Debates ausentes sobre la forma y el sentido de votar

Debates ausentes sobre la forma y el sentido de votar

13 Junio 2022

La discusión en el Congreso de la Nación acerca de la Boleta Única de Papel podría haber sido una oportunidad para analizar en profundidad el sistema de representación parlamentaria argentino, y no sólo el mecanismo físico electoral. La anacrónica papeleta por partido, en sustancia, es un documento electoral que se usa como elemento de campaña, tirado por abajo de las puertas, repartido a mano en las calles o escondido en los cuartos oscuros, pervirtiendo así su sustancia de expresión de la manifestación popular.

Confundir la forma con el fondo es uno de los problemas frecuentes en la instancia pública y suele ser un mecanismo para eludir otros abordajes más complejos. Uno de ellos es la cantidad de representantes de cada provincia, demanda reiterada de los distritos más numerosos que alegan tener menos diputados de los que les corresponde y deuda impaga de la manda constitucional de la reforma de 1994. La organización nacional, con la Constitución de 1853, estableció un diputado por cada X pobladores en cada territorio, cifra que fue variando con el tiempo pero que no se actualizó en la cantidad de bancas a repartir: 257.

Este tema no es menor y se reactualizará cuando se conozcan los resultados finales del reciente Censo 2022. A partir de las cifras que se concluyan, unos volverán a reclamar más asientos y otros tratarán de no perder los suyos. Dos ejemplos: según el Censo 2010, Tucumán debería tener 12 diputados y no los nueve actuales; y la Capital Federal perdería cuatro escaños. La base para tal queja está escrita en el artículo 45 de la reforma de 1994: “Después de la realización de cada censo, el Congreso fijará la representación con arreglo al mismo, pudiendo aumentar pero no disminuir la base expresada para cada diputado”.

En Alemania no hay una cantidad fija predeterminada de representantes parlamentarios. Cambia de elección a elección para adecuarse a la cantidad de votantes de cada distrito, atento a la movilidad social y a las mudanzas. Además, el sistema de asignación de bancas es mixto y con boleta única: confluyen el voto al candidato determinado ya que quien gana cada territorio es consagrado legislador, con el voto al partido, que se rige por la lista sábana presentada, para garantizar la porcentualidad más cercana posible a la realidad electoral de cada momento.

Más allá de lo numérico, otro tema es el sentido de las plataformas y promesas. Hasta ahora, rige la idea de que el electo tiene libertad absoluta para actuar en el recinto (incluso hasta para cambiar de bando), en un concepto delegativo de la representación ciudadana. Otra corriente postula que lo que se dice en campaña es un compromiso formal; incumplirlo daría lugar a un planteo popular de remoción (revocación de mandato) o que el propio partido le exija la devolución de la banca.

Pensar en estos abordajes es pueril cuando ni siquiera se puede llegar a un acuerdo interpartidario sobre la eliminación de los millones de votos individuales en papel (atraso evidente en términos ecológicos y políticos) y su reemplazo por la Boleta Única. Y es una muestra más de la falta de madurez de una clase dirigente que debe elevar las miras más allá de la coyuntura y de los intereses puntuales de candidatos y estructuras. Pretender este debate, en el contexto actual, es casi una utopía pero debe darse en algún momento para abordar asuntos cruciales para la democracia argentina

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