Sexualmente hablando: Responsabilidad afectiva

Sexualmente hablando: Responsabilidad afectiva

Por Inés Páez de la Torre - Psicóloga.

Sexualmente hablando: Responsabilidad afectiva
15 Mayo 2022

Ghosting es un término que se ha popularizado en los últimos años. Derivado de “ghost” (fantasma en inglés), consiste en terminar una relación cortando todo contacto con el otro y siendo indiferente a sus intentos, si los hubiera, de comunicarse. Implica desaparecer de pronto -volverse un fantasma- sin dar ninguna explicación (cuando ya se había establecido un vínculo emocional, mental y/o sexual). Aunque esta práctica bastante cruel y cobarde obviamente no es nueva (“Fue a comprar cigarrillos y nunca volvió”, se decía antes), se ha convertido en algo común, hasta casi naturalizarse, con el uso de las nuevas tecnologías y las redes sociales. Bloquear, clavar el visto, ignorar mensajes, no responder llamadas, dejar de seguir, eliminar de los amigos o seguidores… son conductas y actitudes que se ejecutan a distancia, sin moverse del sillón, con un dedo en la pantalla. Porque cara a cara no es tan fácil mantenernos impasibles mientras alguien nos está hablando.

El ghosting tiene consecuencias negativas en la autoestima de sus “víctimas”. Algunas pueden reponerse rápido pero a otras les costará más y la experiencia tendrá un duro impacto en su autoimagen y en sus expectativas y capacidad de confiar en relaciones futuras. “¿Qué hice mal?”, “es culpa mía”, “no soy digna amor”, “no merezco una explicación”. Estas cavilaciones pueden conducir a las personas a estados de tristeza muy profundos.

¿Qué le falta al que ghostea? Mucho, a decir verdad. Pero podemos sintetizarlo en una carencia esencial: responsabilidad afectiva. Otra expresión de estos tiempos. Se trata, ni más ni menos, de ser concientes de que lo que hacemos y decimos afecta a los demás. Es algo inevitable, sistémico. Por eso es necesario empezar por hacernos cargo de nuestros sentimientos, de la manera de expresarlos y saber que los vínculos que establecemos con otras personas implican un cuidado mutuo.

Todo esto en teoría parece simple, pero en la práctica no lo es tanto, al menos no siempre. Porque encierra el equilibrio de cuidar al otro sin descuidarnos a nosotros mismos. Legitimar sus sentimientos sin olvidar los propios. Y eso a veces supone conversaciones incómodas.

Cuidar al otro no equivale a evitar que sufra y a cualquier precio. Pero sí hace posible evitarle sufrimientos innecesarios. Por ejemplo, hablando de vínculos sexoafectivos, si nos damos cuenta de que no queremos continuar una relación, la actitud responsable -contraria a ghostear- sería comunicarlo con claridad y de manera empática. ¿Resultará doloroso para el que estaba “enganchado” y tenías otras expectativas? Por supuesto. Pero esa honestidad -y posterior coherencia- va a facilitarle aceptar la realidad, enfrentar lo que, sencillamente, es. Podrá entonces atravesar el duelo de forma sana y salir adelante sin tener que lidiar con la confusión y el desconcierto.

Aunque lo más frecuente es hablar de responsabilidad afectiva en las relaciones de pareja, no es menos válida en los vínculos familiares, laborales y de amistad. Es el camino para construir relaciones verdaderas, basadas en la comunicación y el respeto.

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