Con un pie dentro y otro pie fuera de la ficción

Con un pie dentro y otro pie fuera de la ficción

Libro en el que estallan las categorías.

22 Mayo 2022

Ahora bien: ¿por dónde ingresar críticamente en este nuevo libro de Fabián Soberón? ¿Desde qué perspectiva crítica abordarlo? ¿Desde la mirada tradicional, atento a un argumento, a una trama o un conjunto de tramas, dado que su protagonista (digamos) es común a todas ellas? Tal hipótesis resulta a todas luces tan imposible como inconducente, en virtud de las premisas o los problemas teóricos frente a los cuales nos enfrenta desde la teoría y la crítica literarias.

El protagonista del libro (Edgardo H. Berg) declara haber conocido a Soberón (autor de libro, narrador de los cuentos, en principio), de modo que Soberón también ingresa en este sentido en el orden de lo ficcional si consideramos este conjunto de textos como cuentos, esto es, regidos por una economía ficcional. Entonces hay ingresos y egresos del libro. Dos como mínimo: Prologuista (a su vez protagonista de las historias) y Soberón, citado como alguien a quien este prologuista/protagonista ha conocido en cierto pueblo alemán y le ha referido anécdotas de su vida. Pero también Edgardo H. Berg es quien ha presentado uno de los libros de Soberón de existencia constatable. Un libro que está en bibliotecas y bibliografías. Que circula. Que a su vez se lee como otro plano de ficción. Un texto que reenvía a otro texto con la misma firma autoral del libro Edgardo H. Berg.

A partir de aquí, resulta sumamente atractiva la hipótesis de una transformación en la que tanto se manifiesta interesado Soberón, la de un Edgardo H. Berg real (prologuista de estos cuentos) en un Edgardo H. Berg ficcional en los cuentos de su libro (¿o a la inversa?). Y estamos esta vez en problemas: Edgardo H. Berg es el protagonista de los cuentos pero afirma conocer a Soberón, al autor devenido personaje. De modo que sí, efectivamente, el panorama resulta transformador. No hay destrucción. Hay transformación. El orden de lo ficcional postula a un Soberón (quien efectivamente es real o no ficcional, en todo caso) transformando a esa ficción en otra cosa o en otro orden. Es cierto, se podría postular que también destruye la relación entre ficción y realidad. Pero lo que en verdad se pone en juego es el juego de ingreso y egreso de él. De estar por fuera y estar por dentro de él. Ese otro orden que es el resultado de una transformación, es el resultado de un proceso. Y estamos frente a figuras que tienen un pie por dentro y otro pie por fuera de la ficción o del orden de lo real. La metáfora de la puerta giratoria a la que ahora acudo me sirve para regresar a una reflexión en profundidad de estar, salir y entrar. De modo que este libro puede definirse más en términos de un desplazamiento que de categorías cerradas. Las categorías de ficción, realidad, historia en el sentido de Historia, hechos, testimonio, dejan de perder sentido. Se hacen polvo. Estallan. Enloquecen, se salen de quicio. Es más: pierden el juicio. La puerta no deja de girar, no se detiene, estamos frente a un objeto/libro desconcertante o, peor aún, alarmante. El universo se disgrega, se dispersa. ¿Será otra clase de Aleph? No por contener todo lo que ha existido, existe y existirá sino porque dispersa la noción “libro”, “literatura”, “ficción”, “existencia constatable”, “realidad”, “autor”, “personaje”, “protagonista”, “transformación”, “destrucción”, “verosímil”, entre otras que aquel Aleph fabuloso y de un alto nivel de perfección como el de Borges, que parecía insuperable, de pronto se choca con este otro libro/objeto que en su mapa, en sus contornos, desarma lo que con tanto trabajo de siglos, generaciones de humanos, civilizaciones de letrados habían procurado tener por ciertos.

Soberón no requiere de un tratado para desestabilizar la credulidad. Sino que se sirve de unos pocos “cuentos” porque en verdad destruye o, mejor, como dije, procede a la transformación de la noción de “cuento”, de “ficción” o de “narración”. El trabajo corrosivo de todas formas es de naturaleza descomunal.

La sombra de la alteridad del autor devenido personaje, como en Piglia, adoptando otro nombre (quien a su vez remite a toda la lista que enumeraré a continuación). La sombra de Arlt con las faltas de ortografía en sus manuscritos ¿son como las del inédito que Edgardo H. Berg le confía a Soberón? además en las consonantes y la vocal de su apellido. Las teorías del relato, de los prólogos y de la narración de Macedonio Fernández, además de esa única mujer que amó y perdió, hasta que deambula fumando sin encontrar un destino alternativo. Naturalmente la omnipotencia soberbia de Borges (en su doble acepción de belleza descomunal pero también de creencia en su infalible superioridad vanidosa). Todos estos intertextos, implícitos o explícitos, entre otros filosóficos, figuran, deambulan (mejor), por este libro que naturalmente viene a inscribirse de modo magnífico en la tradición de las grandes poéticas argentinas. Las de mayor trascendencia. Y a hacerlo de modo superlativo. Pero daría un paso más allá: de modo superador.

© LA GACETA  / ADRIÁN FERRERO

CUENTOS : EDGARDO H. BERGFABIÁN SOBERÓN (La Papa – Tucumán)

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