Una bala de cañón, un asado y la explosión que le cambió la vida

Una bala de cañón, un asado y la explosión que le cambió la vida

Una historia de superación que invita a mirar el mundo con otros ojos.

TRAS EL ACCIDENTE. Expert se refugió en el optimismo y salió adelante. TRAS EL ACCIDENTE. Expert se refugió en el optimismo y salió adelante.

“Explosión en una mansión en Beccar”, dice el título del diario Crónica. Con letras mayúsculas y en tres líneas, el periódico narra el dramático episodio en su portada. Lo mismo titula La Nación y Clarín en primera plana: “Estalló una bala de cañón”, “Siete jóvenes heridos”, cuentan los medios de la época. Sergio Expert repasa el episodio ocurrido en julio de 1986 una y otra vez. Mientras relata lo sucedido, a veces lo llama accidente, otras tragedia y en ocasiones evita nombrarlo. “Pude asimilarlo hace relativamente poco”, cuenta aliviado. “Fue la muerte de papá lo que hizo un clic en mi vida y me obligó a hacer algo con esta experiencia”, explica durante la entrevista con LA GACETA.

Sergio tenía 19 años cuando terminó tirado en el piso, en una escena que parecía de guerra. Él y seis amigos se habían juntado a festejar el cumpleaños de uno de ellos, Enrique, el dueño de casa. Ese día hacía frío y les pareció mejor idea colocar la parrilla en la chimenea dentro del living.  

Lo que vino después fue propio de una película. “Buscamos un adorno para equilibrar una de las patas de la parrilla. Era un objeto metálico, que había estado en esa casa por años. Lo habíamos usado otras veces incluso. Pero esa noche, antes de probar el primer bocado, volamos por el aire”, recuerda Sergio. Los segundos posteriores fueron confusos. Miró para los costados y vio a dos de sus amigos tendidos en el suelo. Agonizaban. Intentó moverse, pero no podía. Había fuego alrededor y todo estaba destruido por el estallido. A lo lejos oía el ruido de las sirenas, gritos y la desesperación de los vecinos.

Lo que parecía un elemento inofensivo terminó siendo un proyectil de cañón de la Segunda Guerra Mundial que todavía tenía trotyl en la coraza. “La habían comprado seguros de que estaba descargada, pero había dinamita”, explica. Las pericias concluyeron más tarde que el calor del fuego activó la bomba y el desenlace fue fatídico.

Sergio estuvo a punto de morir. Las siguientes 72 horas fueron cruciales y luego fue trasladado a terapia intensiva. Enrique, su mejor amigo, murió a los pocos días y los demás pudieron recuperarse con el tiempo. A Sergio tuvieron que amputarle una pierna y, aunque resulta paradójico, es algo que hoy agradece. “Podrían haber sido las dos”, aclara.

Sergio jugaba al rugby antes del accidente, sus amigos también, y esa noche iban a ver el partido de Los Pumas desde Brisbane, Australia.

Sergio Expert tiene hoy 55 años y tres hijos. Aquella tragedia le enseñó a no bajar los brazos y a no quedarse quieto, aun ante la adversidad. En ese entonces estudiaba Administración de Empresas en la UBA, carrera con la que continuó después de recuperarse. “Nos van a pasar cosas que muchas veces no planeamos, pero lo importante es accionar”, reflexiona. Hace énfasis en esa palabra a la que considera llena de poder, legado que le dejó su padre, quien murió hace algunos años. “La clave está en no ponernos el disfraz de víctimas”, razona. “Los argentinos solemos hacerlo muy rápido y creo que desde esa postura no logramos nada. De otra manera, en cambio, soy yo quien asume el lugar de protagonista”, cierra.

Por eso, cuando entendió que aquel suceso había llegado a su vida para servir de ejemplo, quiso transmitirlo. “Si hay una sola persona a la que pueda ayudar con mi testimonio, entonces estoy contento”, pensó, y se lanzó con Explosión de Vida, un proyecto que tiene más de cinco años y lo ha llevado a recorrer todo el país, incluso a dar conferencias internacionales. En Tucumán su visita fue exitosa y su aprendizaje fue transmitido en escuelas, jardines y hasta en empresas e instituciones. Hace un año, además, publicó su libro, donde enseña a valorar cada minuto de vida y cuenta sobre su renacimiento.

“La vida nos cambia en un segundo -sostiene-. Yo aprendí a agradecer cada cosa que tengo. Es más, soy un agradecido de la explosión. Este proyecto lleva ese nombre porque aquello fue lo que forjó la persona que soy hoy. Mi padre ya no está, pero siento que lo honro en cada minuto de mi vida”.

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