TÉCNICA ESPECIAL. Las plantas no requieren macetas y, después de su preparación, lucen como pequeñas o medianas esferas que las sostienen.
Además de considerarse un pasatiempo, a su manera, la jardinería nos lleva a aprender un poco sobre otros territorios y culturas. Por ejemplo, con la tradición de los tulipanes, el lenguaje simbólico de las flores o algunas alternativas milenarias que permiten darle una nueva estética a nuestro hogar.
En la última categoría aparece la kokedama: una técnica asiática en la cual las plantas no requieren macetas y lucen como pequeñas o medianas esferas.
“El surgimiento de esta idea -hace alrededor de 500 años- se le atribuye a los estratos sociales más bajos de Japón. Sin embargo, hoy su popularidad es internacional y resulta un método práctico para quienes desean priorizar a la naturaleza, su belleza y procesos, pero viven en espacios reducidos”, explica la florista Guillermina Lopatin.
Aunque por sus raíces entrelazadas y geometría quizás sintamos que implica un trabajo laborioso, este ornamento eco es bastante sencillo de elaborar (o sea, apto para torpes o asesinos seriales de plantas).
Si todavía no te convence, hay un detalle extra a nuestro favor. “El clima de Tucumán colabora porque por su estructura dichos arreglos son fanáticos de la humedad”, señala.
La única advertencia radica en mantenerlos siempre a la sombra (de ahí que se empleen para interiores), sin nada de sol directo.
TODO LISTO. La tierra, la planta, el musgo, los hilos y la tijera.
Entre las especies más aptas para su cultivo aparecen las crasas, las arecas, las azaleas, la lengua de suegra, los helechos, el bambú de la suerte y kalanchoe. “Resultan preferibles las plantas rústicas, de raíces finas y tamaño pequeño. También van bien las cintas, las begonias, las hiedras, algunas suculentas, el ficus o una hermosa cuna de Moisés”, detalla.
Materiales
La clave para iniciarse en las kokedamas está en la tierra. La mezcla perfecta debe usarse húmeda (no mojada) y contener 70 % de sustrato, 15 % de turba y 15 % de arcilla natural para que sea posible la retención de nutrientes.
Durante el armado otro insumo esencial es el musgo tucumano. “En caso de querer economizar o crear muchas ‘macetas orgánicas’ podemos reproducirlo en casa. Para eso necesitamos comprar una porción pequeña de musgo en cualquier vivero y procesarla (en una licuadora o minipimer) junto a partes iguales de agua y leche. Después, hay que pincelar un área de tierra, ladrillo o árbol con el líquido obtenido”, explica la diseñadora floral Eliana López.
PROCEDIMIENTO SENCILLO. Con la tierra se forma un “bollito”.
Los resultados recién se verán dentro de tres semanas.
La lista de materiales requeridos se completan con algunos metros de hilo de algodón, cordón, piolín o cuerda de yute.
Proceso
Una vez organizada la mise en place jardinera, el primer paso es tomar una porción del preparado de tierra y formar un bollito. Luego hay que aplanarlo y sumar más sustrato hasta obtener una capa gruesa de sustrato (aproximadamente de 10 centímetros de grosor y con una superficie mayor a la base de la planta).
Lo siguiente es retirar la especie de la maceta (con su pan de tierra intacto) y traspasarla al centro de este círculo. Ahora llegó la instancia de las manualidades: con nuestras manos debemos integrar todo, agregar -de a poco- nueva tierra y modelar una esfera.
COLGANTE. No se desarma, pero hay que mantenerlas a la sombra.
Cuando la silueta esté en condiciones queda forrar la kokedama con musgo. Al tratarse de un ingrediente natural quizás tengamos que sacarle algunos restos de hojas y palitos. Tras la limpieza, se recomienda desmenuzarlo.
Hay que cubrir por completo la tierra con el musgo y ejercer presión sobre la superficie. Este logrará pegarse gracias a que el sustrato yace mojado.
“Ahora queda compactar aún más la bola y proceder a coserla para evitar su desintegración. Un error frecuente entre los principiantes es convertir la kokedama en un ovillo de lana. Los cruces de hilo deben estar espaciados y contemplar huecos que le brinden oxigenación a la planta”, aclara López.
Para finalizar, la prueba de fuego es sumergir nuestra planta en un balde con agua. “En segundos veremos como el aire acumulado dentro de la bola desaparece y la base libera burbujas. Cuando desaparezcan escurrimos el exceso de líquido y dejamos que se seque por su cuenta”, agrega Lopatin.








