Alfredo perdió y recuperó los brazos y enfrenta todo como un desafío

El catamarqueño Alfredo Flores es técnico industrial y sufrió un accidente con una máquina hace 10 años. le reimplantaron los miembros superiores y desde entonces lucha cada día por mejorar su desempeño.

HOY Y AYER. Flores desarrolla sus actividades laborales y hogareñas sin problemas, si bien ha tenido que hacer adaptaciones. En la foto superior derecha, aparece en los tiempos inmediatos al accidente. Abajo, con el cirujano José Urpi, quien le reimplantó los brazos. HOY Y AYER. Flores desarrolla sus actividades laborales y hogareñas sin problemas, si bien ha tenido que hacer adaptaciones. En la foto superior derecha, aparece en los tiempos inmediatos al accidente. Abajo, con el cirujano José Urpi, quien le reimplantó los brazos.
Roberto Delgado
Por Roberto Delgado 21 Febrero 2022

Alfredo Flores es un canto a la resiliencia. Desde hace 10 años, cuando una máquina le cortó los miembros superiores y se los reimplantaron, cada día avanza más en sus esfuerzos por hacer todas sus tareas laborales y hogareñas y hasta pasatiempos como tocar la guitarra o andar en bicicleta. Se accidentó en Catamarca el 24 de mayo de 2011, y en un veloz operativo, fue traído al Sanatorio del Norte de la capital tucumana. Dos equipos médicos, que dirige el doctor José Urpi, estaban esperándolo en el quirófano. En una intervención quirúrgica que demandó 10 horas, le reimplantaron los dos miembros. En 2014, Alfredo le contó a la periodista de LA GACETA María Ester Véliz lo ocurrido: “Soy técnico electromecánico especializado en electricidad: me encargo de la automatización, de la programación, de la parte lógica de la máquina (la electricidad mezclada con la neumática y la hidráulica). Mientras intentaba reparar una enfardadora de algodón en mi trabajo, inexplicablemente la máquina comenzó a funcionar. Me aprisionó los dos brazos, me arrancó primero la mano izquierda y me cortó luego el brazo derecho (a la altura del antebrazo). Aún recuerdo el crujir de mis huesos al quebrarse, el dolor del desgarro y el miedo a morirme desangrado y a dejar a mis tres hijos sin padre...”. En ese momento, Alfredo pudo pedir ayuda a sus compañeros y decirles que apagaran la máquina, que le hicieran torniquetes, recuperaran sus brazos y llamaran una ambulancia...

En estos días, Alfredo, de 39 años, estuvo por Tucumán, a una década del accidente. Lleva una vida independiente, trabaja, cría sus tres hijos, avanza hacia el futuro.

-¿Cuánto tiempo pasó desde el accidente hasta que viste que podías hacer algún tipo de movimiento?

-Apenas fue el accidente me trasladan de Catamarca a Tucumán. Me despierto ya con unas lámparas de calor en cada brazo, todo vendado, reimplantadas las manos y los brazos.

- ¿Ya tenías conciencia de lo que te había pasado?

-Claro, claro; sí, incluso cuando me pasó yo la mano derecha la tenía agarrada en la máquina. Ya me había cortado la izquierda y la mano derecha tiraba. No la podía sacar y se hundía más la mano. Decidí poner los pies en la máquina y cuando escuché que se cortaban los huesos ahí tiré fuerte para atrás con todo el cuerpo y me lo arranqué, por que si no la máquina me podía seguir metiendo adentro.

-¿Qué máquina era?

- Una prensa hidráulica. Y ahí donde meto la mano hay un acrílico rectangular que tiene en la esquina un micro de seguridad. Uno levanta la tapa, hace los ajustes, cierra la tapa y sigue andando la máquina. Bueno, yo levanté la tapa y se estaban haciendo los ajustes y se prendió. El micro de seguridad no funcionó. Una falla de la máquina y me atrapa la mano.

EL REIMPLANTE. Los dibujos a mano alzada del doctor Urpi mostraron con precisión el lugar donde fueron los cortes en el accidente. EL REIMPLANTE. Los dibujos a mano alzada del doctor Urpi mostraron con precisión el lugar donde fueron los cortes en el accidente.

Y bueno después de despertarme en el sanatorio, claro, a los dos días estaba contento porque veía que tenía mis manos. Y sentía lo que pasaba. Además, ya tenía una notebook para comunicarme a los dos días, y con el dedo mayor, el más largo, apretaba las teclas de la computadora para comunicarme con amigos y con la familia en Catamarca.

-Lo podías mover?

-Lo colgaba.

-¿Sentías?

-No. Tenía que ver lo que hacía porque tenía cero sensibilidad en la mano y el brazo. De esa forma me comunicaba. Después el doctor me hizo hacer una férula con una lámina de aluminio por debajo de los dedos entonces yo podía doblar el dedo y quedaba fijo con la lámina. Y eso lo volvía a enderezar al dedo era como un guante con una lámina de aluminio; eso me sirvió un poco para manejarme mejor con la computadora. Después estuve dos meses acá.

Siempre buscaba cómo hacer para tomar la sopa, hacía ejercicios por toda la cama, me ponía ansioso todo el tiempo. Después cuando salí de acá estuve cinco días en un hotel. Dormí tres horas en cinco días. Era la abstinencia que tenía por la medicación, sobre todo la morfina, es muy peligrosa, genera mucha adicción, uno no se da cuenta y cuando uno tiene que dejarla te cuesta un poco. Fue de golpe que la dejé. Y me mantenía despierto.

Alfredo perdió y recuperó los brazos y enfrenta todo como un desafío

Viajé a Catamarca y ahí comencé kinesiología y terapia ocupacional. Tenía todo adaptado. Por ejemplo con un elástico me ataba las zapatillas; todo con elástico. Tenía un chaleco de abrigo que rompí y al costado le puse un cierre. A la funda del celular le hice un abrojo y un elástico con brazalete, le pegaba el tirón ahí. Y con un dedo tecleaba. Cuando estaba en el bolsillo no lo podía sacar, lo mismo que la billetera, que le puse un cuentaganado. Siempre la billetera abierta, una de las puntas abierta para sacar el billete. Tengo todo adaptado.

- ¿Todo eso hiciste en el primer año?

- En los primeros años la evolución fue muy rápida; después, más lenta, pero nunca dejé de evolucionar. Después, cuando recuperé la sensibilidad, primero sentía como electricidad, hormigueo, algo muy, muy confuso. Ya con la sensibilidad podía hacer mucho más. Podía usar herramientas, trabajar en electricidad.

-¿Volviste a trabajar?

- Sí, soy técnico industrial. Volví a trabajar. Yo trabajaba en una fábrica; tuve el accidente, me jubilé y quedé ya independiente. Llamé a unos colegas, les indicaba qué hacer... nunca dejé de trabajar, me involucré más y más y hay muchas cosas que las puedo hacer prácticamente solo y otras que necesito ayuda… algunas cositas más finas.

- Hacer esfuerzos con los brazos no se puede, ¿no?

-Sí sí, yo levanto aires acondicionados al hombro. Todo normal.

-¿Subir escaleras?

- Sin problemas. Hago todo lo que hace una persona normal, pero me demoro más tiempo. Cocino, lavo, plancho, hago de todo; lo que sea hago, pero me demoro más tiempo. No tengo problema, puedo llevar una vida independiente.

Alfredo perdió y recuperó los brazos y enfrenta todo como un desafío

-¿Qué significan ahora tus brazos para vos?

- No se me ocurre describirlos… Son herramientas fundamentales. Hay muchas cosas que se pueden hacer con el cuerpo, pero son herramientas fundamentales para lo sensitivo, para realizar cosas, tareas muy finas, para desempeñarse independientemente en la vida.

- Volviste a tocar la guitarra…

- Volví a tocar un tema, “Té para tres”, de Soda Stereo. Eso lo hacía antes. Ahora no toco pero me di el gusto de hacerlo.

-¿Cómo es la escritura ahora?

- Ahora escribo con las dos manos. Puedo escribir números, letras, símbolos, todo. Antes escribía con la derecha.


-¿Es por el aprendizaje que tuviste que hacer con las dos manos?

- El brazo derecho lo tenía más dañado. Entonces, la izquierda se fue recuperando más rápido. Con la izquierda comencé a adaptar todo, también la escritura. Y todo era acompañado por la derecha. Después cuando la derecha se recuperó un poco más y tuvo más sensibilidad, ya pude escribir como antes.

- Te has vuelto ambidiestro...

- Sí, en algunas cosas. Ja, ja. Incluso en la actualidad uso más la izquierda, que la tengo más recuperada que la derecha.

- ¿Hay algunos desafíos que te ponés en cosas que pensás que deberías hacer?

- Sí, muchas cosas. Por ejemplo volver a trabajar y la forma de volver. Compré herramientas como taladro de mano, taladro eléctrico, herramientas con mango más largo… tener todo adaptado, eso ha sido un objetivo. La billetera la tengo con un llavero -antes la tenía como cuentaganado-. Al celular no podía sacarlo del bolsillo, ahora sí. Me acostumbré a tener la billetera con un llavero aunque no me hace falta. Lo mismo con el celular, lo puedo sacar. Puedo usar cinco botones; lo único que me cuesta es el botón de la camisa porque me demoro mucho en prendérmelo. Tengo una adaptación para eso. Para las zapatillas antes tenía un adaptador, un calzador que tenía adaptado con alargue de aluminio hasta arriba pero ahora ya no lo necesito.

- ¿Prácticamente hacés todo solo?

- En el trabajo, sí; en lo cotidiano, en la casa, no, pero por supuesto que si es que estoy con alguien sí me colabora pero las cosas las puedo hacer solo. Soldar… soldé las rejas de casa.

-¿Has pensado en cambiar de trabajo?

- No gracias a Dios. Sí por momentos pensé hacer charlas motivacionales. Las he hecho sin cobrar. Yo no sentía que tenía que cobrar por eso. Pero sí, en un afán de acomodar mi economía he vuelto a trabajar en lo mío. Como me hablaban, yo indicaba y daba soluciones; bueno comencé a trabajar en eso de nuevo.

Ahora hago trabajos de electricidad con una miniempresita que está levantando vuelo, que se cayó en la pandemia. Contratamos gente cuando hace falta y a veces no. Compré un taxi.

- ¿Manejás auto, moto, bicicleta?

- La moto no, no me gusta, no me llama la atención; la bicicleta sí. Pero tengo un brazo más corto que otro, entonces el manubrio lo tengo que poner en diagonal para poder ir recto. Igual cuando fue la primera vez que anduve lo hice en un playón de estacionamiento en línea recta. Pero después cuando me metí en la montaña ya fue más… ja ja. En un momento cuando iba de bajada parece que mi inconsciente me dijo “voy cruzado” y quise enderezarme y al enderedar el manubrio giré la rueda y ahí me pasé. En un momento perdí la noción de lo que estaba haciendo.

- ¿Tenés sensación de fragilidad con los brazos?

- No. Le doy con todo, sin miedos.

- ¿Te inquieta que la gente te mire?

- Al principio me tenían que dar de comer en la boca, cuando estaba en el sanatorio; no pasaba nada. Me tenían que cortar, y yo después tenía adaptaciones para eso. Las fui sacando para mi manejo. A veces me demoro en cortar la carne. Igual ya me manejo tranquilo; en caso de no salir con la adaptación puedo pedir una comida que no necesite cortarse. Cuando iba a un restorán y me tenían que cortar al principio me sentía incómodo y me dije “no, si me pongo así no voy a comer nada”. No me importó. A veces iba a algún lado, decía “huy, me olvidé las adaptaciones de los cubiertos”. Y me hacía el distraído para comer ja, ja, ja. Comía alguna cosita, una ensalada o trataba de compartir el asado. Me pasó un par de veces; por supuesto mis amigos venían y me cortaban todo.

Y ahora no necesito; voy tranquilo a cualquier lado. Igual tengo mi cuchillo y mi tenedor con los que me siento más cómodo. Tienen mangos más gruesos, de madera, cuchillos de artesanos.

- ¿Hacés deportes, jugás a la pelota?

- Sí, juego al fútbol; no con frecuencia porque trabajo mucho. También voy a la pileta. Al principio, cuando no tenía sensibilidad, estaba en rehabilitación y movía los brazos; sentía hasta hasta arriba del antebrazo; lo veía pero no lo sentía. Cuando nadaba, en el afán de sentir, nadaba, me cruzaba para la derecha. Entonces concentraba en el hombro lo que sentía, y con la sensibilidad de esta parte me podía guiar para ir derecho; si no, me cruzaba.

Uno no se da cuenta porque es algo normal. Pero yo le decía al profe: “ustedes necesitan la mano para nadar y guiarse en el agua. Bueno como yo no siento no puedo ahora me guío por esta parte (el hombro)”.

- Encontrás el camino para usar los brazos...

Uno no se da cuenta; es como que todo me parecía un reto, lo encontraba interesante. En vez de producirme tristeza o depresión, yo lo encontraba como un reto y trataba de entenderlo, con un pensamiento más resiliente.

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