La historia de Alfredo: “Era su actitud lo que les posibilitaba a esas ‘medias manos’ transformarse en manos gigantes y hábiles"
El cirujano José Urpi, que junto a su equipo reimplantó los brazos de Alfredo Flores después del accidente que sufrió, cuenta su experiencia con este paciente que desde el primer instante quiso recuperarse.
El caso del catamarqueño Alfredo Flores, a quien le reimplantaron los brazos luego de haberlos perdido en un accidente, ha sido una experiencia singular para el traumatólogo José Urpi, especialista en cirugía y en microcirugía de mano, que encabezó el equipo que atendió a Flores en su emergencia de mayo de 2011. Urpi, que valora la función de las manos “como un puente entre el mundo interior y el exterior”, dice que desde el primer momento le llamó la atención la actitud de Flores de buscar constantemente la superación, lo cual le ha dado una evolución sorprendente a lo largo de estos 10 años transcurridos desde el accidente.
-¿Qué impresión le ha quedado del caso de Alfredo?
- Más que impresión, es qué enseñanza ha quedado, ya que todavía lo sigo tratando. Lo que a mí me ha sorprendido, ya en las primeras horas, fue su actitud. Que él ponga su notebook y que, con lo que podía de sus dedos, escribiera, aunque no los sentía... En ese momento vi que era una persona distinta, que no estaba encerrada en su dolor sino estaba más allá de eso. En ese momento ya estaba superándose. Entonces pensé “con él soy capaz de hacerlo ir hasta el fin del mundo, porque sé que va a responder”. Yo soy de explorar los límites; lo hago todo el tiempo; esa es mi actitud, y él y yo nos hemos jugado al límite… porque todo me parecía que se había cumplido bien, teníamos todas las condiciones para arriesgarnos. Apenas se había despertado tenía esa actitud, no la de un enfermo que estaba sufriendo… no, él ya estaba tratando de hacer cosas. De hecho, salí de la habitación ese día y me fui a habñar con uno de mis hermanos que tiene una casa de ortopedia; le dije: “Tenés que hacer una férula así o asá para que pueda bajarle el dedo y los otros queden ahí y para que él pueda escribir”. Mi plan en ese momento fue: “tengo que darle herramientas para que esto, que está surgiendo en él, explote. Para que no se quede en comprender y entender el horror que se le venía encima, sino en que lo use; darle todas las herramientas para que él se pueda sostener y rescatarse a sí mismo”.
- ¿Cómo evolucionó en estos 10 años?
- Yo notaba que cuando él venía, siempre lo hacía con novedad o me mandaba fotos con el WhatsApp. “Mire –decía-, como no podía hacer tal cosa, no me podía atar los cordones, hice un aparato así”. -“A ver, traeme el aparatito, traeme el aparatito”, le respondía yo. Y después lo iba entusiasmando; le dije: “sabés que con toda esta habilidad que tenés, vos deberías poner una casa después para ayudar a gente discapacitada, para vos hacerles las cosas. Vos que has entendido, vos que eras tan habilidoso manualmente y has entendido lo que significa perder las manos, tenés la posibilidad de hacer esto. Tenemos que hacer esto. –“Sí, sí, doctor decía”. Después, buscando motivarlo para que tenga una vara alta, para que él apunte hacia eso, le sugerí escribir un libro, escribir todo lo que fuera pensando, sintiendo. Ahí empezó a escribir y a guardar, a guardar, a guardar. Y después puse énfasis en motivarlo con todas las cosas que hacía, porque uno dice: ¿qué puede hacer él? Prenderse los botones no puede; no tiene control de los botones. Pero él se puso un cordoncito en el cierre, entonces con un dedito lo enganchaba y lo bajaba, por decir cosas así, muy personales y muy simples. Después se armó un aparatito para meter un lápiz y así poder escribir, para usar los tenedores...
- ¿Qué nos dice esto de la capacidad de reconstrucción del cuerpo una vez que se ha roto algo, se ha cortado, se ha perdido y se lo reconstruye?
-Plasticidad neuronal. Con él me di cuenta, sobre todo. Entendí el concepto de plasticidad neuronal, me di cuenta de qué plasticidad puede desarrollar nuestra mente. Las manos son el puente entre el mundo interior y el exterior, porque lo que yo pienso, imagino o visualizo lo traslado y hago con las herramientas. Con mis manos hago y modifico el mundo; pero mis manos se hicieron por la necesidad de hacer. ¿Se me entiende? Por eso la enervación, la sensibilidad es como es, la movilidad… La función hace al órgano. En él lo vi. Porque las manos que yo le devolví no eran las mismas manos perfectamente tal como se las ha creado Dios. Eran manos con diferente movimiento, con diferente sensibilidad, con diferentes posibilidades, pero sin embargo su capacidad de querer hacer le permite hacer con esas manos lo que harías vos con tus manos más perfectas funcionalmente que las de él. Porque era su actitud la que modificaba lo otro, lo que posibilitaba a esas “medias manos” transformarse en manos gigantes y hábiles. Si vieras los videos cuando él está haciendo la reja de su casa, él solo, cómo agarra la amoladora, el soldador, cómo se maneja con el aire acondicionado para montarlo; es increíble. ¿Y por qué? Porque él quiere. Quiere hacer eso.










