

El 31 de enero de 1813 se reunió en Buenos Aires la Asamblea General Constituyente. Esta no declaró la independencia ni dio una constitución pero sí aprobó cambios políticos y sociales importantes. En Tucumán, la convocatoria previa tuvo gran trascendencia y el pueblo hizo demostraciones de alegría, aclamando a la Asamblea, a lo que siguió repique de campanas y salvas de artillería. Al día siguiente hubo una misa para dar gracias.
En 1813 se vivían momentos difíciles en el norte argentino. Hombres de Jujuy y de Salta dejaban su tierra ante el avance realista y compartían con los tucumanos el optimismo derivado de la victoria de Belgrano en septiembre de 1812. En ese ambiente el teniente de gobernador Esteban Gascón suscribió las instrucciones que la diputación tucumana debía llevar a la Asamblea. Los diputados electos por Tucumán fueron Nicolás Valerio Laguna, abogado e “instruído” en cuestiones de Derecho y el teniente coronel Juan Ramón Balcarce, militar del Ejército del Norte, quienes llevaban instrucciones muy interesantes.
La reunión de la Asamblea configuraba un nuevo contexto en el que se expresarían los dilemas de la representación y autonomía. Esta debía administrar la soberanía de las Provincias Unidas por medio de sus diputados representantes, sin que apareciera el nombre de Fernando VII. Por entonces la idea de federalismo, imprecisa y brumosa, había ganado adherentes en todas las provincias. Los primeros federales sólo encerraban en este pensamiento la aspiración a liberarse del centralismo de Buenos Aires; pero el federalismo había echado raíces en Tucumán. Apenas elegido, Laguna solicitó al Cabildo: “la aprobación de las presentes elecciones, por medio de oficios a los curas, del inmenso número de nuestros hermanos residentes en esta jurisdicción”. La incorporación de la campaña en las experiencias políticas del nuevo orden revolucionario fue una aspiración de Laguna desde el establecimiento de la Primera Junta. Este texto fue visto en la historiografía tradicional como una manifestación de ideas federales, sin embargo en la reciente historiografía nacional se lo considera expresión del “dilema de la soberanía”, es decir de la contraposición entre la vocación soberana de los pueblos y los intentos centralizadores en nombre de una nación liderada por los porteños.
El pedido de Laguna fue satisfecho con comunicaciones dirigidas a las villas, pueblos y lugares del interior de la provincia y los vecinos expresaron su unánime parecer y conformidad. Laguna llegó a Buenos Aires y de acuerdo a las instrucciones, debía sostener el régimen federativo en la Asamblea según los lineamientos de la Constitución de EEUU. Escribía: “La he visto y la tengo a mano, no daré lugar sino a la Confederación”. Además, se les ordenaba expresa negativa a la declaración de la Independencia, por considerarla prematura.
Para Alberto G. Padilla las pautas tucumanas quedaron desplazadas por las instrucciones que trajeron los diputados de la Banda Oriental (independencia y constitución); pero estas no contenían una idea con esa fuerza bienhechora que expresaban las de Tucumán. Estas últimas conducían a explicar que el federalismo requería la coexistencia de autoridades nacionales para alcanzar los grandes fines de interés común, con autoridades de cada provincia, elegidas por sus habitantes.
Mientras la Asamblea deliberaba Laguna redactó su propio proyecto (Busaniche lo encontró posteriormente) y explicó lo que era confederación. El mismo contenía una entremezclada traducción de los artículos confederativos y de los contenidos de la Constitución de Filadelfia. Al sancionarse el decreto por el cual los diputados de las provincias lo eran de “la Nación en general” Laguna aclaró el significado de Provincias Unidas, para el unión era el contacto de partes distintas y separadas, no unanimidad, y en política se demostraba por la federación de EEUU.
Nuestro diputado tuvo una actuación destacada, fue elegido dos veces vicepresidente y en 1815, presidente. El Director Posadas no guardaba especial simpatía hacia el tucumano. Quiso retratarlo con una frase sarcástica: “Nicolás Laguna, licenciado en metafísica y de consecuencias ininteligibles”. Atribuía a Laguna y a Artigas ideas de autonomía inconvenientes. La intransigencia de Laguna, “docto” pero difícil, le ocasionó graves disgustos y amenazas. Finalmente Laguna presentó su renuncia y volvió a Tucumán donde fue dos veces gobernador.
La Asamblea se disolvió en 1815. El Congreso de Tucumán continuaría con sus objetivos.







