Una gestión que sigue en pañales

Una gestión que sigue en pañales

Una gestión que sigue en pañales

La realidad no le da respiro al Gobierno. Los problemas brotan por doquier en una gestión que sigue en pañales. Alberto Fernández pudo haber argumentado que la herencia macrista no le permitió arrancar. Luego fue el turno de la pandemia. Y ahora la interna tiene tanto peso que todo se le hace cuesta arriba al presidente de la Nación. Alberto Fernández y su equipo de Gobierno no le han encontrado la vuelta para sacar a la Argentina de un torbellino inflacionario que no hace más que aumentar su velocidad. Hoy, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dará su veredicto y, por las dudas, el ministro de Economía Martín Guzmán salió a abrir el paraguas y a decir que la tasa puede superar el 6% mensual. ¿Pueden los argentinos resistir tantos embates inflacionarios en su bolsillo? La respuesta es más que lógica. El consumo cae. En marzo lo hizo entre un 5% y un 7%. La sociedad está cada vez más endeudada y usa menos la tarjeta de crédito. No tiene tanto margen para hacerlo. No es un dato menor. Es un indicio más del paulatino enfriamiento de la economía.

En la Casa Rosada hay una premisa que, a la vez, se constituye en una inquietud constante para el poder: cuidar el clima social. El malhumor de la ciudadanía es claro contra la política. Y eso no sólo se observa en las encuestas; también en las calles. La política no entendió, no entiende y tal vez no ha tomado nota aún hacia el futuro que debe dejar de vivir de interna en interna y trabajar por encontrar las grandes soluciones para un país que puede afrontar otra crisis socioeconómica. Los posicionamientos personales de la dirigencia de todas las vertientes están a la orden del día. Todos creen que pueden llegar a postularse para la Presidencia de la Nación. Esto, en gran medida, permite al oficialismo disimular su crisis sistémica y, paralelamente, la oposición sigue atomizándose, haciéndole un gran favor al Partido Justicialista, principal fuerza de un Frente que, día tras día, deja de ser de Todos.

La Argentina es ese laboratorio global en la que su economía pendula entre la recesión y la expansión. Últimamente, sus habitantes se acostumbraron a sobrevivir en un escenario de estanflación. Nunca se sabe cuál será la próxima estación y si habrá gomones para cruzar el río. Tal vez el jefe de Gabinete, Juan Manzur, tenga razón en su percepción respecto de que pasará mucha agua bajo el puente antes de que llegue el próximo turno electoral. El tucumano dice que está tranquilo en su despacho del primer piso del edificio de Balcarce 50. Eso es sólo en las palabras. En los hechos, el gobernador en uso de licencia se ha sentado en la gran billetera presupuestaria para mantener voluntades muy cerca del Presidente. Sin embargo, hay gobernadores que ya calientan motores y se lanzan a probables candidaturas. Hablan con Manzur, pero horas después se reúnen en la sede porteña del Consejo Federal de Inversiones (CFI) a analizar cómo los encontrará la próxima crisis que tendrá el Frente de Todos. Esos mandatarios no dan el salto porque sería al vacío. Son altamente dependientes de la Rosada. Alinearse en contra del Presidente puede ser un mal negocio. Tucumán, en este aspecto, puede ser un test de resistencia para el oficialismo. La cumbre del Norte Grande prevista para el 27 de mayo puede llegar con alianzas transitorias con gobernadores de otras regiones. Por ejemplo, los del centro. El chaqueño Jorge Capitanich habla con el cordobés Juan Schiaretti para consolidar un alianza que se diferencie contra el principal distrito electoral de la Argentina. Manzur, a su vez, tiene buenos contactos con el entrerriano Gustavo Bordet y con el santafesino Omar Perotti.

En medio de los rumores de cambios en el gabinete nacional, Manzur trata de sostenerse en el elenco de funcionarios. Si la diáspora entre el Presidente y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner se agudiza, es probable que el Gobierno apele a un relanzamiento y a una nueva vuelta de tuerca en el gabinete. El tucumano encuentra adversarios externos e internos a partir del poder que ha tomado con la administración del extendido presupuesto 2021. Sin aprobación parlamentaria, el jefe de Gabinete ha tomado más poder que el propio ministro de Economía. Si Guzmán da un paso al costado, el nuevo conductor de las finanzas públicas querrá recuperar el poder de fuego en la distribución del dinero. En este juego de especulaciones, sigue mencionándose que Eduardo “Wado” de Pedro tendrá una nueva misión que cumplir, pero en otra área del Poder Ejecutivo. El Ministerio del Interior es un puesto que muchos gobernadores quieren ocupar, incluso el licenciado Manzur.

¿Cómo juega Osvaldo Jaldo frente a estas situaciones? El vicegobernador en ejercicio del Poder Ejecutivo se ha convertido en un soldado de la causa albertista. No le soltará la mano al Presidente, mucho menos a su compañero de fórmula, con el que charla más seguido que antes de tomar definiciones institucionales y políticas. El tranqueño no fue a las cumbres de gobernadores por fuera de la venia oficial porque, de hacerlo, cree que traicionará a la Casa Rosada. “Está del lado del que hay que estar en estos momentos difíciles”, señala a LA GACETA uno de sus colaboradores más cercanos. Jaldo, como la inmensa mayoría de gobernadores, es altamente dependiente de las decisiones financieras de la Nación. Sabe que la concreción de las obras federales prometidas pueden pavimentarle el camino hacia 2023. Frente a los momentos difíciles que se avecinan, en los últimos días, el gobernador interino ha dado instrucciones para cuidar el clima social en Tucumán. Todos saben que este año, los indicadores socioeconómicos le pasarán factura al Gobierno (nacional y provincial). El tiempo no sobra. El oficialismo sabe que tendrá que cambiarle la cara a un país que sigue atornillado a la crisis porque no puede encontrar el antídoto para contrarrestar la pandemia inflacionaria. Mientras más tiempo pasa, más se extenderá la pobreza, la indigencia y el desempleo, los principales flagelos que los funcionarios, los empresarios y los sindicalistas deberían enfrentar más allá de sus diferencias e intereses. Además de unidad, acuerdo es otra de las palabras que ha desaparecido del vocabulario real de la política argentina.

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