Los cuentos que nos contamos
02 Enero 2022

Un viejo y buen psicólogo tucumano iniciaba la terapia con sus pacientes preguntándoles: “¿Cuál es su cuento?”. Seguro que a muchos los habrá descolocado esa interpelación tan de movida, cuando uno llega a esos consultorios pidiendo ayuda, casi siempre medio desesperado… Bien podrían haberse ofendido. ¡Como si se tratara solo de un cuento y no de nuestra vida! ¡Como si anduviéramos por ahí inventando cosas! Qué atrevimiento el de este hombre.

Pero pensándolo bien, la pregunta es perfecta e incluso en sí misma encierra una intervención terapéutica. Porque todas las personas tenemos un cuento, una historia que nos contamos acerca de lo que somos, de cómo ha sido nuestra vida, quiénes nos quieren y quiénes no, por qué nos pasa lo que nos pasa… Una verdadera ficción, si bien se mira. ¡Y qué apegados estamos a ese relato, cuánto nos cuesta considerar otras posibles versiones e interpretaciones! Nuestro ego se agarra con uñas y dientes a la historia familiar y conocida, aunque nos haga sentir desdichados.

“No tengo suerte en el amor”, “Siempre me terminan traicionando”, “Nunca voy a tener un orgasmo”, “Todas las mujeres son iguales”, “Una vida sexual placentera solo pasa en las películas”, “Ya no hay hombres”, “Basta que lo desee para que no se me dé”, “Todo me cuesta más que a los otros”, son unos pocos ejemplos de respuestas.

Una fantasía

Eric Baret, un maestro espiritual francés, lleva este cuestionamiento al extremo. Afirma que la sola idea de una “historia personal” o “personalidad” es definitivamente una fantasía, una construcción. Una tarjeta de presentación que hemos armado en base a algunos detalles que valoramos de nuestro pasado. Pero, sostiene, podríamos decir de nosotros exactamente lo contrario y eso también sería cierto y estaría justificado.

En cualquier caso se trata de una mera fabricación que sólo tiene el valor de generarnos seguridad. Y así, el futuro no puede ser sino una caricatura de ese pasado que nos contamos.

Baret nos insta a sabernos como ese espacio en el que aparece y desaparece toda fantasía -todo lo que nos ocurre- que en realidad no dura más que un instante, pero que luego nosotros nos encargamos de creerlo sólido y permanente.

Posturas como ésta, tan contrarias al pensamiento y a la psicología occidental, pueden resultar absurdas, inadmisibles y hasta delirantes. Pero no estaría mal abrirnos a escuchar lo que pueden aportarnos. Por lo pronto, a tomar conciencia de las cosas que pensamos, de nuestro “cuento” y empezar a ponerlo en duda, al menos por curiosidad científica. Un buen proyecto para el nuevo año.

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