Tramperos y entrampados

El hombre es el único ser que pone su propia trampa, coloca el anzuelo y luego camina en el.

La discusión por el anteproyecto de estatización del transporte público de pasajeros gira en torno a los recursos que deberá destinar el Estado, pero en el fondo se vislumbra un ida y vuelta de necesidades electorales. En el año en el que no habrá comicios, el futuro de esa propuesta de Fernando Juri depende de ello. En la Casa de Gobierno, en la Legislatura, en el Concejo Deliberante y en la Municipalidad de San Miguel de Tucumán reflexionan lo mismo: es muy poco probable que la iniciativa Juri sea aprobada en la Legislatura. Al menos tal como está.

El dinero público a desembolsar para estatizar el transporte público es un tema de peso, pero analizando algunos números de quienes están a favor de esa idea no lo es tanto. El monto total a destinar rondaría los $ 860 millones al mes. Sin embargo, calculan los que avalan el proyecto, por el corte de boleto se recaudarían unos $ 500 millones. A eso habría que sumarle los $ 290 millones que manda la Nación y los $ 130 millones que ya aporta la Provincia. Si los cálculos son esos, hasta “sobraría” plata…

Los números no están finos y el propio presidente del Concejo Deliberante admitió que había que actualizar las cifras y recalcular los costos, pero está claro que una sombra sin el signo peso oscurece el debate. En sucesivas notas, entrevistas e informes, LA GACETA escuchó las voces de todos los sectores involucrados en el transporte público. Incluso, en el programa “Panorama Tucumano”, los protagonistas debatieron frente a frente y acordaron algunas cuestiones. Una de ellas era que había que reformular todo el sistema. Otra, que la estatización no era una mala idea. ¿Qué pasó ahora? Que el año que viene se elige gobernador y que eso entrampa a todos.

En el epílogo de 2021, Juri había anunciado que tenía el aval de Osvaldo Jaldo para avanzar con su proyecto durante este mes. Fue uno de sus anuncios para 2022. Ahora moderó las palabras respecto de ese apoyo y el gobernador también se muestra cauto. De mera casualidad, en medio de ese viraje, Germán Alfaro y toda su troupe salieron a defenestrar la iniciativa. Todo azaroso.

En el seno del Concejo Deliberante advierten que existirían lazos amigables entre el intendente y el gobernador. O al menos la intención de evitar agresiones o iniciativas que puedan lesionar a uno u a otro. Están quienes añaden que ambos dialogan cada tanto con un sigilo que tiene una finalidad específica: no molestar a Juan Manzur. Tanto Jaldo como Alfaro pueden trastabillar en sus proyectos a futuro si el ahogo financiero los alcanza. Ninguno quiere que los tape el agua.

El intendente muestra sus dotes de bailarín, en medio del bullicio político. Tira un paso hacia la UCR local, otro al larretismo nacional y ensaya un quiebre de cintura con el oficialismo provincial. Baila pero calla, con la convicción de que debe estar atento para no “pisar el palito” y terminar enganchado con algún sector que desdibuje sus pretensiones de ocupar un lugar en la dupla de candidatos a gobernar Tucumán en 2023. En alguna lista “salible”, vaya uno a saber cuál.

Jaldo también camina firme, pero tantea los pasos para no pisar en falso. Cuida cada peso que llega a las arcas provinciales ante la posibilidad de que necesite cubrir alguna urgencia o faltante que desestabilice su gestión. ¿Es probable? Poco, pero no imposible.

Desparramar recursos para, por ejemplo, la estatización del servicio o incrementos salariales exorbitantes lo ponen en situación de riesgo. Si cae en esa trampa, apenas una media vuelta de cierre al grifo de recursos nacionales lo puede secar. Una plaza colmada de manifestantes o huelgas recurrentes pueden ser pretextos ideales para que el manzurismo levante cabeza. Con el propio Manzur fuera de juego para la gobernación, puede esgrimir que durante el interinato Jaldo fracasó y que ello lo habilita a ungir a un sucesor de su riñón. De ahí la extrema cautela del tranqueño en cada movimiento.

La cuestión es hasta cuándo y cómo ambos equilibristas podrán mantenerse en pie en esa delgada línea que los sostiene.

Piloto automático

¿Y los radicales? Por el momento se mueven entre la envalentodana de Gerardo Morales para disputarle el liderazgo al macrismo-larretismo a nivel nacional y la tranquilidad que les dio el resultado electoral de Roberto Sánchez el año pasado.

Lo que dijeron las urnas y lo que dicen las encuestas les permiten pasar el verano en una suerte de piloto automático. Sánchez se acomoda en el Congreso de la Nación con el desfile de dirigentes que se acercan y que le reconocen el liderazgo, con la convicción de que el 2023 tiene su nombre en las marquesinas de la Casa de Gobierno. Su inseparable aliado Mariano Campero se tomó un respiro con aroma a mar y a su regreso comenzará a agitar la ola del campeón de rally.

El intendente de Yerba Buena se sabe con tiempo para disputar por el cargo mayor y estaría dispuesto a resignar ambiciones para que Sánchez alcance el sillón de Lucas Córdoba. Todos deben dar un paso previo, relevante para los boina blanca, pero de poca importancia para los votantes en general: hay que elegir al presidente de la UCR. En esa carrera se anotan un par de intendentes, otro par de dirigentes históricos y hasta algunos radicales muy cercanos a Alfaro. Varios creen que puede ser el trampolín que los coloque en la casilla del medio para definir candidaturas. Los ojos de los radicales están posados sobre San Miguel de Tucumán, pero ese será otro cantar. No hay Alfaro sin Sánchez ni Sánchez sin Alfaro. Hasta aquí, hoy, serán ellos los que tallarán en las negociaciones por las tres candidaturas más importantes de la provincia: la gobernación, la vicegobernación y la intendencia de la capital.

Hagan juego señores. Los demás esperan el colectivo.

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