No se deben descuidar las obras hídricas

No se deben descuidar las obras hídricas

Las tormentas que provocaron los desbordes de los ríos San María, Medinas y Chirimayo nos avisan que es tiempo de tormentas. Un viejo problema del verano tucumano que se agudiza como consecuencia del cambio climático. Las inundaciones. Un clásico de Tucumán, en especial en el sur de la provincia, que se agrava porque cada vez requiere más inversión en infraestructura por parte del Estado. El clima está cambiando y la naturaleza sólo actúa en consecuencia con lo que nosotros mismos hemos provocado con el desmonte, las construcciones sin previsión alguna, el desvío de los ríos a conveniencia de unos pocos, la tala de árboles y un sinfín de causales que ya todos conocemos.

Por todo este daño que le hemos causado al ecosistema, las lluvias serán cada vez más violentas y necesitaremos que se las tengan en cuenta en los presupuestos anuales. La obra pública para mantener el cauce de los ríos debe ser permanente, así como la reparación de puentes y el mejoramiento de la infraestructura hídrica en general. No se puede esperar a que comience el período de lluvias para comenzar a pensar en qué hacer para proteger a las poblaciones de la inundaciones.

Hasta el domingo pasado solo habíamos padecido calor, hasta que apareció la primera lluvia recordándonos cuánto destrozo puede causar en unas pocas horas. Entre la noche del sábado y la madrugada del domingo las tormentas provocaron desastres en el sur de la provincia. Pero por suerte nada comparado a los temporales que se vivieron en diciembre de 2020. Más razón todavía para no relajarse sino, por el contrario, apresurarse a terminar todas las obras hídricas que hacen falta.

Por lo visto el Gobierno no había advertido como necesario o, al menos, urgente trabajar sobre la cuenca del río Santa María. Las consecuencias las vimos este domingo. “Hay riesgos de que perdamos nuestras casas”, decía un vecino de Amaicha del Valle, un lugar donde no suele llover demasiado, pero el fin de semana pasado sufrió un fuerte temporal. El vecino vive al lado de un camino que se derrumbó por la crecida del río Santa María.

“Corro riesgo de perder mi hogar. Hemos quedado aislados junto a otros vecinos”, cuenta con desesperación el entrevistado en una nota publicada ayer en LG Play. Pero no era algo que a él lo sorprendiera, ya se veía venir cada año esta situación. No era la primera vez que llovía tanto, pero cada año el río salía de su cauce natural y bordeaba el camino hasta que este año se lo llevó. Un poste de luz quedó a metros del río, si vuelve a crecer el río dejará en tinieblas a todo el vecindario.

“Le pido a las autoridades que me den una solución, que reencaucen el río, que no me desamparen”, imploraba el hombre que dice que tiene todo el esfuerzo de su vida puesto en su casa que ahora corre riesgo de ser devorada por el río.

El lunes ocurrió lo de siempre. Luego de los desastres, las autoridades visitaron a los damnificados para darle consuelo, quizás algunos colchones y chapas. Pero esa no debe ser la respuesta. La reacción debe ser un plan de infraestructura que en realidad debe presentarse antes de que ocurran los hechos desgraciados.

Las tormentas del fin de semana provocaron serios daños a los pobladores de El Bañado, inundó la Ruta Nacional 40, a la altura de ese pueblo, al sur de Colalao del Valle, y cinco familias debieron ser asistidas por el Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia y la comuna rural de Colalao del Valle. También sufrieron crecidas el río Medina, más precisamente a la altura de Los Arrieta en el departamento de Simoca y la Ruta Nacional 65, en el kilómetro 18, a la altura de Alpachiri, por un derrumbe más adelante, en el kilómetro 35.

Tucumán tiene muchos ríos y es la provincia más pequeña del país, necesita de una atención permanente, con el apoyo de la obra pública. Es lo único que puede detener las consecuencias del desequilibrio de la naturaleza.

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