Suiseki, contemplar la naturaleza en pequeña escala

Suiseki, contemplar la naturaleza en pequeña escala

Existen piedras con una belleza rústica especial, moldeadas con el devenir de los años. Conocé en qué consiste esta disciplina asiática y su historia.

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Con su prestigio a cuestas, la mayoría de cuadros célebres son exhibidos en los museos; entre filas y filas de marcos que nos habilitan a una inspiración casi fabril. Si el arte puede enlazarnos con la vida, entonces, qué mejor artista existe que la propia Madre Tierra.

En esta reflexión se enraíza el suiseki: una disciplina dedicada a la apreciación de piedras que simulan paisajes en miniatura.

Bajo el formato de pequeñas esculturas, en nuestras manos pueden caber montañas, valles o hasta el páramo más desolado del otro lado del hemisferio.

“Su característica principal es que hablamos de piedras que fueron moldeadas integralmente por elementos o fenómenos de la naturaleza (el frío, el calor, las corrientes de agua, la erosión por el viento...); sin ninguna injerencia humana durante el proceso”, explica Alejandro Bonardi, quien comulga con esta filosofía desde hace 14 años.

En ese sentido, nuestra aparición arranca recién mediante la contemplación de su belleza. “Al hallarlas, dichas piedras son consideradas un trofeo o regalo. La interacción de las personas pasa por buscarles una forma. Para que se considere suiseki, al ver las siluetas, a través del poder de la sugestión, debe aparecer en la mente una imagen. Algún parecido que nos remonte a la realidad y sus escenarios”, aclara.

Para entenderlo mejor vale regresar a nuestra infancia y recordar las tardes que pasábamos intentando hallar figuras en las nubes.

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A diferencia de su compatriota -el bonsái- Bonardi señala que en Argentina la práctica representa un terreno de afición con menos seguidores. Sin embargo, eso no quita que disponga de algunos lapsus de fama. Por ejemplo, al llegar a la gloria en la película “Parásitos” (sin spoilers).

Belleza

Al estar parados enfrente, las piedras transmiten una sensación curiosa que va desde el asombro a un pacto de tranquilidad.

Según su contextura, algunas de ellas remiten a mesetas, islas, volcanes o costas de acantilados. También las hay con un gran parecido a objetos o animales.

El factor hipnótico pasa por los detalles, con coloridas vetas, ondulaciones y una superficie brillosa. “El único mantenimiento requerido es limpiarlas y cepillarlas. Con el paso de los años y las décadas, esta fricción genera una pátina natural que las hace suaves”, comenta Bonardi. En síntesis, una oda al tiempo.

Además, según las distintas escuelas, hay gente que al recolectarlas corta su base para dejarla plana.

“Los puristas respetamos el reglamento de no alterarlas en lo más mínimo. No es fácil hallar piedras que tengan tal propiedad, sin embargo, existen y esto aumenta su espectacularidad”, enfatiza el autor de “Suiseki, el arte de contemplar piedras paisaje”.

Filosofía e historia

El origen del suiseki nos remite a la China imperial (alrededor del siglo VII). En su comienzo, la disciplina estaba destinada solo a la nobleza y las piedras aludían a un objeto de veneración en los templos o se mantenían en las grandes casas con fines decorativos.

SILUETAS. Las piedras suiseki representan paisajes, animales u objetos de la naturaleza. SILUETAS. Las piedras suiseki representan paisajes, animales u objetos de la naturaleza.

La situación cambió cuando la Corte Imperial china introdujo este arte en Japón. Con el nuevo “mestizaje” cultural -de a poco- llegamos a su presencia en exposiciones y galerías internacionales. Al punto de que algunas piedras son más atesoradas que las joyas y pasan de generación en generación.

Dónde buscar

Aunque sus inicios y popularidad se centren en Asia, la distancia no implica un problema para el suiseki. Al contrario, nuestra diversidad geológica (y geográfica) transforma a Argentina en un territorio fértil para intentarlo.

“Con sus recursos hídricos y destinos, Tucumán es una meca para el suiseki. Lo malo es que lo pasamos por alto”, destaca.

Las mejores locaciones para ubicar las piedras son los tramos en donde se inician los ríos o en lagos, en sus bajadas y en los avances de los arroyos.

“También hay surcos de agua escondidos fantásticos e incluso podemos aprovechar las piedras intrusivas que fueron traídas en su momento para rellenar las vías del tren o los muros de contención”, apunta.

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