Cavalletti la operaron en el Hospital Garrahan. Fue una intervención quirúrgica brutal. Telam detalla: le estiraron los músculos de la ingle, las rodillas y los tobillos para que su anatomía no se atrofiara producto de la parálisis cerebral espástica -con predominancia en miembros inferiores- que padecía desde su nacimiento. Pasó 40 días de post-operatorio con un yeso que le separaba las piernas, mirando el techo del hospital y sin poder moverse.

Sobre eso va el libro. Los versos, por supuesto, están transidos de dolor;  pero también de valentía y, por momentos, de esperanza. No son los poemas de una víctima, son los poemas de una sobreviviente.

La llegada del poemario a una librería de Tucumán -Madreselva, ubicada en Jujuy 45- ha sido la excusa perfecta para mantener esta charla con su autora.

¿Cuál fue tu acercamiento a la poesía, cuáles fueron los libros que te marcaron?

Mi acercamiento a la poesía se inició en la infancia, sobre todo a través  de la música, de las canciones de María Elena Walsh, también de Dávalos y Falú o de Zitarrosa, que se cantaban en familia. Luego, en la adolescencia. di con unas antologías, compiladas por Ana Porrúa, donde encontré a Idea Villariño, Ida Vitale, Rogelio Luis Nogueras, Roque Dalton, González Tuñón. Eso me marcó fuertemente, al igual que la obra de Pizarnik, que aún hoy me conmueve. En la secundaria, supe que ella fue a la escuela normal de mi ciudad, a la que también asistí,  y solía preguntarme si, por casualidad, ocuparíamos un pupitre cercano o tal vez el mismo.  

Por otra parte, me gusta pensar que las marcas no están solo en el pasado, que son continuas y que tienen que ver también, con las lecturas del presente. Creo que cualquier autor o autora se configura colectivamente con los demás, de su generación, de las anteriores y de las futuras. Entonces, destacaría la potencia increíble de autoras contemporáneas como María Belén Aguirre, Fernanda Agüero, Ana María Lasalle, Águeda Franco, Lisa Segovia o Mariela Laudecina, lamentablemente fallecida, que dejó una obra tremenda, además de Teresa Leonardi, Santiago Sylverster, Camila Sosa Villada y una lista infinita.  Ahora estoy leyendo “Prolegómenos” de Nacho Jurao y estoy fascinada. También están Mario Flores, Ezequiel Villarroel, Gabriel Gómez Saavedra, Guillermo Siles, la antología de poetas tucumanos que él compiló con Soledad Martínez Zuccardi, muy necesaria.  Claro, quedan muchísimos nombres afuera, porque la literatura es inmensa.

En mis clases de la universidad invito a los y las estudiantes a buscar semanalmente -en internet, librerías u otras fuentes-  a un o una poeta que hasta entones desconocían. Leen en voz alta los versos, que es hermoso porque se vuelve al origen oral de la poesía. Es algo que también hago, para las clases y en general,  y a partir de ahí, la nómina se amplifica y se vuelve interesante.  Creo que hay que apostar a las voces de todos los tiempos y estilos, tomarse el tiempo de leer e ir a ciclos. Eso, amplía nuestros consumos culturales y nos enriquece como personas y como sociedad.

Realizaste una maestría en escritura creativa. ¿Cómo influye esto en tu escritura?

La maestría en escritura creativa de la UNTREF, que dirige María Negroni, enorme guía,  implicó un antes y un después en mi producción literaria. Fue una bisagra aprender de Jorge Monteleone, Luis Chitarroni, Adriana Amante, María Sonia Cristoff, David Oubiña y otros.  Sin el paso por ese posgrado difícilmente  podríamos estar conversando ahora sobre Hospital Pediátrico. El libro se gestó ahí, gracias al trabajo con cada uno de los  y las docentes,  los comentarios de las y los compañeros. En ese espacio encontré mi voz poética, un modo de decir particular y honesto.

El hecho de  entrenar la escritura de todo tipo de género, desde el teatro a la narrativa, desde la poesía al ensayo, y más, durante dos años, de producir y corregir textos, de comprender el propio proceso creativo y el de los demás, es maravilloso. Allí incorporé métodos, prácticas y recomendaciones que potenciaron las que había recibido en instancias anteriores, tanto de educación formal, como informal. Y hoy, a casi 6 años de la defensa de mi tesis, la obra literaria semilla de “Hospital…”, en  octubre de 2016,  todavía evoco recuerdos de cursada al momento de sentarme a escribir. También espero aplicar, más adelante, a un doctorado y sé que eso influirá en mi escritura desde otro lugar. Es importante formase, donde sea, en una universidad, en un taller literario, en un profesorado. Producir compartiendo  con otros, con otras,   transforma no solo la propia obra, sino la forma de ver el mundo.

Con Brote Poético recorrés provincias de todo el país, qué puntos en común y diferencias notás en cada lado?

En principio, diré algo que creo fundamental, que no es nuevo y con lo que insisto siempre. Recorro el país porque la cultura, porque la nación en general es vergonzosamente centralista y confío en que, en algún momento ese centralismo se caiga. La literatura nacional, por ejemplo, debería ser verdaderamente nacional y no porteña o rioplatense,  eso obtura la verdadera riqueza de nuestras letras. Y sucede lo mismo en todas las áreas de la cultura.

Así que recorro el país para enterarme de aquello que está pasando, porque si bien las redes sociales nos acercan, no es lo mismo que estar en el territorio, que “embarrarse” con la poesía que se está gestando en todas partes.

Luego, los puntos en común que aparecen, creo tienen que ver con un reverdecer del género poético, que afortunadamente dejó de considerarse de elite y empezó a tomarse como una herramienta de expresión, de transformación.  Creo que hay ciclos y personas que hacen poesía en todas las provincias del país. Apenas he estado en siete, pero el proyecto es llegar con el Brote Poético a todas. Eso depende muchas veces de mi propia economía y cada tanto, casi como una sorpresa de alguna invitación, pero el Brote es por ahora mayormente autogestivo.  Tenía un itinerario que se frenó por la pandemia.  Ojalá este año pueda visitar Santiago del Estero y  Tucumán, que me interesa particularmente no solo por las acciones poéticas que llevan adelante  sus actores sino también porque soy sobrina bisnieta de Horacio Descole, que fue rector de la UNT, entonces hay algo de mi raíz que me impulsa a reencontrarme con esa tierra que conocí como turista, pero no como gestora, poeta o música.

También viajo para acercarme autores, conocer sus obras de primera mano, tener acceso a ellas. Porque la distribución de los libros, deficiente y ligada a una lógica del mercado ridícula  que deja afuera a la poesía y a los catálogos de muchas de las editoriales del mal llamado interior, es otro de los problemas que viene con el centralismo.

Soy bibliófila, amo los libros. Leo en formato ebook, que es muy valioso y que no descarto para nada, pero además me gusta el papel, me gusta salir a buscar los poemarios a donde nacen, conversar con sus hacedores, ver en qué andan. Aunque no me comparo para nada con ella y su obra monumental, me gusta pensar en que, como Leda Valladares hizo con la copla, la trashumancia nos lleva a encontrar tesoros que no se aparecen en internet y me gusta viajar conectada con esos hallazgos.

Vamos al libro. Hospital pediátrico no es tu primer libro, al menos no es el primero que publicás. ¿Te  llevó tiempo enfrentar esa etapa de tu vida?

Antes de este poemario integré antologías y plaquetas en Ediciones Arroyo de Santa Fe, en Proyecto Camalote, de Entre Ríos, algunas en Buenos Aires y una en Neuquén. Es importante señalar eso porque editar en otras provincias es algo hermoso.

Mi primer libro “de largo aliento” fue justamente un ebook que se cerró y salió en pandemia. Random, publicado por Halley Ediciones en 2020, fue pensado en formato digital con una playlist y creo que ese soporte es particularmente amable con la poesía breve, como la que escribo.

Luego, vino Hospital Pediátrico, digo luego a nivel de lo que salió publicado, porque los primeros poemas son de 2016. Hubo un  trabajo de años de producción , reelaboración, poda y corrección, pero sobre todo, un proceso interno, de sesiones de terapia, de charlas con poetas, de múltiples lecturas a partir de las cuales no pude esquivar más, o me sentí preparada para enfrentar los recuerdos de mi infancia en el Garrahan.

Recordar significa volver a pasar por el corazón y con ese libro cada imagen arrasó conmigo. Es un libro que lloré, que literalmente parí. Ahora, después del dolor, con el libro ya en las manos y girando, me doy cuenta de que era necesario que lo escribiera. En primer lugar, porque lo que se nombra existe. Y si algo existe, también se puede acompañar. Quiero decir, hay miles familias, de niños, niñas, niñes que pasan por lo traumático de una hospitalización y creo que está bueno que alguien diga “Yo también estuve ahí. No estás solo”, pero no desde un lugar de superación vacía, si no desde el gesto real de acompañar con la palabra y, si alguien me contacta y puedo hacerlo, desde otro lugar también. Esa es la clave del libro: acompañar, y  mostrar a quienes no pasaron por esto, que las infancias hospitalizadas existen, existieron y existirán. No desde la lástima ni desde la beatificación de nadie, sino como una puerta a una parte de la realidad que, a veces, como es incómoda, se cierra.

Formalmente, el puntapié surgió cuando leí el verso de Héctor Viel Temperley, de su obra Hospital Británico: “Voy hacia lo que nunca conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”. Habitar un cuerpo con una diversidad funcional es complejo y el libro implicó re-conocerme, aceptar algunas cosas y estar en proceso de aceptación de otras.

En ninguno de los poemas se percibe una victimización. No hay un regodeo en ser víctima. ¿Fue difícil de lograr?

Fue difícil, sí. Al principio había un poco de “pobre de mí”, después pensé en Irene Gruss que afirmaba algo así como que la  anécdota no es el poema, que a nadie le interesa si se murió tu madre. También  recordé una conversación con el enorme Miguel Ángel Pérez. Él dijo algo así como: “cuando nos pasan cosas buenas,  no preguntamos por qué suceden, lo hacemos cuando viene lo malo, pero es importante entender que eso también es parte de la vida”. Esa charla con Perecito fue reveladora, por esa y otras cuestiones.

Obviamente, si pudiera elegir, le escaparía al dolor, pero es lo que me tocó en su momento, como a tantas personas que viven situaciones complejas. Lo importante es lo que hacemos con eso. En ese sentido,  lo que los escritores hacemos es literatura. Así que no me interesaba dar lástima ni que nadie me pusiera en un pedestal. La victimización no es interesante para hacer literatura, creo que la cosa va por ahí. La potencia del arte está más allá de cualquier circunstancia.

Después de este libro, qué viene.

Primero, en tiempo presente, dejo que este libro haga su camino, que comenzó con el Premio Bioy Casares, que tiene prólogo de la catedrática española María Ángeles Pérez López, contratapa del Teuco Castilla, una imagen de portada de Jorgela Argañarás. Toda esa gente maravillosa tiene que ver con este poemario , que está girando  y afortunadamente se consigue en Entre Ríos, Santiago del Estero, Tucumán (en Madreselva libros, en Jujuy 45)  y Buenos Aires. Pronto llegará a Salta y, si bien la distribución es artesanal, la idea es llegar a todas las provincias también.

Estoy trabajando en otros textos, vinculados a los derechos humanos y a las escritoras mujeres, que son dos temas en los que me estoy especializando y que me convocan fuertemente. La intención para lo próximo es correrme un poco de lo autorreferencial y ver qué pasa, qué encuentro ahí. Son proyectos a largo plazo, creo que aún queda mucho por recorrer con Hospital Pediátrico, ojalá así sea.

Datos biográficos


Es Magíster en Escritura Creativa por la UNTREF, Técnica profesional en música con especialización en canto graduada del Taller de Música y artes de Buenos Aires (TAMABA) y profesora de castellano, Literatura y latín. En 2020 realizó un diplomado en Literatura Argentina y Regional, a cargo de Mempo Giardinelli y equipo, en la Universidad Nacional del Chaco Austral. Desde 2012 es profesora en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) en los talleres de lectocomprensión académica. Asimismo, desde 2020 dicta, en esa casa de estudios, la materia “Poesía, género y gestión” en el departamento de Humanidades y artes. Fue docente en el CBC de la UBA y el IUNA -actual UNA-. En junio de 2016 ideó el ciclo itinerante “Brote poético”, que ha pasado por La Pampa, Córdoba, Mendoza, Jujuy, Salta, Santa Fe, la CABA, el interior y el conurbano bonaerense. Desde 2019 la propuesta tiene su contrapartida radial en la emisora del municipio de Avellaneda. Desde diciembre de 2016, y junto a otros poetas, es responsable de "Las Raras circunstancias", ciclo de lectura poética del Centro Cultural de la Cooperación. Desde 2000 se desempeña como periodista cultural en diversos medios. Actualmente escribe para Revista Ruda, Con Fervor y FolcloreCLUB, entre otros. Además, colabora con Página 12 y Tiempo Argentino. Ha compilado la antología Brote Poético 2016 y participado de "La risa abunda en la boca de los jóvenes", ambos editados por Eloísa Cartonera. Algunos de sus poemas han sido publicados por Ediciones Arroyo (Santa Fe) Proyecto Camalote (Entre Rios) y Ediciones de Agua (Neuquén) y en las antologías de los ciclos Incógnito y La palabra que sana. Dicta clínicas de canto y escritura. En 2021 estuvo al frente del taller de Literatura y Derechos Humanos de la Biblioteca Nacional y co-coordinó Proyecto Pizarnik y Proyecto Eva, entre otros. Desde ese año forma parte del equipo docente de la Universidad Nacional de Hurlingham.

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