Aventuras de unos hermanos en “Cuento a la mesa”

Aventuras de unos hermanos en “Cuento a la mesa”

Indio Armanini dirige una obra infantil de Manuel Maccarini, con canciones y actuación. El desafío de no saber quién es cada uno.

EN PLENO ENSAYO. Florencia Naranjo, Facundo Basso y Leandro Ávila protagonizan “Cuento a la mesa”. EN PLENO ENSAYO. Florencia Naranjo, Facundo Basso y Leandro Ávila protagonizan “Cuento a la mesa”.

Unos hermanos se embarcan en un viaje en globo, lleno de peripecias y aventuras desde el inicio, que se complica cuando caen al suelo y en el golpe, pierden la memoria. Ahora deberán recobrarla para saber quiénes son, dónde están y cómo volver. Para ello recurrirán a una pícara Lorita y una Señora muy rara que, entre bromas, canciones y juegos, los ayudarán a encontrarse a sí mismos.

Esta es la historia de “Cuento a la mesa”, la obra de Manuel Maccarini que se pondrá en escena hoy a las 17 en el teatro municipal Rosita Ávila con dirección de Federico Indio Armanini, orientada a un público de entre tres y 11 años. Actúan Florencia Naranjo, Facundo Basso y Leandro Ávila.

“Elegí la obra con el corazón, ya que los juegos replican exactamente lo que pasa en mi casa con mis hijos que, entre improvisación e improvisación, construyen mundos fantásticos todos los días y dejan todo patas para arriba”, explica el director en diálogo con LA GACETA.

Esa identificación llega también a los personajes: “cuando era niño quería ser Lucas, el fanfarrón, el que se lleva el mundo por delante, era súper seguro de mi mismo; pero la realidad es que tenía mucho de Luis, el miedoso, un poco tímido y muy cerrado, y poco a poco empecé agarrar confianza en mi mismo y me transformé en lo que soy”.

Esta es la segunda vez que la obra llega a un escenario tucumano. El estreno fue hace una década, con dirección del autor y asistencia de Armanini. “Tuvo muy buena recepción del público y excelentes críticas, pero como lamentablemente pasa en la mayoría de los trabajos de Tucumán no duró más de un año en cartel como consecuencia de políticas culturales con exigencias burocráticas ridículas que asfixian al artista independiente. Alguna vez debemos plantar bandera quienes sostenemos la actividad artística local”, remarcó Indio. Esta vez se vuelve a utilizar la música original compuesta por Luis Gómez Salas, aunque actualizada a las necesidades de los niños de hoy.

El haber sido parte de ese proceso fue un desafío especial para la nueva puesta. “Fue muy difícil sacarse de la cabeza la versión de Manuel, sobre todo en la etapa del armado del proyecto; luego con los actores fuimos encontrando cosas genuinas producto de experiencias personales y termina siendo un producto de mis prácticas, porque lo que las puestas son distintas a nivel estético. Yo trabajo más el realismo tanto en lo escenográfico como en las actuaciones; al color y a la espectacularidad la pongo en las canciones, por lo que está empapada de toques de comedia musical producto de mi paso por Chapeau, con actores-bailarines-cantantes”, subraya.

A su lado trabajaron la coreógrafa salteña Eugenia Rufino (“le aportó al trabajo agilidad y una prolijidad exquisita”, afirma) y en lo audiovisual digital, Caro Bloise y Matías Mendiondo, “que crearon una pantalla con mapeo de lugares y un video animado con stop motion con los mismos títeres que usaba Manuel en su puesta y que él nos donó todo, elementos cargados de teatro independiente, de pasión y de risas”, destaca.

“El placer por el teatro, el juego de nuestros niños, la importancia de la memoria, el encontrarse a sí mismo son puntos que destaco de una excelente dramaturgia de un amigo maestro que -con ojo clínico- marca los tiempos por medio del relato, con juegos de palabras de gran efectividad para el público producto de su experiencia”, añade.

Uno de los ejes de la historia es la pérdida de la memoria, que remite a muchas más cosas que lo meramente infantil. “En el olvido inusual de cosas, existe un paralelismo entre lo que plantea el texto y nuestra propia historia. La memoria de un pueblo es muy importante para construir un país mejor: no la perdamos y si la perdemos, hay que recuperarla como sea. Encontrarse a sí mismo es poder reconocerse, mirarse al espejo y saber exactamente quién soy en realidad, con mis defectos y virtudes, y saber dónde estoy parado. La identificación en el teatro es un proceso residual que los directores tenemos en cuenta para la construcción del espectáculo”, remarca.

Todo su entorno es teatral. “Mis hijos son artistas natos: Corina y Salvador están por hacer una figuración en la ópera a estrenarse en el teatro San Martín dirigida por Jorge de Lassaletta. Mi compañera (la actriz del Teatro Estable, Eloísa Martínez Romero) estaba embarazada y los chicos pisaban el escenario a través de ella, y ya hicieron publicidades. Pero el tiempo dirá qué rumbo tomarán: mientras sean felices, que sean quienes quieran ser”, concluye.

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