Las vaquitas son cada vez más ajenas

Las vaquitas son cada vez más ajenas

La frase se la atribuyen a Perón. Pero hay quienes también aseguran que salió de boca de Napoleón. “Si quieren solucionar un problema, nombra un responsable; si quieres que el problema perdure, forma una comisión”. ¿Cuántas comisiones hay en Argentina? ¿Cientos? ¿Miles? Algunos problemas se deben haber resuelto. Sin dudas, el de la inseguridad, no.

Hace algunas horas se dio un contrapunto impensado cuando de un tema tan delicado se trata. Está en el tapete el crimen del agricultor Ramón Aurelio Brito, ocurrido en Medinas. Al hombre lo asesinaron a golpes buscando un dinero que, según sus familiares, no tenía. Ante la ola de inseguridad que están viviendo el campo, el presidente de la Sociedad Rural y dirigente de CREO, Sebastián Murga, pidió respuestas al Gobierno. Y Osvaldo Jaldo salió con los tapones de punta. “En Tucumán nadie tiene coronita. En el Gobierno dejamos todo nuestro esfuerzo por proteger a todos los tucumanos, no solo a un sector (...). Pareciera que el titular de la Sociedad Rural de Tucumán cree que él pertenece a una suerte de casta especial”, aseguró el gobernador. Murga no se quedó callado: “No creo que pertenezca a una casta especial, para nada. La gente está esperando del Gobernador respuestas generales y no ese tipo de afirmaciones. No solo queremos reclamar, sino también proponer, y así lo estamos haciendo. Por eso, mantuvimos reuniones con el presidente de la Corte, con el Ministerio Público Fiscal, con asesores. Además, nos juntamos con el jefe de Policía y el secretario de Seguridad. Constantemente trabajamos con esto, pero las respuestas no están”, señaló. Los ruralistas, incluso, recordaron el asesinato del productor José “Pepe” Porcel, ocurrido en junio de 2020 en La Ramada de Abajo como antecedente a lo sucedido con Brito.

El delito rural no es menor al citadino. Se denuncian tantos atracos en uno como en otro lado. La diferencia se da en el tipo de botín que buscan los delincuentes. En el campo roban desde animales (en una época se hablaba solo de vacas o de caballos, pero ahora hay denuncias de sustracción hasta de gallinas), pasando por agroquímicos, bombas de agua, tractores, alambrados y, por supuesto, dinero. Cuando no se pueden llevar un tractor o alguna otra maquinaria pesada, la desarman y se apropian del motor, por ejemplo. Y ni hablar de los robos hormiga de cítricos o, como se ha visto en los últimos meses, de paltas. En la calle se venden paltas de dudosa procedencia. ¿Qué se hizo ante las denuncias de los productores? Reuniones. A poco de asumir, el año pasado, el nuevo ministro de Seguridad, Eugenio Agüero Gamboa, estuvo con ruralistas. Y prometió: “Es muy importante la coordinación y el diálogo que vamos a mantener de ahora en más con la Sociedad Rural y ya programamos una reunión para el año que viene (2022), para reforzar la comunicación diaria y constante que se tendrá. La tecnología es importante y entre todos podremos aportar para prevenir el delito”. Sin embargo, los ataques no sólo continuaron, sino que además se volvieron más violentos. En el foro de Seguridad Rural Argentino afirmaron: “El campo tucumano está viviendo una ola de inseguridad sin precedentes. A los tradicionales robos de animales se suman productos fitosanitarios, maquinaria, elementos de taller, alambrados y un interminable etcétera. Nos visitan a cualquier hora, principalmente de noche, rompen cercos olímpicos, candados, puertas, ingresan a casas o galpones por igual, en algunos casos fuertemente armados, ya sea en establecimientos con caseros o serenos y hasta con los mismos agricultores dentro de sus casas”. La situación es complicada. Más teniendo en cuenta que las estrategias planteadas para disminuir el delito en zonas urbanas es radicalmente distinta a las de las rurales. En el campo no se pueden poner cámaras como en la ciudad, ya que los terrenos a vigilar comprenden muchas veces miles de hectáreas. Y la posibilidad del ataque es mayor teniendo en cuenta la soledad en la que viven las familias. Por eso, hasta los patrullajes son más complicados teniendo en cuenta la extensión de terreno que se debe abarcar.

No se trata entonces de una puja de fuerzas por ver si el gobernador se está encargando de la seguridad en la provincia, o si el presidente de la Sociedad Rural busca sacar réditos políticos, como dejó entrever Jaldo. Se trata del tema que más aflige a los tucumanos junto a la economía: la posibilidad de poder vivir más seguros. Justamente los ruralistas ya dijeron que no quieren más reuniones (ni comisiones, aseguró Murga, haciendo referencia a la frase del principio), sino resultados.

El abigeato, o cuatrerismo como se lo conoce vulgarmente, mueve millones de pesos en el país. El Código Penal tipifica algunos delitos considerados agrarios. El abigeato está dentro de los delitos contra la propiedad y tiene agravantes propios. Detrás de este negocio hay organizaciones mafiosas y debería comenzar a sopesarse la posibilidad de que se transforme en un delito federal. Son cada vez más los animales que son robados en una provincia, pero trasladados y faenados en otra. Eso además puede derivar en delitos contra la salud ya que se termina vendiendo la carne sin ningún tipo de control sanitario. Las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) denunciaron un “incremento de los hechos de inseguridad rural, principalmente abigeato y vandalismo, con una velocidad de expansión que hasta el momento supera la velocidad de respuesta de las autoridades”.

Tiene razón Jaldo en afirmar que en Tucumán nadie puede tener “coronita” a la hora de recibir respuesta ante pedidos puntuales. Pero sabe el gobernador que la inseguridad no ataca a un solo sector. La provincia está siendo víctima de una ola delictiva a la que hasta aquí no se pudo surfear. Y el modo de combatirla no puede ser el mismo en todos los ámbitos. Para peor, hasta hace una década, la Justicia tenía una fiscalía destinada a los robos en sectores rurales, sobre todo el cuatrerismo. Pero con la nueva diagramación de las oficinas del fuero penal, esta desapareció. Y la Policía sólo tiene una División de Delitos Rurales, dentro de una Dirección mayor que es la de Delitos Complejos. Es decir, así como se precisan estructuras para combatir la mayoría de los delitos (el narcotráfico, los ataques informáticos, los arrebatadores, los escruchantes y los asaltantes), debería haber mayor organización para enfrentar el delito rural que, tarde o temprano, repercute en la cadena de producción. Si no, parafraseando a Atahualpa Yupanqui, las vaquitas serán cada vez más ajenas.

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