Entre el ego y lo superior

Entre el ego y lo superior

Qatar inició ya la cuenta regresiva de su Mundial, “Leo” Messi y Cristiano Ronaldo, reyes del fútbol de la última década, comienzan sus cuentas propias: saber si sus reinados podrán coronarse con el título más preciado de todos. Qatar, además, iniciará a su vez una era que amenaza con dejar a los mundiales en manos del puro marketing. Porque 2022 será la primera vez que tendremos Copa en noviembre-diciembre para evitar el verano caliente en el Golfo Árabe. Porque ya el Mundial siguiente de 2026 será en tres países (Estados Unidos, México y Canadá) y con 48 selecciones. Y porque ya luego la FIFA insiste con imponer un Mundial cada dos años. El juguete roto. Qatar, eso sí, tiene al menos la esperanza de coronar a alguno de los dos jugadores más brillantes de esta última era moderna de la pelota.

“CR7”, es cierto, ni siquiera tiene todavía el boleto asegurado. Portugal deberá jugar repechaje para ganar su presencia definitiva en Qatar, algo inesperado, porque la selección lusitana cuenta con varios de los cracks más cotizados en las ligas top de Europa. Cristiano, tal como vemos en estos últimos meses en Manchester United, perdió algo de su pólvora y falla algunas situaciones clarísimas, hasta solo frente al arco, pero sigue haciendo goles. Compromiso no le falta. Su elevada autoestima sigue siendo acaso su gran arma. Imposible no recordar la anécdota que contó el ex crack italiano Antonio Cassano sobre el Whatsapp que le mandó Cristiano, enojado porque él había señalado a Messi como el número uno indiscutido del fútbol mundial y dijo además que el único Ronaldo era el brasileño . “Me has faltado el respeto”, le escribió el portugués, que además le recordó que él lleva anotados 800 goles y Cassano apenas 150. “Querido Cristiano, tú lo tienes todo, vive tranquilo y relajado. Mira a Messi, le importa un carajo todo y todos y no me manda mensajes. ¿Cuál es tu problema, Cristiano?”, contestó Cassano.

Aceptemos que Cassano es un personaje especial. Que, pese a su enorme talento, tuvo conflictos en casi todos los clubes en los que jugó. Ahora, veo en una hermosa crónica de semanas atrás en el diario El País, de España, Cassano es gran protagonista de un programa de TV junto con sus ex colegas Francesco Totti y Christian Vieri. Totti recordó el día que Cassano, que estaba invitado en su casa, se fue furioso, acusando a Totti y a toda su familia porque había perdido un cheque… que finalmente encontró en el asiento de su auto. Pero la respuesta de Cassano a “CR7” ofrece dos buenas lecturas. La primera se refiere al ego del portugués, otra vez expuesto en estas últimas horas por una estatua de 400 kilogramos que se hizo en su honor en el Estado indio de Goa, que fue colonia portuguesa hasta hace sesenta años. La estatua fue develada justamente unos días después de que Goa fue liberada del dominio portugués y, por eso, muchos la consideraron inoportuna y pidieron en cambio estatuas para ídolos propios y no del ex país ocupante. Ronaldo ya había tenido problemas con otra estatua en el aeropuerto de Madeira, que era más bien fea, no se le parecía en nada y debió ser reemplazada.

Messi no tiene ese mismo ego. También es animal competitivo porque de otra manera no podría estar permaneciendo desde hace más de una década en el trono mundial. Pero es cierto que esta última temporada fue acaso la más irregular. Por un lado, la Copa América, su primer título grande con la Selección, justificó hasta su nuevo Balón de Oro. Pero entre la crisis de Barcelona y el siguiente paso ruidoso a PSG, Messi dejó de ser noticia por sus goles y asistencias y pasó a serlo por otras cuestiones. Llorando de tristeza por irse mal de Barcelona, o de alegría por la conquista en el Maracaná. O con su esposa y niños alimentando las redes sociales especialmente desde el arribo a París. Tampoco ayudó la irregularidad de PSG, un equipo con grandes jugadores pero casi diagramado para jugar de contragolpe y que está a mucha distancia del juego colectivo que tienen, por ejemplo, Manchester City o Bayern Munich. En PSG estamos viendo una versión de Messi impreciso y desconectado del juego, con gotas de su magia, pero lejos de imponer conducción.

Siempre vi a Messi mucho más jugador que “CR7”. Más completo, porque no sólo hace goles, sino que asiste y desequilibra en cualquier lugar del campo. Messi jamás entró en la pica dialéctica sobre quién es el mejor porque intuyo que se sabe superior. Hasta el hijo del propio “CR7” se lo sugirió en una ceremonia de Balón de Oro. Messi compite contra sí mismo. Si renovará juego y deseo para Qatar no será para ganarle definitivamente el duelo al portugués. Será para agrandar su propia leyenda. Y, de paso, cumplir nuestro deseo futbolero para 2022.

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